Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

Junto al surtidor, su hamburguesa gourmet

Foto: N.C.

Néstor Cenizo

Hamburguesas, gourmet y autobús son tres palabras que no suelen combinarse en una frase, pero aquí va una: en Alhaurín de la Torre hay un autobús que sirve hamburguesas gourmet. Carnes exóticas, de cocodrilo, de canguro o de cebra, y carnes para paladares no tan aventurados, pero sí exigentes: de buey de kobe o black angus. Con salsas y combinaciones originales. Añádase a la receta original otro ingrediente desconcertante: el vehículo está aparcado en una gasolinera. El resultado de la receta es un negocio que funciona y cuya fama se extiende por la provincia de Málaga. Más que el nombre (iFood), se conoce la receta: “Hay un autobús con buenas hamburguesas en una gasolinera de Alhaurín de la Torre”.

Hay comida gourmet que se sirve en restaurantes de etiqueta y comida gourmet servida desde un autobús. El dueño de este negocio se trajo desde Estados Unidos la idea y un remolque para ponerla en práctica. Había probado suerte con un restaurante de comida “muy especializada”, pero no funcionó. “Nadie que piense en comida de calidad piensa en un autobús. Piensa en un mantel y una mesa. El que probaba repetía, pero no probaba mucha gente”, explica Alejandro.

Entonces dio con la clave: algo de calidad y, a la vez, rápido de preparar. Empezó con su mujer (“nunca imaginé que lo que preparaba a mis hijos en Estados Unidos fuese a tener este éxito”, dice ella hoy) y ahora da empleo a 12 personas que elaboran, dice Alejandro, “fast good”. “Tenemos tres pilares: calidad, servicio y limpieza”. Aquí los ejemplos: ellos pican la carne para garantizarse que es la mejor (“Un chuletón es un chuletón y una pierna una pierna. Nosotros podemos hacer, con toda tranquilidad, la hamburguesa de carne roja poco hecha”); atienden con la amabilidad del mejor maitre, siempre dispuestos a explicar todo al primerizo; y los clientes pueden ver su cocina a través de la ventana desde la que despachan o de un monitor instalado en uno de los laterales. Supera con creces los estándares.

No es esto, desde luego, lo que siempre fue una hamburguesería de barrio. Empezando por las carnes. Aquí la lista de variedades a elegir: cerdo, ternera, pollo, cordero, ciervo, jabalí, black angus, canguro, cebra, búfalo, avestruz, camello, guanaco, bisonte, cocodrilo, kobe, potro… y vegetal. Pronto habrá una novedad. Están a la espera de que un proveedor obtenga los permisos necesarios de la Unión Europea para importar carne de serpiente pitón. Son piezas de animales de criadero.

Otro elemento que los diferencia de las hamburgueserías de barrio es que no hay barrio. El autobús se ha instalado en una gasolinera de la carretera que une Málaga con Alhaurín el Grande y el remolque original está en otra estación de servicio de Benalmádena. Llegaron a un acuerdo con los dueños: la hamburguesería no vendería bebidas y, a cambio, podría instalarse en el aparcamiento. En España, esta es la única manera de vender comida desde un vehículo: aparcando en una zona privada. Obviamente, superan regularmente todas las inspecciones sanitarias, pero los ayuntamientos aún no han desarrollado las normas para permitir su movilidad por distintos puntos del municipio o para que se instalen en un lugar acondicionado. Y esto, explica Alejandro, es una excepción en Europa, donde sí hay normativa. El vacío se empieza a llenar ahora: “Ya se están haciendo cosas, porque empiezan a ver que hay un filón de negocio: esto da más ingresos a los municipios”. Hay un movimiento que pide la regulación. Se llama Andalucía Pop Up.

Hace apenas un año su proyecto fue rechazado por el centro comercial más veterano de Málaga, que lo vio como una competencia para sus restaurantes. Hoy, ejecutivos de dos de las cadenas de supermercados más potentes del país le han visitado, y hay varias cadenas de gasolineras interesadas en este modelo de “simbiosis” comercial. De momento, ellos buscan uno o dos vehículos más para aparcarlos en estaciones de servicio de la misma distribuidora. En uno, de 16 metros de largo, instalarán mesas interiores, utilizando los sillones del propio autobús. Alejandro dice que no está interesado, por ahora, en franquiciar. Su discurso es prudente: “Antes tiene que funcionar a la perfección. Si no es un fracaso seguro, porque no vas a poder dar la calidad que quieres. Cuando yo no tenga que venir aquí y esto funcione solo, entonces podré pensarlo”.

La gasolinera, por ahora, cumple sus expectativas, aunque también tenga sus límites. El ensayo de una banda de rock sobre el techo del autobús (“que está preparado”) quedó en eso, en ensayo, porque comprendieron los riesgos que entraña un concierto sobre miles de litros de gasolina. Otro problema es el invierno, duro enemigo para un restaurante al aire libre. “Hay que aguantar como se pueda, pero no es fácil. Cuando tienes al personal formado, lo tienes que mantener. Lo más importante de la empresa es el capital humano: yo creo que hay que rodearse de gente mejor que tú”.

Alejandro ha levantado este negocio a base de recursos propios y de varios fracasos previos. Se ha arruinado varias veces: “Aquí se premia al que no fracasa, pero en Estados Unidos, quien triunfa es porque ha fracasado varias veces: de los errores es de donde aprende”. En su caso, aprendió que a la ecuación de cómo servir comida gourmet desde un autobús le faltaba una incógnita por despejar. La X eran las hamburguesas y al despejarla, dio con un negocio exquisito.

Etiquetas
stats