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Luis Planas: “La ciudadanía no se ha vuelto más euroescéptica, sino más crítica”

Luis Planas, secretario general del CESE

Miguel A. Ortega Lucas

Luis Planas Puchades (cordobés de adopción nacido en Valencia hace 61 años) cuenta con una dilatada carrera política que le ha llevado a ir y venir varias veces de Bruselas. Diputado con el primer Gobierno de Felipe González, ha sido desde entonces eurodiputado, consejero de Agricultura y Pesca de la Junta andaluza, delegado del Gobierno en Andalucía, representante del Gobierno en Bruselas, embajador en Marruecos… y de nuevo consejero de la Junta, y aspirante a las primarias del PSOE andaluz frente a Susana Díaz. Tras la victoria de Díaz volvió a ejercer brevemente lo que considera su verdadera profesión: inspector de trabajo. Ahora ha sido elegido nuevo secretario general del Comité Económico y Social de la UE: el órgano consultivo que trata de ser “la voz de la sociedad civil” ante las instituciones comunitarias (Parlamento, Comisión y Consejo).

Planas coordinará las iniciativas de los 353 miembros del Comité, repartidos en tres grandes grupos (Empresarios, Sindicatos, Intereses varios) que aglutinan tanto a agentes de la economía social como a lobistas, tanto a asociaciones de trabajadores de todos los sectores como a profesionales liberales. Considera necesario, dice, “mostrar a los ciudadanos que sus opiniones son tenidas en cuenta”, “explicando las cosas” con el mayor esfuerzo posible por parte del ente europeo, con las elecciones a la Eurocámara a la vuelta de la esquina.

¿Cuáles son sus objetivos inmediatos como nuevo secretario general del CESE?

Dirijo una estructura compuesta por ochocientos funcionarios y con un presupuesto de 130 millones de euros anuales, cuya misión básica es preparar adecuadamente los trabajos y discusiones del Comité, y ejecutar sus decisiones. Hay que poner los trabajos del Comité al servicio de las necesidades de la sociedad europea de hoy, así como poner en práctica el Tratado de Lisboa. La estructura del CESE debe estar alineada con tales objetivos, lo que implica cambios y reformas internas relevantes. Se está discutiendo la reforma del reglamento interior; deberá elaborarse un nuevo organigrama; y cuantas reformas sean necesarias para hacer más útiles y relevantes las tomas de posición.

¿Qué cambios cree necesarios para recuperar el pulso político de la UE?

La historia de la integración europea, desde sus inicios, es una sucesión de iniciativas y pasos adelante en la trasferencia de soberanía de los Estados miembros a la Unión Europea. Es una construcción inteligente y vanguardista, que nos ha permitido evitar guerras internas. También nos ha permitido una prosperidad creciente, sólo interrumpida por la crisis económica actual. Tenemos incluso una moneda común y una Europa sin fronteras, a pesar de que somos una Unión de Estados y no un Estado Federal. Pero si queremos recuperar la confianza, son necesarias, entre otras cosas, seguridad y proximidad. Seguridad de que Europa es capaz de promover el crecimiento económico y el empleo, de proteger los niveles de calidad de nuestra sanidad, nuestra educación, nuestros servicios sociales y nuestras pensiones. Y también proximidad a los ciudadanos, responder explicando las cosas, y no limitándonos a un “lo dice Bruselas”, mención que poco explica y, además, en muchas ocasiones, sólo asusta.

Recientemente preguntábamos a su presidente, Henri Malosse, por el hartazgo ciudadano respecto a la política: ¿Cree usted que se puede confiar en la UE como contrapeso a los intereses de las élites financieras, por ejemplo?preguntábamos a su presidente, Henri Malosse

Eso son palabras mayores. Creo que hay que profundizar en la participación y el control democráticos de todos los organismos que en nuestra sociedad ejercen el poder y la administración de los asuntos públicos, y también en la regulación y supervisión de los privados. Muchas de estas tareas han escapado a los Estados nacionales; en ocasiones, incluso a la propia Unión europea. Pero es en su seno donde podemos darle una respuesta organizada y de futuro a la globalización y a sus interrogantes. Comprendo la desafección y el rechazo de muchos ciudadanos en estos momentos de crisis económica, y sobre todo de paro masivo. Pero aquí, como en tantas otras cosas, Europa no es el problema sino la solución, si actuamos con determinación e inteligencia.

Según Eurostat, los españoles nos estamos volviendo euroescépticos por primera vez desde nuestra entrada en la UE. Tras su experiencia ¿cree que tiene Bruselas un problema de comunicación con los ciudadanos, a la hora de explicar lo que hace?

He vivido el proceso de negociación, ingreso y pertenencia de España a la Unión Europea, desde principios de los años ochenta. Y creo que ha habido, efectivamente, un cambio de percepción. Durante la Transición, la democracia y Europa eran objetivos centrales y complementarios. Cuando ingresamos en las Comunidades Europeas, nuestro entusiasmo europeísta era positivo y acrítico. Las cosas se han vuelto hoy más complicadas, especialmente con la crisis económica, y Europa continúa estando en el centro: de nuestros problemas según algunos; de las soluciones a los mismos, según piensan otros, entre los que me encuentro. Creo que esta reacción es sana y que debe existir debate sobre Europa, sobre las distintas orientaciones o alternativas, en cada uno de los grandes temas. Sinceramente, no creo que seamos euroescépticos; las encuestas demuestran lo contario, que continuamos apoyando mayoritariamente el proyecto europeo. Lo que ocurre es que nos hemos vuelto más críticos, y eso es bueno.

Aun así, se espera una participación bajo mínimos en las próximas europeas: ¿qué consecuencias puede tener esto?

Me gustaría que esta hipótesis no se confirmase. En el tiempo que queda hasta las elecciones europeas, los gobiernos, los partidos políticos, pero también todas las organizaciones de la sociedad civil y los ciudadanos que lo tienen claro, deben hacer campaña para fomentar la participación. Votar es un derecho democrático, pero también una obligación, si queremos controlar nuestro futuro. Las grandes decisiones sobre políticas, pero también sobre nombramientos, tendrán una relación directa con el resultado de las elecciones. Por eso, ir a votar importa, y espero que, desmintiendo los pronósticos, la participación sea alta.

Al hilo de esto, ¿cree que deberían hacer más autocrítica los partidos políticos en España? ¿El Partido Socialista, concretamente?

Por supuesto. Las encuestas del CIS muestran el desapego de los ciudadanos por la política y los partidos políticos. Es un problema porque no es concebible un sistema democrático representativo y eficiente sin que los partidos jueguen un papel de canalización de la voluntad de los ciudadanos. La respuesta a los problemas debe ser entendible, pero no puede consistir sólo en una frase breve pronunciada con énfasis. Este es un mundo complejo de intereses contradictorios, donde es necesario ver la cara y cruz de los temas, y efectuar las síntesis oportunas. Pero lo que de verdad echan de menos los ciudadanos, me parece, es que no se expliquen claramente las cosas. Eso, y la percepción de los políticos como una supuesta casta aparte, separada de sus problemas reales. Toda iniciativa de apertura, como la elecciones de los candidatos por primarias abiertas, o las listas abiertas, son elementos que pueden contribuir a recuperar ese crédito perdido.

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