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La inestabilidad de los precios limita las operaciones en el mercado aceitero

Expoliva celebra diferentes catas para valorar la calidad de los aceites

Concha Araújo

En el último año, el consumo mundial de aceite de oliva ha caído alrededor de un 6 por ciento a causa de un ligero repunte de precios. Esos son los datos que pone sobre la mesa el Consejo Oleícola Internacional (COI) en la décimosexta edición de Expoliva. Los productores esperaban que las circunstancias del mercado –mala cosecha y caída de las subvenciones- provocaran un ascenso considerable del valor del aceite de oliva en origen.

Sin embargo, las estadísticas hablan en otra dirección. Es cierto que ha habido un repunte de precios, pero “los mercados internacionales buscan la estabilidad”, explica Olga Martínez, técnica de la Cámara de Comercio, “se resienten si no hay un precio equilibrado”. Y en el último año, las oscilaciones han provocado un descenso de las exportaciones, reflejado en los datos de la Agencia para el Aceite de Oliva. De hecho, la tónica es que en los años que aumenta el precio, aunque se mantengan los ingresos, desciende el volumen de producción vendida al exterior.

“La globalización tiene un inconveniente”, advierte Manuel Alfonso, presidente de Infaoliva, la federación que reúne a los fabricantes de aceite españoles, “que el precio lo imponen desde fuera”. Desde su punto de vista el ejercicio que le queda a los aceites españoles es “hacerse rentables y adaptarse a los precios” porque “el mercado se regula solo”.

Eso exige una reconversión que implica aceptar que el precio de 1,9 euros de la campaña 2011-2012 “no es coyuntural sino un tendencia estructural”, añade. Con ese argumento, los precios que marca esta semana el sistema Pool Red, que miden las ventas nacionales, son una excepción. El kilo de aceite de oliva ronda los 2,4 euros, de media. Los aceites lampantes, de baja calidad, se mueven entre 2,2 y 2,3 euros por kilo. Los virgen extra, los de máxima calidad, oscilan entre 2,5 y 2,9.

A partir de esos números “este es un momento difícil para cerrar un negocio”, advierte Luciano Furquim. Trabaja para una distribuidora brasileña que compra aceite en España, Italia, Portugal y Chile, fundamentalmente. “Todos los mercados esperan la posición de España, que es la que establece parámetros, para todos, en cantidad y calidad”, explica, y en estos momentos “la situación es muy volátil, hay que esperar a octubre o noviembre para conocer la próxima cosecha y ver los precios”. Es decir, para esperar una bajada que los haga asequibles.

En las ventas a granel las subidas, o las caídas, de precios son algo habitual. Pero en el aceite envasado “el mercado tiende a la estabilidad”, explica Antonio Serrano, director comercial de la cooperativa Cristo de la Vera Cruz de Begíjar (Jaén). 8 de cada 10 operaciones comerciales de su cooperativa se cierran fuera de España. China es el “mercado de moda” que acapara el 80 por ciento de esas ventas.

Este año la mala cosecha los ha puesto en una situación complicada. De hecho, en estas circunstancias suelen tirar de stock. Sin embargo, las grandes operadoras que dependen de la oferta interna tienen otras opciones. La habitual es la importación. “Lo que no reflejan las estadísticas es lo que se llama ‘tráfico de perfeccionamiento’: empresas que compran a granel, envasan y reexportan”, aclara Olga Martínez.

Esa práctica, en el país que produce el 40 por ciento del aceite que se consume en el mundo parece inapropiada. Martínez señala que “hay empresas que tienen el mercado hecho y lo que intentan es abastecerlo, si no lo encuentran en el mercado nacional, lo buscan fuera”. Eso suele “equilibrar el precio y no tiene por qué ser malo si se cumplen estándares de calidad”. O sea, la globalización.

El equilibrio de precios es la tendencia. De hecho, a las empresas que venden su producción al exterior tienen una estabilidad mayor que a aquellas que dependen de las fluctuaciones del mercado interno. “La exportación antes era un complemento, ahora es una necesidad”, sentencia Olga Martínez. Lo que exige esfuerzo y constancia para controlar el mercado.

De eso saben mucho las empresas de maquinaria agrícola. En esta edición de Expoliva la expectación ha sido clave. En un contexto de crisis generalizada, con una baja cosecha y una caída en las subvenciones al campo, los grandes operadores están pendientes de lo que ocurra en los próximos meses en el campo para definir su futuro. En los últimos años han tenido que buscar salidas a su producción más allá de las fronteras españolas. Oriente Próximo y Latinoamérica son los principales focos de atención de las empresas que venden tecnología asociada al olivar. Para Pieralisi las expectativas están concentradas en el futuro, porque 2012 ha terminado para la multinacional italiana como “el peor año de la década”.

Gea Westfalia hace una lectura distinta. “La agroalimentaria es de las pocas actividades que están pujantes”, explica su director general, Juan Vidart. En 2012 facturaron 30 millones de euros en maquinaria dirigida al olivar. Sus previsiones son que en 2013 crezca porque, en el primer cuatrimestre ya han superado los 8 millones de facturación.

Ayuda el mercado exterior y que el cultivo se extienda por otros países. “En el mundo hay 44 países que producen aceite y 90 que lo consumen. La media de consumo en los países productores es de algo más de 900 gramos por persona y año, mientras que en los países que sólo son consumidores es 10 veces menor”. Con esas cuentas, Juan Vidart quiere decir que los nuevos productores no son una amenaza sino una oportunidad de aumentar el consumo, la producción y, en su caso, las ventas.

¿Cuál es el peligro, entonces, de países como China, Nueva Zelanda o Australia que se están iniciando en el cultivo? “Que esos países cuando hacen las cosas, las hacen bien, con el objetivo de producir un aceite de calidad”, argumenta Fernando Martínez, del Instituto de la Grasa de Sevilla. Vienen a España se forman en nuestros centros y aplican todo eso a una producción mejor. Por eso no hay que perderlos de vista.

Sin embargo, los 17 miembros del COI (la Unión Europea cuenta como un solo país) acaparan “el 97 por ciento de la producción mundial”, argumenta el director ejecutivo del consejo, Jean Louis Bajol. El 3 por ciento queda para los productores emergentes. “Está muy bien que exista el ánimo de producción en otros países, eso permite a las empresas de maquinaria agrícola vender sus productos, pero hace falta mucho más para hundir el mercado”, porque “el aceite de oliva es sólo un 2 y medio por ciento de las grasas que se consumen a nivel mundial: hay espacio para crecer”. Especialmente para los que están a la cabeza. Es el caso de Andalucía que acapara el 22 por ciento de la producción mundial de aceite y genera alrededor de 200.000 empleos en torno al olivar.

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