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'Las nuevas olas' que sacuden al cine europeo alcanzan Sevilla con la primera película de Mauro Herce

Lituana Alanté Kavaite ha presentado en Sevilla un amor de verano entre chicas

Amalia Bulnes

Mauro Herce parece conocer el cine desde sus entrañas, lo ha habitado en sus tripas y en su alma. Director de fotografía de algunas de las experiencias fílmicas más innovadoras del cine español contemporáneo ('Arraianos', 'El quinto evangelio de Gaspar Hauser', 'Slimane'...), el cineasta catalán ha dado un paso más en ese empeño que parece tener por convertir el cine en una experiencia global, de vida, y se ha colocado por primera vez detrás de la cámara para firmar su opera prima como director.

El resultado es ‘Dead slow ahead’, que se presenta en el Festival de Cine de Sevilla dentro de su rompedora sección ‘Las Nuevas Olas’, que pretende ser escaparate del cine con menos concesiones comerciales que se realiza en Europa, y que es representativa de toda una generación, así como de la propia esencia del cine del viejo continente.

‘Dead slow ahead’ fue la sorpresa de la jornada en Sevilla para público, críticos y prensa general que se acerca al certamen; sorpresa idéntica a la que produjo el pasado verano en el pasado Festival de Locarno: por su ambición, su novedoso punto de vista, su acercamiento al cine de lo real desde elementos de la ciencia-ficción y el futurismo, y el tratamiento del lenguaje del cine como “una forma de pensamiento”, aseguraba este mismo lunes el propio Herce.

El punto de partida es un viaje a bordo de un carguero de mercancías filipino con 24 tripulantes que emprendió el director junto con un sonidista (como único equipo de rodaje), durante dos meses: una odisea marítima espectral en medio de un infierno de óxido, soledad y humedad sobre la que Mauro Herce filmó más de 180 horas, y que se ha convertido en la película que es hoy en la sala de montaje, según ha reconocido ante la prensa.

“Con tanto material teníamos la posibilidad de hacer varias películas, y lo realmente difícil fue el trabajo de depuración hasta encontrar aquélla que queríamos hacer”. Huyeron del relato más evidente: el retrato antropológico –“trabajo observacional” lo llama el director- del estilo de vida y las durísimas condiciones de trabajo en una mole de metal de esas características; y optaron –él y su montador- para realizar otro viaje, esta vez fílmico “desde la máquina hasta el hombre”, con una clara voluntad de abstracción y extrañamiento, “como si la cámara pudiera expresar una mirada alucinada que no sabe exactamente qué pasa a su alrededor”.

De hecho, la película se inicia con una perfecta confusión o identificación entre máquina y hombre, para ir desarrollándose y acercándose hacia los marineros, presentados como parte del propio engranaje de ese monstruo de metal que se mueve por el océano, para poco a poco ir mostrando sus signos particularmente humanos: gestos de amor, conversaciones... “Es un cine de miradas, no de temas; una propuesta sensorial, casi una forma de pensamiento que se vehicula a través del cine”, explica Herce.

Se trata, a fin de cuentas, de una película respetuosa con el misterio que la realidad nos procura. “Nos hemos acercado a ella con la mirada de un niño que lo ve todo por primera vez, sin saber si las cosas son buenas o malas, porque odiamos la moralidad en el cine; y presentando la vida en toda su complejidad”.

Defensor de este tipo de cine que se produce de manera independiente y que la industria convencional y la política cultural “se empeña en presentar como marginal cuando es perfectamente legible y disfrutable si se tiene el hábito de consumirlo” –protestó Herce-, ‘Dead slow ahead’ fue la propuesta con más consenso en esta jornada del festival, sobre la que recayeron adjetivos tan contundentes como espectacular y sorprendente, y que prevaleció sobre dos pequeñas películas intimistas, de muy diferente naturaleza, pero realizadas con el mismo empuje y sello personal que ésta.

Miradas de mujer

Hablamos de ‘El verano de Sangaile’, de la realizadora lituana Alanté Kavaité; y ‘Heidi Scheinder is stuck’, de la alemana Sonia Heiss: dos miradas evidentemente femeninas del cine contemporáneo europeo que abordan los eternos problemas del hombre a través de los relatos sencillos y cotidianos de la contemporaneidad. En el primer caso, Kavaité explora en las vertiginosas pasiones de juventud de dos chicas en el tránsito de la adolescencia a la edad adulta. Un clásico, el de la búsqueda de nuevos horizontes, los miedos y secretos de una edad gobernada por el deseo y el desorden, que la directora lituana aborda con una enorme sensibilidad, con un preciso equilibrio entre realidad y altura poética, normalizando con acierto una relación homosexual y con los escenarios naturales y el estío nórdico como protagonistas también de una historia de estupenda factura visual (con el uso de drones en unas fascinantes escenas de acrobacias aéreas).

La de la alemana Sonia Heiss es una bella paradoja: una comedia sobre la depresión. “A las mujeres de nuestra generación se nos exige ser madres perfectas, trabajadoras, estar guapas y ser buenas amantes. Ante esas exigencias, una nunca llega a ese objetivo, y siente una frustración continua”, explica Heiss del punto de partida de esta historia sobre una mujer feliz, tendente al buen humor que, inesperadamente, sufre un ataque de ansiedad depresiva y pánico. No obstante, matiza Heiss, “es una historia de amor, de relaciones de pareja”, y no un estudio sobre la enfermedad, a cuyos oscuros precipicios nunca se asoma esta cinta paradójicamente vitalista que Heiss resume como “los intentos de una mujer por hacer sobrevivir el amor”.

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