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“Hacer arte siempre es hacer política” 

Chema Lumbreras.

Nacho Sánchez

Para Chema Lumbreras (Málaga, 1957), quedan apenas unos meses para su jubilación como profesor de instituto. Entre risas, dice que quedará con su amigo Sebastián para sentarse en un banco, pero muy probablemente su mayor tiempo libre lo utilice en seguir creando. De hecho, en su taller le espera impoluta una sierra mecánica para esculpir madera. Nos citamos con él ahí mismo, en un espacio donde hay un amplio catálogo de libros y discos, además de lienzos, papeles, pinceles tubos de pintura, acuarelas, herramientas de todo tipo y, por supuesto, diversas esculturas que tanto han representado su universo artístico.

Licenciado en Bellas Artes en la especialidad de diseño por la Universidad Complutense de Madrid, su primera exposición fue en 1981. Sus obras forman parte de colecciones como las del Centro de Arte Contemporáneo (CAC) de Málaga o el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo (CAAC).

¿Le apetece parar o tiene previstas nuevas exposiciones?

Mi amigo Sebastián ya me ha llamado para quedar en un banco y echar de comer a las palomas, que ya toca [ríe]. Pero por ahora tengo unas cuantas exposiciones pendientes, sí. Una en instituto, donde quiero mostrar todo lo que supone hacer un trabajo de este tipo: los bocetos, los moldes, los pasos que hay quedar, cómo se gesta todo... Y el año que viene tengo prevista otra en Madrid.

¿Qué dice a sus alumnos sobre ser artista?

La verdad es que nunca les he dicho nada. Es cierto que nuestro centro es del que más chavales salen para estudiar Bellas Artes y muchos compañeros dicen que soy yo el culpable, pero yo jamás les he dicho lo que deben hacer.

Supongo que eso será un orgullo.

Yo nunca le he dicho a nadie lo que tiene que hacer, porque yo creo en una educación donde las personas educamos a través de lo que somos. Yo educo con mi actitud ante la vida: yo puedo contar al alumnado miles de historias sobre lo que es el arte, pero mi actitud a la vida, cómo reacciono ante una cuestión u otra... eso es lo que educa. No educa que yo haga una clase magistral, que nunca he hecho y en la que probablemente no daría la talla, pero sí educa mi actitud ante la vida. Para bien o para mal, pero eso es otra historia.

¿Se puede explicar qué es el arte?

Es un concepto muy general, pero lo bueno que tiene el arte, respecto a la ciencia, es que en ésta un descubrimiento nuevo entierra a lo anterior, pero en el arte todo se mueve hacia muchas direcciones. Lo que te contaron hace miles de años o lo que te cuentan hoy tiene cierta relación. Explicar el arte es complejo, por supuesto. Y hay que dar tiempo al alumnado también, porque viene condicionado por la construcción cultural que nos rodea. Hay que enseñarles a mirar las cosas, la vida, cómo se relaciona todo... Y es algo complicado, claro. Además, tú no puedes imponerles nada: yo he tenido alumnos que han estado fascinados por Da Vinci o Miguel Ángel y me ha parecido maravilloso, pero no les he insistido en ser artistas o nada. Hay que aprender a mirar, eso es lo importante.

¿Hay que ir a los museo a ver obras, por ejemplo?

No, lo que hay que hacer es ver la vida, que pasa alrededor sin que nos demos cuenta prácticamente. Creemos que el museo es el templo del arte y el museo no es el templo de nada. El museo hoy en día ha enterrado a la galería, a la que va ya muy poca gente. Teóricamente los museos eran algo que mostraban el trabajo de artistas que por lo que fuera acababan ahí, a veces aleatoriamente y sin que siempre lleguen los mejores. Hoy el museo ha cogido un protagonismo de poder que hace que todo artista quiera estar en él. Y es algo jodido, porque ello otorga poder a una determinada gente que no debería tenerlo. Pero lo que creo es que tú como artista debes intentar hacer arte, vivir. Y se acabó. Que acabes en un museo o no... eso es menos importante.

Explíquese.

Hay cosas mucho más importantes para un artista que estar en un museo, como sentir la pulsión, sentir que puedes contar cosas. Y si entras en un museo estás entrando en el mercado, y eso es muy diferente al arte. El mercado sigue unas leyes espeluznantes que no son nada interesantes para un artista. El mercado es una cosa y el arte es otra. Está claro que si quieres vivir del arte tienes que estar en los museos o en una galería de postín, pero sigo pensando que hay cosas más interesantes.

¿Se sobrevalora a los museos? En Málaga se les da una gran importancia recientemente.

Yo creo que los museos están bien con sentido. También con trabajo de lo local, no podemos ser sucursales de otros museos ni del arte internacional. Hay que reflejar lo que hay aquí y eso es lo que los va a hacer diferentes y únicos. Si vas a Praga o a cualquier otra ciudad, lo que quieres ver es el arte y los artistas del lugar, la vida de allí. No quieres ver a Picasso o Kandinsky otra vez, a esos ya se les conoce. Está bien que los museos muestren las diferencias de otras culturas, de otras formas de vida, gente que tiene otro sentir, que se han visto influida por cosas tan mínimas o aleatorias como la temperatura, la luz, el carácter... Es cierto que luego somos todos iguales, que aquello que nos preocupa es lo mismo: hay cosas universales como el odio, el chismorreo, el amor...

¿Cuál es su visión de la cultura en la Málaga actual?

