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Almonaster la Real, un salto en el tiempo

La impresionante mezquita coronando el pueblo, con sus primeras casas en su falda.

Fermín Cabanillas

Tiene poco más de 2.000 habitantes, unas largas cuestas que desafían a propios y extraños, unas casas cuyo color blanco que no ha cambiado en décadas su fisonomía, y una mezquita como corona que lo convierte en un municipio único en el mundo. Así es Almonaster la Real.

Decir que una localidad es la joya de la Sierra de Aracena y Picos de Aroche puede parecer aventurado, sobre todo si se tienen en cuenta las maravillas que atesoran los 29 municipios de esta comarca, pero un paseo por Almonaster demuestra lo justificado de cualquier alabanza. Este lugar ha sabido atesorar cultura y arqueología en sus calles y servir de mezcolanza de culturas para que tesoros como su mezquita sigan en pie, adosada a su plaza de toros como si un único edificio fuese.

De la antigüedad de Almonaster la Real hablan a las claras varias pruebas, entre ellas, los restos de asentamientos humanos que se remontan a la Edad de Bronce. Pueden hallarse restos arqueológicos al sur del término municipal, literalmente “en medio del campo”.

Los restos de civilización más antiguos que se ha encontrado en el pueblo data de la época romana, concretamente en su mezquita, un monumento que atestigua que, durante el dominio musulmán, Almonaster fue un bastión. En ese momento es cuando se levanta la mezquita-castillo, edificada sobre antiguos restos de las construcciones romana y visigoda de la misma colina. Entonces, era una colina. Ahora es el final de una de las calles del pueblo, que hay que subir tomando aliento hasta descubrir una de las más impresionantes vistas que se pueden contemplar de la Sierra onubense.

Actualmente, todo el interior de la mezquita es visitable con la salvedad de su torreón más alto. Sí se permite, en la misma estructura del torreón, acceder a la primera planta. Para protegerla y mantenerla en buen estado, fue declarada Monumento Nacional en 1931 y protegida específicamente por un decreto del 22 de abril de 1949. Cada año, es objeto, como todo el pueblo, de unas jornadas islámicas en las que se pone de manifiesto que se trata de una de las niñas mimadas de la arquitectura para los vecino de este pueblo.

Vaivenes de banderas

Su extraordinaria ubicación en el corazón serrano ha hecho que sea un lugar históricamente codiciado y que incluso haya cambiado de bandera en alguna ocasión. En 1230 cayó en manos cristianas, pasando a formar parte de Portugal. Luego se anexionó al reino de Castilla, perteneció al Concejo de Sevilla y fue propiedad del Arzobispado.

Sus vaivenes demográficos terminaron en 1822, cuando definitivamente se inscribe dentro de la lista de municipios de la provincia de Huelva, con una dedicación económica basada en la minería. Hace un siglo su población rozó los 10.000 habitantes.

Una plaza de toros para los no taurinos

Entre la gran cantidad de curiosidades y excusas que existen para visitar Almonaster la Real está su plaza de toros, una de las pocas del mundo construidas sobre el esqueleto de un antiguo patio de armas de un castillo medieval. Se considera un lugar de culto para incluso los no taurinos, por no tratarse de un círculo al uso: parte de su estructura está embutida en un lateral de la mezquita.

Con los altos costes que suponen llevar festejos taurinos a la localidad, este pequeño recinto polivalente en el que pueden sentarse unas 1.200 personas se ha convertido en un lugar de carácter turístico. Su ubicación, en lo alto de la colina, y las paredes que la rodean han dado a la plaza una acústica muy especial que la convierte en idónea para la celebración de espectáculos de música en vivo.

Si está cerrada, es posible visitarla desde fuera, ya que desde una de las torres de la mezquita se puede ver todo el coso e incluso comparar las estructuras de la mezquita y la propia plaza.

Para completar la visita, el listado de las cosas que ver en Almonaster podría incluir un recorrido por los viñedos del Cerro de San Cristóbal (en el pueblo presumen de que son pioneros en este sector), la capilla barroca de la Santísima Trinidad o la búsqueda de algún espectáculo en el que se interprete el fandango local. Si encima en el recorrido se pasa bajo los arcos mudéjares que se conservan en las calles del casco antiguo, la visita a Almonaster habrá sido completa.

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