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Un programa experimental consigue reducir el ciberacoso fomentando la empatía del agresor con la víctima

España figura entre los países donde más ciberacoso sufren los menores

Carmen Reina

Un grupo de estudiantes de instituto, amigos entre sí, tienen entre ceja y ceja a una compañera del mismo centro. Solamente por su forma de vestir, su manera de ser o su físico queda relegada del grupo, excluida de su dinámica también a través de las nuevas tecnologías que ahora interrelacionan a los jóvenes: no la incluyen o la eliminan del grupo de Whatsapp del que el resto forma parte, no le dan a Me Gusta en su Facebook ni en las fotos que sube en Instagram y en sus redes sociales realizan todo tipo de comentarios sobre ella. Lo que para muchos empieza siendo una broma con la chica como diana y que otros aprovechan para excluirla y agredirla, hace que ésta acabe acosada por el grupo.

Hasta ahora, en las últimas décadas, el trabajo contra el acoso y el ciberacoso se ha centrado en concienciar a la víctima de que estaba siendo objeto de esas prácticas para que lo denunciara. Pero nunca se había puesto el foco en los agresores, en los chavales que consciente o inconscientemente la agredían con sus burlas y su exclusión. Ahora, el programa ConRed desarrollado por la Universidad de Córdoba y la Universidad de Sevilla ha puesto a los agresores frente al espejo y han conseguido que empaticen con las víctimas. El resultado: las agresiones se han reducido en un 15%.

“Hemos demostrado que es posible cambiar el rol” de estos jóvenes, explica a eldiario.es/andalucia el investigador y profesor José Antonio Casas, que ha llevado hasta las aulas de tres institutos cordobeses y 875 alumnos de entre 11 y 19 años este programa experimental. “Algunas de las agresiones comienzan con una broma, ridiculizan al otro, realizan comentarios sobre su físico o su vestimenta…Y eso es aprovechado por otras personas para excluir y acosar a ese joven”, explica. Cuando los estudiantes se han visto delante de su propio comportamiento, “había chicos que reclamaban la atención del resto y les decían: no está bien lo que estamos haciendo”, relata sobre los testimonios de los estudiantes inmersos en el programa.

La contribución del silencio

Así, se trata de llegar “hasta las personas más sensibles del grupo y conseguíamos que empatizaran con quienes sufrían las burlas y el acoso hasta que se producía el cambio de comportamiento”. Ese perfil de los jóvenes más sensibles, de quienes se unen a las bromas y comentarios sin ser conscientes del todo del daño que provocan, es el objetivo de este programa que ha puesto el foco en ellos para que abandonen esas prácticas. Porque, de otro lado, “difícilmente va a cambiar una persona si lo que tiene es intención de hacer daño”, reconoce el investigador.

Este programa pionero –desarrollado por el Departamento de Psicología de ambas universidades- ha puesto el foco también en la contribución del silencio para que se produzca el acoso. “Existe una ley del silencio muy marcada. Nadie dice, nadie comenta, nadie denuncia lo que ve. Hemos trabajado para darle la vuelta a eso” también entre los jóvenes. Porque sí existe y sí lo ven.

Ven –según relatan los testimonios del estudio- cómo se da como la práctica más habitual los casos de exclusión del grupo, cómo se realizan montajes y retoque en fotografías de las víctimas y se hacen circular por las redes sociales, cómo se hace correr un rumor sobre ellas y, en concreto sobre chicas jóvenes, cómo sus exnovios difunden por internet fotografías tomadas en la intimidad de la pareja. Junto a ello, también son testigos de los casos más serios: insultos y amenazas diarias enviadas al Whatsapp o a sus redes sociales.

A los 11, crece el ciberacoso

Porque el programa ha demostrado que, a partir de los 11 o 12 años, mengua el acoso físico, como los golpes o las peleas, mientras que se incrementa el ciberacoso, al ser precisamente la edad en el que se produce la incorporación de los estudiantes a los medios sociales.

Según los datos ofrecidos por el Departamento de Psicología de la UCO, un 12,7 por ciento de los estudiantes de Secundaria y Bachillerato tiene actualmente algún papel en el ciberacoso. El 4,7 por ciento corresponde a agresores, mientras que el 5,1 por ciento es víctima de estas actitudes. El 2,9 por ciento tiene un doble papel: asume en algún momento el de ciberacosador o el de perjudicado.

Y dentro de la comunidad educativa, el programa también ha apuntado hacia el profesorado, que ha sido objeto de charlas dentro de este estudio experimental. “Los profesores demandan formación y herramientas porque se ven poco capacitados para actuar ante estos problemas”, refleja el estudio, que expone un alto interés por parte de los docentes y, a la vez, escaso conocimiento de las redes sociales.

Uso correcto de las redes sociales

Además de tratar el ciberacoso, el programa ConRed forma a los estudiantes en el uso de sus redes sociales y les hacen ver lo vulnerables que pueden ser si no ponen cuidado en su manejo. “La cara les cambia. Sienten pánico y verdadero llanto”, dice el profesor Casas sobre las reacciones de los jóvenes “cuando ven cómo sus datos personales, sus fotografías, pueden llegar donde ni se imaginan”.

A priori, “ellos te dicen que nunca les va a pasar nada y tienen una percepción de absoluto control sobre lo que hacen en redes sociales. Cuando les enseñas la realidad a la que se exponen, les cambia la cara”, reitera. Tratan de enseñarles un uso responsable de las redes sociales como una nueva forma de interrelacionarse y los mismos jóvenes lo agradecen después e incluso piden que esa formación “se les dé a los más pequeños que ellos, a alumnos de 6ºde Primaria que empiezan a utilizar las redes”.

Un tarea formativa que debe llegar hasta las familias, a las que se les ha ofrecido también alguna charla “porque es necesario que en casa se siga el uso correcto de las redes sociales” por parte de los padres y madres sobre los jóvenes.

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