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Hambre de realidad: el siglo XXI consagra el documental

Imagen de 'If I think of Germany at night', de Romuald Karmakar, de la sección de no ficción de Las Nuevas Olas.

Alejandro Ávila

Cannes, Venecia y Berlín. Todos los grandes festivales del mundo han bendecido el documental con su máximo galardón. La Palma de Oro en 2004 fue para Fahrenheit 9/11 (Michael Moore), el León de Oro veneciano recayó diez años después en manos del documentalista Gianfranco Rosi por Sacro Gra y, finalmente, Berlín le otorgó su Oso de Oro a Fuego en el Mar (también de Rosi) en 2016. Todo festival que se precie programa una buena hornada de cinema verité en su oferta anual. El Festival de Cine de Sevilla no es ajeno a este auge cinematográfico y ha incluido en su 14ª edición más de 25 largometrajes de no ficción, como El mar nos mira de lejos, que compite en sección oficial por el Giraldillo de Oro y que ya se estrenó en la Berlinale.

¿A qué se debe este auge? Las razones son muy diversas, pero destacan el hambre de realidad de los espectadores y el abaratamiento de los costes de producción. Paola García Costas, directora y productora de Línea de meta y Todos los caminos (primer documental protagonizado por el actor Dani Rovira y que verá su estreno el año que viene), cree que “depende de varios factores, como la necesidad de simbolizar una realidad en constante cambio y conectada globalmente, el surgimiento de nuevos canales de difusión por internet o la facilidad para poder contar grandes historias con un presupuesto menor al de la ficción”.

Jaume Ripoll es confundador de Filmin, la plataforma de cine y series online española. Tres de las películas más vistas de la historia de Filmin son documentales: Ciutat morta, La teoría sueca del amor y Mi querida España. Ripoll, que ha acudido a los encuentros industriales del Festival de Sevilla, ve el documental como “un análisis de hora y media, que te ayuda a comprender la realidad. Por su parte, los festivales de documentales, como Doc Barcelona o Documenta Madrid, han ayudado a que se dé un Goya a mejor documental y a que se normalice como género cinematográfico”.

Nuevas vías de distribución

Gracias a internet, el documental ha encontrado nuevas vías de distribución que van más allá de la televisión o las salas de cine. Es el caso de Netflix, HBO, Amazon, Filmin o incluso Youfeelm, que se sirve de los medios digitales para llenar salas físicas con sus propuestas de crowdfunding.

Raúl Díez, confundador de Youfeelm, cree que el impulso del género estriba en estas nuevas vías de difusión y en su función didáctica, al conectar con audiencias concretas. “Vivimos en una sociedad infoxicada, es decir, expuesta a mucha información. Hay una necesidad de saber y conocer, en la que el documental se percibe como una fuente de información fiable y contrastada. Los documentales están, además, muy ligados a temáticas y sensibilidades concretas. Eso nos permite llegar muy fácilmente a determinadas comunidades, que promocionan nuestros eventos, como en el caso de Línea de Meta, en la que la Asociación Española del Síndrome del Rett promovía los actos, aglutinando a gente afectada o interesada en el tema”, sostiene.

Vanesa Benítez, directora de Rota N´Roll, documental estrenado en el Festival de Sevilla sobre la relación del pueblo gaditano con la base militar norteamericana, afirma también que “el documental es una herramienta didáctica de primera mano. De hecho, yo no sé si he hecho un documental o una tesis doctoral sobre este periodo histórico (que comenzó en los 50 con el establecimiento de la base militar). Es un trabajo subjetivo con un componente muy periodístico, en el que hay un hambre por saber”.

Documentales de gran presupuesto

Plataformas de streaming como Netflix o HBO ofrecen documentales de gran calidad y presupuesto a sus abonados, ya sea en forma de largometrajes o de series, como Making a murderer, Hot girls wanted: turned on, Amanda Knox u O.J.: Made in America, por citar solo algunos títulos. Bernabé Rico, productor de Murillo, el último viaje, que se ha estrenado este lunes en el Festival de Sevilla, sostiene que plataformas como Netflix han sido fundamentales para la democratización y extensión de estos documentales. Han logrado llegar al gran publico. Cuando se estrena un documental en Netflix, me preocupo más por verlo que por una película de ficción. Sus documentales me van a llegar, es difícil que me defrauden“.

Olmo Figueredo, fundador de la productora sevillana La Claqueta (30 años de oscuridad, La vida en llamas) cree también que el documental se ha visto muy beneficiado por estas nuevas plataformas. “La gente desconocía el documental, no querían verlo. Ahora, de repente, vemos que las grandes plataformas los programan junto a la ficción y llega a tener más éxito. Y que eso ocurre porque le dan el mismo cariño y los mismos recursos que a la ficción”.

