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El adiós a la Nacional 340, una carretera que es historia

Felipe López, Mariano Rajoy y Ana Pastor, durante la inauguración / N.C.

Néstor Cenizo

Mariano Rajoy inauguró este miércoles el último tramo de la A-7, el trecho que faltaba para unir Algeciras con Francia por vía rápida, y todas las autoridades que allí había dijeron lo mismo: que era un día histórico, que esa carretera impulsaría el turismo, la agricultura y la pesca y que al fin se saldaba una deuda con la zona. Que Málaga y Almería, en fin, están ahora a tiro de piedra, a hora y media. Con los 10 kilómetros entre Carchuna y Castell de Ferro se completa la autovía y se entierra la Nacional 340, la carretera que un día unió el Mediterráneo y que ahora, al menos en Andalucía, es ya la calle principal de los pueblos del mar. “Conectar el Mediterráneo es un sueño hecho realidad”, dijo el Director General de Carreteras.

La finalización de la A-7 a su paso por Andalucía es el fin de los desesperantes atascos a la altura de Torrenueva y, últimamente y con menos intensidad, en Calahonda. El paso de la autovía por la costa de Granada comenzó a ejecutarse en 2002, aunque las primeras obras para que la N-340 dejara de ser el enlace mediterráneo son de 1990. Aún hoy hay algún cartel en la zona que indica la dirección: Barcelona. Por eso Rajoy zanjó su intervención como si se hubiera quitado un peso de encima: “Esta inauguración es de las que reconforta”. “Cualquier obra pública es importante porque hace la vida más agradable”, comentó antes de incidir que completar la carretera es importante en términos económicos: “Exportar es positivo porque uno vende a los demás lo que produce”. La autovía une en torno al 40% de la población andaluza.

Rajoy y las autoridades incidieron en la conexión por vía rápida a lo largo de toda la costa mediterránea española (“terminamos la autovía del Mediterráneo y de Algeciras a Francia se puede ir por vías de alta capacidad”, dijo el presidente), pero parte de la conexión (E-15, en la nomenclatura europea) discurre por la autopista de peaje AP-7, a su paso por Murcia, Comunidad Valenciana y Cataluña. 

“Qué poder de convocatoria”

Se pudieron contar unas 70 personas entre invitados y autoridades de todos los niveles de la administración: estatal, autonómica, provincial, local. De Málaga, Granada y Almería. Llegaron en cinco autobuses y un microbús, sumados a dos autobuses para que la prensa inmortalizara el momento. Algunos de esos invitados se acercaron a saludar al presidente y posaron para la foto que guardarán en su móvil. “¿Yo saldré, no?”, le preguntó alguien a los periodistas.

Por allí estaba también Rafael Hernando, de Guadalajara, diputado por Almería. Dejó el grupo de las autoridades e invitados y se acercó distraídamente por donde estaban los periodistas, a cincuenta metros de su grupo. “Qué poder de convocatoria… ¡Y eso que yo no quería!”, dijo sonriendo. Luego aseguró que la zona era “un agujero negro de las infraestructuras viarias”, que los plazos los marcan los ingenieros y que “hay cierta coincidencia” con la precampaña, pero que “las cosas no se hacen con esos fines”: “Nadie puede acusar al Gobierno de planificar las obras con fines electorales”. Durante las últimas semanas Rajoy ha inaugurado tres obras en Andalucía.

El Estado ha invertido 164,5 millones de euros en estos diez kilómetros. 42 los ha gastado en expropiar y 118 en los contratos de obra, que se pagarán con la entrega. En total, 753 millones de euros para los cinco tramos ejecutados (Carchuna-Castell de Ferro, Polopos-Albuñol, Puntalón-Carchuna, Taramay-Lobres y Lobres-Guadalfeo). Málaga y Almería quedan ahora a hora y media, 50 minutos menos de lo que se tardaba hace apenas un par de años. El tramo abierto el miércoles incluye tres viaductos y un pequeño túnel, y atraviesa una zona rocosa, de la que ha habido que sacar, previa voladura, más de 5,5 millones de metros cúbicos. Todavía a mediodía se pudo ver a un camión de Sedinfra cargado de señales de Ceda el Paso. El ingeniero aclaró que se han construido pasos para las cabras montesas, tan frecuentes en el área de Castell de Ferro. “Una barbaridad de cabras montesas”, aclaró.

Esta autovía se llevó también la vida de seis trabajadores que trabajaban para una subcontrata, que a su vez había subcontratado parte de los trabajos a una empresa portuguesa. Sobre ellos cayeron la autocimba y tres de los seis pilares de un mastodóntico viaducto a la altura de Almúñecar, en noviembre de 2005. Este miércoles no hubo referencia a este suceso.

La economía de la carretera

Calahonda ronda los 2.000 habitantes que viven, la mayoría, de la agricultura intensiva de los invernaderos. Hasta el miércoles era el último pueblo que había que atravesar para recorrer la costa mediterránea andaluza. La autovía acaba también con lo poco que quedaba de la economía de carretera, esa que vive de los autobuses y del que viaja por trabajo. Miguel Álvarez es el dueño del restaurante El Ancla, un clásico a pie de carretera: “No vivimos de la carretera, pero paran muchos buses”. Cinco o seis al día, de equipos de fútbol de categorías inferiores o del IMSERSO. Así que espera que la mayor facilidad para llegar desde Granada y Jaén haga repuntar los fines de semana y compense la caída de clientes diarios.

Los calahondeños tienen contados sus semáforos y saben también cuántos hay en Torrenueva. “Esto da vida. Torrenueva tiene nada menos que nueve semáforos y aquí hay cuatro”, comenta Fernando Castro, sentado a la sombra de un toldo. Asegura que hace 40 años que ayudó a un topógrafo del Ministerio a medir por donde hoy va la autovía, “cuando no se podía andar por los cerros”. “Y ya ves, a los cuarenta y tantos años han terminado”.

En verano los atascos acababan con los nervios de todos los que regresaban de la playa, aunque lo peor acabó cuando hace ya un par de años abrieron el tramo de Motril, recuerda Paqui López. “Dicen que vendrá menos gente, pero a mí me gusta la tranquilidad. Y ahora la carretera la usaremos nosotros y el que quiera bajará desde la autovía”. “Nos va a quitar un agobio”, dice José Manuel Salguero, que da su apodo (El Barbas). No parece muy agobiado sobre su bicicleta y observa con otros tres paisanos el despliegue de la prensa.

Terminado el acto de inauguración, El Ancla está lleno. En una larga mesa, directivos celebran el fin de la obra. En la terraza hay también un gran grupo de turistas de Albacete, de paso desde Granada a Motril. Son los últimos de la Nacional 340, una carretera que ya es historia.

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