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Granada clausura su botellódromo tras una década de polémica

Imagen de una celebración de Fiesta de la Primavera en Granada

Álvaro López

Están despistados. Quizá porque un fin de semana de agosto en Granada invita más a pensar en el mar cuando no queda más remedio que estar en tierra. Son los últimos jóvenes que han pasado una noche bebiendo en el botellódromo. Algunos de ellos ni siquiera lo sabían, pero no habrá segunda ronda. Esta vez no. Desde el 1 de septiembre no se puede beber en él.

Atrás quedan nueve años de discordia. De un lugar expresamente habilitado para que los jóvenes granadinos tuviesen un sitio cuyo objetivo era el de beber sin molestar a los vecinos de la capital. El botellódromo que vio la luz en marzo de 2007 y que bautizó al entonces alcalde, Torres Hurtado (PP), con el sobrenombre de “alcalde del botellódromo”, seguirá en pie pero no se usará con los fines que se proyectó. Al menos en parte.

Ciudad pionera

Porque el botellódromo se abrió para dar cobijo a los jóvenes que querían pasar una tarde-noche de ocio etílico sin que la Policía Local les multase por ello. La Ley 7/2006 de la Junta de Andalucía prohibía que se pudiese comer y beber (incluso bebidas no alcohólicas) en las ciudades andaluzas sin tener que abonar una multa de 600 euros. En esa misma ley se permitía que los ayuntamientos pudiesen habilitar terrenos destinados para tal efecto, es decir, botellódromos. Y en ello Granada fue pionera.

La idea era ambiciosa aunque poco práctica. El entonces equipo de Gobierno del Partido Popular proponía que el botellódromo granadino, instalado junto a la Huerta del Rasillo, sería un espacio no solo para la bebida de alcohol sino para la dispersión y el entretenimiento de los más jóvenes. Eso incluía deporte, con pistas polideportivas y zona de skate, conciertos, con una suerte de escenario y hasta un cine al aire libre con una pantalla que nunca llegó a ser utilizada. Este muestrario quedó en eso, en muestra, porque nunca llegó a utilizarse con otros fines que no fuesen el de concentrar a jóvenes alrededor del alcohol.

El objetivo, “que Granada no se convierta cada año en el lugar en el que vienen a beber alcohol los jóvenes de toda España” tal y como explicaban los propios populares para justificar la puesta en marcha del botellódromo, nunca se cumplió. De hecho, el paso del tiempo les quitó la razón a marchas forzadas pese a que en el momento en que se abrió se prohibió beber en él durante ese primer fin de semana. Porque era el que coincidía en fecha con la Fiesta de la Primavera que un año después le daría fama nacional y acabaría por ser la sentencia de muerte del recinto.

Granada, capital nacional del botellón

Granada, capital nacional del botellónLa apertura del botellódromo causó controversia desde el primer momento. Los vecinos de la capital a los que ya no les molestarían los efectos colaterales de un botellón cedieron el testigo a los que vivían junto a la Huerta del Rasillo. La teoría de “menos vecinos, menos molestias” fue la que aplicó en aquel momento el Ayuntamiento de Granada para abrir este espacio de ocio juvenil. Pero los vecinos del lugar nunca estuvieron cómodos con la situación. Reyertas, jóvenes orinando en la calle o el ruido hasta altas horas de música y conversaciones altas no gustaron a los habitantes cercanos al botellódromo. “Los niños van borrachos y no piensan en los vecinos, dejan las calles sucias y arman mucho ruido” explica una de las vecinas. Algo parecido a lo que opina otro de los afectados que considera que “es bueno que lo cierren porque algunos estábamos hartos de aguantar todos los fines de semana”.

Tampoco fue una buena noticia para muchos de los bares y pubs que están a pocos metros de allí. Porque el objetivo mismo de un botellón es el de poder beber libremente a un precio menor del que lo harían en un bar ya que la bebida la compran ellos mismos en los establecimientos que desean. Eso obligó a estos bares a revisar a la baja sus precios y a poner en marcha promociones para frenar la sangría, literal y económica, que les estaba causando el botellódromo. Muchos de ellos celebran el cierre porque “no venían a consumir, entraban directamente al baño molestando o se iban a orinar a cualquier calle” según explica el propietario de uno de los bares de copas cercanos. Si bien es cierto que hubo establecimientos que vieron en el botellódromo una oportunidad. “A nosotros nos venía bien porque podías atraerles hasta el pub” comenta el propietario de otro de los pubs de la zona.

En la otra cara de la moneda, los comercios que proliferaron a su amparo. Comercios multiprecio hicieron su agosto de septiembre a junio. Porque desde septiembre hasta junio Granada se transforma. Se convierte en la ciudad de los estudiantes universitarios y de los extranjeros que llegan gracias a las becas Erasmus. De hecho estos últimos no tienen reparos en confesar que elijen Granada como destino no tanto por su Universidad sino por su fiesta.