La difusa frontera ficción-no ficción

Ficción y no ficción se han retroalimentado en los últimos tiempos, hasta el punto de que muchos autores no quieren situar sus películas en un lado u otro de la “fértil frontera”. El documental ha asumido con naturalidad los recursos de la ficción para consolidarse como género cinematográfico capaz de mirar, de tú a tú, a películas ficticias de otros géneros. Manuel Muñoz, cuya película, El mar nos mira de lejos, se bate el cobre en sección oficial con obras ficticias, considera que “la ficción más clásica tiene una nueva vida gracias a lo que toma prestado del documental y el documental se ha legitimado como forma artística en el momento en que ha dejado a un lado la prioridad de documentar hechos y ha empezado a tener más cuidado con la forma cinematográfica, poniendo al mismo nivel el contenido y la forma”. Es así como cineastas como Mariano Agudo hablan sin complejos de road-movie, un género propio de la ficción, para definir Samba, un nombre borrado, su documental social sobre la inmigración.

Temas originales y diferentes

En un mercado internacional, interconectado, con una competencia feroz y multitud de plataformas: ¿Cómo puede triunfar el documental andaluz? Olmo Figueredo cree que “la clave es siempre la misma: elegir temas que sean muy locales, pero lo suficientemente originales y diferentes para atraer a todo el mundo. Es decir, poner en valor tu diversidad cultural. Si le añades una narrativa o una técnica diferentes, entonces consigues pegar el salto para llegar a un público más amplio. Por ejemplo, en 30 años de oscuridad contábamos una historia muy clásica como si fuera un cómic, mientras que en La vida en llamas le dábamos tratamiento de película de acción a una historia de naturaleza”.

Juan Antonio Bermúdez, programador de la sección Panorama Andaluz del festival sevillano, subraya que en Andalucía siempre ha habido tradición documentalista. “El cine andaluz no ha tenido nunca una industria, pero sí ha habido aventuras individuales que han sacado adelante grandes documentales. Es el caso de Rocío, de Fernando Ruiz Vergara. El género ha estado muy conectado a la distribución en televisión. De hecho, la producción andaluza se ha visto muy impulsada desde Canal Sur. Lo que ocurre ahora es que el documental se está liberando de un cierto formato condicionado por su exhibición en la televisión, de 60 minutos, con muchas entrevistas y planos cerrados. Ahora se abre más a la no ficción, ofreciéndole más libertad a creadores como Mariano Agudo, que procede del documental clásico y al que le veo ciertos rasgos estilísticos particulares en Samba, un nombre borrado”.

El espectador percibe que el género está menos encorsetado y bebe de los recursos cinematográficos de la ficción, mientras goza de una historia real. Es decir, disfruta de una historia real con los métodos narrativos y estilísticos que el cine ha forjado durante más de un siglo de historia. Hernán Zin, excorresponsal de guerra y cineasta, se siente especialmente cómodo con esa nueva libertad que le concede el género. Cinematógrafo de los documentales televisivos de Jon Sistiaga, Zin es el director de la trilogía Nacido en Gaza, Nacido en Siria y la futura Nacida en Nigeria. Con ella rompió con los corsés del documental de televisión, de la mano de una productora andaluza como La Claqueta.

“El documental cinematográfico busca una mirada, un lenguaje propio y experimenta con las formas. Eso lo diferencia del reportaje o documental para televisión. Nacida en Nigeria es totalmente cinematográfico y muy libre, ya que puedo contar lo que quiero, como quiero. Para mí, que vengo del periodismo, es como si me hubiera sacado de encima una armadura y pudiera jugar con las ideas”, explica.

Esa libertad se refleja en las películas documentales que se encuentran diseminadas por toda la programación del Festival de Sevilla y que se concentran con una decena de títulos en la sección de no ficción de Las Nuevas Olas. Desde el conflicto árabe-israelí de Amos Gitai (West of the Jordan River) a los documentales históricos de Ermanno Olmi (Vedete, sono uno di voi) o musicales como If I think of Germany at night (Romuald Karmakar), pasando por las investigaciones sobre la memoria (What I rembember, de Antoinette Zwirchmayr), así como Tarrafal (Pedro Neves), Meteors (Gürcan Keltek) o Southern belle (Nicolas Peduzzi), entre otras. Hay subgéneros y visiones de todo tipo... son una pequeña muestra de la enorme extensión de enfoques y temas que el documental ofrece hoy en día.

La sección Panorama Andaluz concentra un buen número de títulos, que van desde los mencionados Samba, un nombre borrado o Rota N' Roll a Caballo de Viento, sobre el activista antifranquista Fernando Fernández de Castro 'Nando'; Descanse en Paz, Mr. Hopper, que conecta la figura del actor Dennis Hopper con un pueblo peruano donde rodó un extraño western; Más allá del escenario, sobre la lucha antifranquista desde las tablas del Teatro Lebrijano; Que nadie duerma, sobre la compañía de danza en la que trabajan personas con discapacidad; o Ruibal por libre, ganadora del Imagenera con este retrato sobre este artista flamenco.

Como explica el realizador sevillano Carlos Rivero, que estrena Las Cosas en la sección Resistencias, el documental “me permite que la película nazca, mientras la filmo, y no antes con ideas preestablecidas sobre un papel”. La no ficción sigue su curso con el siglo XXI y su filosofía postmoderna como testigos. ¿Será capaz de explicar las claves de los conflictos, crisis y procesos del futuro? Como diría Salman Rushdie, “si quieres narrar historias inéditas o darle voz a los sin voz, tienes que encontrar tu propio idioma (...). Equivócate de idioma y te quedarás ciego y mudo”.

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