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Setenil o cómo vivir al abrigo de las rocas

Setenil de las Bodegas, Cádiz.

Tomarse algo en la terraza de un pueblo con encanto forma parte de lo normal, pero que la terraza sea una roca ya no es tan habitual. Es uno de los alicientes de visitar Setenil de las Bodegas, una localidad de la serranía gaditana que linda con Málaga y que atrae a muchos turistas por ser tremendamente pintoresco, en el mejor sentido de la palabra.

Hay que estar en buena forma por aquello de lo empinado de muchas de sus calles, pero el esfuerzo merece la pena. Se puede iniciar un recorrido interesante en el Ayuntamiento, un edificio situado en la parte antigua del pueblo. Está muy cerca un torreón árabe del siglo XIV, que sirvió durante muchos años como un elemento necesario para vigilar los ataques enemigos y como cárcel hasta hace relativamente pocos años. De hecho, el último encarcelado es un vecino setenileño que todavía vive.

Los miradores que se van encontrando los visitantes son espectaculares. La panorámica permite ver toda la localidad y poblaciones vecinas como Olvera o Torrealháquime. Es mucho el turismo organizado que llega a Setenil, muy bien situado en los itinerarios convencionales por sus paisajes y sitios que visitar. También hay mucho turismo gaditano, sevillano y nacional. Tiene una gran dependencia de Ronda por encontrarse a sólo 15 kilómetros, pero es sierra de Cádiz y sus vecinos dicen sentirse más gaditanos que malagueños a pesar de la lejanía con la Tacita de Plata.

Es de obligado cumplimiento pasar por el mirador del Lizón dentro de la villa porque se ven las entrañas del pueblo y también visitar el Peñón de los enamorados, con unas vistas extraordinarias. Con un corto paseo ya se puede llegar a la conclusión de que, a pesar de que las casas-cueva son el símbolo de Setenil, hay mucho más que eso. 

El arquitecto que le ha dado esta inconfundible fisonomía a Setenil ha sido el río Trejo, el arquitecto de esta población. Caminando por las calles Calcetas y Herrería ya se ven esas viviendas tan llamativas por estar cubiertas por una peña. Son viviendas semitroglodísticas que presentan como gran ventaja la regulación térmica. En verano su interior es fresco y en invierno, acogedor y caliente. En verano se ha comprobado que dentro de estas viviendas hay 23 grados, sin necesidad de usar el aire acondicionado. El fondo es piedra porque si se aísla, suele ser peor. Si tiene algo de agua y lo tapas, genera más, de manera que son muchos los vecinos y comercios que lo tienen al descubierto para canalizarlo a través de fuentes naturales. 

María Sánchez es la gerente de la Casa Rural Cuevas del Sol, en una de las calles más características de Setenil. Está construida sobre la roca y en las habitaciones se convive directamente con la montaña del modo más natural. Una pared inclinada como no se puede encontrar en otro sitio. “La gente que viene busca precisamente eso, la sensación de estar en una casa-cueva, algo que es muy original. La temperatura interior es ideal a lo largo de todo el año y eso llama mucho la atención. El visitante se va con la idea muy clara de lo que es Setenil”.

Son muchos los bares que podemos encontrar en las calles céntricas y es normal que aparezca el antojo de probar las sopas cortijeras de espárragos, las migas o algo de chacinas por estar muy presenta la cultura de la matanza. La conciencia quedará tranquila tras un buen homenaje gastronómico porque los saludables paseos por las cuestas de Setenil pueden ser acompañados con la ruta de los bandoleros, saliendo del pueblo camino de Ronda. Es una ruta sencilla para cualquier edad, ideal para ir tanto en bicicleta como andando, con algunas pendientes pronunciadas y un paisaje variado.

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