La fiesta de la primavera

Y fue precisamente la fiesta, la de la Primavera, la que dio fama nacional al botellódromo granadino. En 2008 se celebró su primera edición. 15.000 personas se dieron cita en un espacio en el que con suerte pueden caber unas 2.000. Eso suponía que no solo el botellódromo sino buena parte de los espacios colindantes fuesen invadidos por jóvenes en estado de embriaguez. Provocando retenciones de tráfico, problemas de salud entre los jóvenes, suciedad y una jornada en general muy molesta no solo para los vecinos de la zona sino para toda Granada por el efecto dominó que supone ahogar una artería principal de la capital como es la zona de Méndez Núñez que transcurre junto al botellódromo.

Aquella cita lejos de disuadir a los participantes de hacer otra similar, se repitió año tras año hasta este 2016. La emisión en televisión a nivel nacional de un reportaje en el corazón de esta fiesta puso voz a las protestas que durante años habían tenido vecinos, asociaciones y partidos políticos. Fruto de aquello se pudo dar el escenario que prohibió por primera vez la celebración de la Fiesta de la Primavera del pasado mes de marzo. En su lugar se proyectó una actividad para toda la familia y sin alcohol. Junto a ello se avanzó que el botellódromo, mediante decreto suscrito por todas las formaciones políticas, sería cerrado paulatinamente para el consumo de alcohol hasta que el 1 de septiembre estuviese totalmente prohibido. De hecho desde abril sólo se podía beber viernes, sábados y vísperas de festivos.

Deporte como alternativa

Deporte como alternativaDesde este 1 de septiembre, cada fin de semana, 25 agentes de policía más allá del servicio habitual que suele patrullar por la zona velarán porque se cumpla la normativa que prohíbe beber en la calle según explica el propio Ayuntamiento de Granada. Aclaran también que dicho dispositivo se mantendrá activo hasta que “sea necesario”. Pero el cierre se lleva a cabo con una importante laguna: no hay alternativas a esta clase de ocio.

Paco Cuenca, (PSOE), hoy alcalde de Granada tras la dimisión de Torres Hurtado por la 'Operación Nazarí', el que solicitó en marzo, siendo el líder de la oposición, que si el botellódromo se cerraba, que se hiciese porque hubiese algún tipo de alternativa para quienes solían disfrutar de este espacio. Sin embargo, el tiempo se le ha echado encima al equipo de Gobierno de los socialistas sin que se haya avanzado prácticamente nada en ese sentido.

Los socialistas defienden que cierran el botellódromo “para cumplir con la normativa que prohíbe beber en la calle por lo que el Ayuntamiento va a cumplir la ordenanza de la convivencia tal cuál está” y llevar a término la decisión del pleno municipal. El propio Consistorio es consciente de que el cierre supondrá que los botellones se trasladarán a los domicilios de los jóvenes por lo que trabajarán también en ese sentido. Según la concejala de seguridad ciudadana, Raquel Ruiz, se está trabajando para hacer responsable solidario a los propietarios de las viviendas en las que los jóvenes sean denunciados ante la Policía Local por ruido.

Las alternativas al cierren pasan de momento por el deporte. Ya hubo una reunión en julio entre el propio Ayuntamiento de Granada y dos asociaciones juveniles para avanzar algo en ese sentido y este mismo 30 de agosto ha habido otra. De esta última se han logrado una serie de actividades deportivas que tendrán lugar viernes y sábado en distintas zonas de la capital con la pretensión de que tengan lugar cada fin de semana. Si bien desde el Consistorio apuestan por actividades saludables en lugar de ocio de alcohol, su consumo va a seguir siendo un hecho, de momento.

De hecho, el Partido Popular señala la “dejadez” del equipo de Gobierno ante “numerosos problemas” tales como la proliferación de los botellones ilegales que surgirán tras el cierre. Por su parte, Marta Gutiérrez, de Vamos Granada, considera que “el debate no es alcohol sí o alcohol no, sino si podemos convivir en esos espacios que son de todos”. Y mientras que Ciudadanos llama al consenso entre los partidos para poner en marcha alternativas que satisfagan a todos, en Izquierda Unida, su portavoz Francisco Puentedura apuesta por devolver a los jóvenes la oportunidad de socializarse pero “dentro de los bares y del área de disfrute”.

Lo único seguro es que no habrá más litronas en el botellódromo. Los vecinos y los propietarios de bares y pubs respiran más tranquilos ahora. Los comercios chinos ni siquiera se atreven a valorar. Mientras Granada intenta lograr la titánica tarea de pasar del ocio de alcohol al del deporte, los jóvenes guardarán su bolsa de pipas y litrona a la espera de saber dónde podrán pasar su tiempo de ocio.

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