Obviando lo institucional, que sería otro tema, a nivel artístico creo que Málaga vive un momento cojonudo. Hay muchas personas jóvenes, que tienen que reclamar sus espacios y que trabajan por transformar la sociedad. Además, está bien que sea así porque es lo que les toca y lo que deben hacer. Hay muchos artistas buenos, maduros. Eso demuestra que ha sido un acierto la nueva Facultad de Bellas Artes, la llegada de nuevos espacios culturales y que estemos viviendo una época en la que se puede llegar a la información y la formación.

¿Y el nivel institucional?

Creo que los nuevos museos de Málaga deberían ser sitios más centrados en los jóvenes. El mundo pertenece a ellos y necesitan ocupar ese espacio. Ellos lo reivindican y, además, tienen toda la razón. Tienen la formación, su trabajo, su arte... Es necesario. Artistas, comisarios, críticos: todos deben ocupar el espacio que les corresponde. Hay gente maravillosa que hace cosas increíbles y creo que ahora es cuando hay que potenciarlas. Es el momento de apoyarles. Aunque, por supuesto, está claro que hay creadores que se hacen más pronto y otros más lentos: Rimbaud con 20 años lo hace todo y con 23 ya no quiere hacer nada... Pero hay otros artistas que se hacen más lentamente, claro.

Algunos de los artistas jóvenes que hablan muestran un arte crítico, ¿un artista sin crítica no es un artista?

Más que crítica, política. Cuando haces arte haces política. Y, evidentemente, puedes hacer crítica a la visión preestablecida. Con tu arte muestras una visión sobre el mundo, sobre una construcción que es social; si haces arte, haces política. Yo no quiero militar en ningún partido ni historias así, pero hacer arte siempre es hacer política, siempre.

Entonces, todo artista es político.

El artista lo que debe ser es libre para decir lo que quiera contar. Pero en ello está inevitablemente también hacer política. Es decir: tú eres una persona libre, cuentas una historia y eso te significa como agente político. Ser libres en arte es lo que nos queda. Esté el mundo como esté, en el desastre más absoluto, sea hoy, mañana o el futuro, el artista refleja lo que hay. Y podrá hacerlo de una manera más directa o más sutil: son sus elecciones lícitas, como también lo es no pintar, callarte o dedicarte a otra cosa. Hay que vivir y cada uno que haga lo que tiene que hacer, que es lo importante. Hay que ser personas en el mundo, luego nos moriremos y nadie se acordará de nosotros cuando estemos muertos [ríe].

Su obra es muy irónica, tira mucho de humor para hacer crítica.

Yo creo que una forma muy interesante de ver el mundo es a través del humor. A veces el mundo es insoportable y el humor te puede salvar. Yo trabajo con arquetipos. Por ejemplo con el conejo que lucha contra el tiempo, como ya hacía el de Lewis Carroll. Y es algo que me pasa a mí: yo me levanto para ir a clase y en el camino todo está lleno de relojes, todo te crea un estrés para llegar a tiempo, estás como en lucha contra el tiempo. La rata también aparece en mi trabajo como elemento de muerte, es un referente muy clásico en la pintura, ya que el miedo del ser humano a la muerte siempre ha estado ahí. Al principio, para hablar de muerte yo pintaba un muerto y eso era un espanto, claro. Pero un día me apareció la rata casi por casualidad mientras realizaba un cuadro, en una mancha que quedaba y, a partir de ahí, seguí trabajando con ella también.

Luego los humanizó: les dio forma de ser humano pero con cabeza de rata o conejo.

Sí, fue un salto: ahí los ratones ya éramos nosotros, como ratoncillos de indias, en un laboratorio, en un experimento. Y a partir de ahí cambió toda la historia. Al humanizarlos quizás ligue inconscientemente con autores que van desde Walt Disney y su Mickey Mouse al Maus de Spiegelman, incluso sin haberlo leído.

¿Cuándo trasladó ese trabajo a sus esculturas de papel y alambre?

Hubo un momento que empecé a trabajarlas, en los años 90, y desde entonces he seguido. De todas formas, yo he trabajado siempre la escultura. De hecho, en Bellas Artes los profesores me decían que yo era escultor, pero siempre he tenido a esta disciplina en un segundo plano. En aquel entonces éramos muy jóvenes, muy díscolos, así que me metí en pintura, que luego dejé y más tarde hice diseño. En los años 80 era más moderno diseñar, así que diseñé, pero aprendí que el diseño no me gustaba, no era lo mío.

¿Y empezó a pintar?

Sí, los años 80 eran los de la vuelta a la pintura, ya que antes con el arte conceptual la pintura estaba denostada. Sin embargo, yo me considero una persona de larga formación, en el sentido de que he dado muchos tumbos. Me interesaba el arte minimal, el conceptual, la escultura, la pintura, la instalación... Y a veces me criticaban porque no tenía estilo. Creo que eso era muy rico como aprendizaje, aunque llega un momento en que tienes que empezar a ser tú. Y ser tú aparece de repente, aunque siempre queramos ser otro: yo hoy mismo querría ser otro.

Ahora tiene una sierra para trabajar la madera...

A mí me sigue encantando dar tumbos. El problema es que muchas veces te encasillan en un tipo de trabajo. Es algo lógico, pero a veces puede ser malo.

¿Y cómo se define en la actualidad?

Pues tendría que hacer un ejercicio de autoanálisis que no estoy dispuesto a hacer [risas]. Soy como cualquier otra persona del mundo, que hace lo que tiene que hacer para sobrevivir.

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