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“Es bueno que se normalice el uso de la bici más allá de las ideologías”

Arturo Sancho, del Festival Rueda, rueda.

Ana Sánchez Borroy

Zaragoza —

Arturo Sancho (Zaragoza, 1978) acude a nuestra cita con una bicicleta bajo el brazo. Esta vez, no es la que utiliza él para desplazarse por Zaragoza, sino el premio de un sorteo del I Festival Internacional de Cine y Cultura Ciclista Rueda Rueda. Cuando entramos al Colegio Mayor Pedro Cerbuna, una de las sedes del Festival, alguien le llama la atención: no se puede entrar al edificio con bicicletas. “¿Lo ves?”, nos comenta, “falta cultura ciclista”.

El festival Rueda Rueda ha suspendido parte de su programa para este domingo, última jornada del mismo, como señal de duelo por el fallecimiento del ciclista David Cañada, ocurrida ayer en la prueba Puertos de Ribagorza.

¿Por qué habéis decidido organizar en Zaragoza un Festival sobre cultura ciclista?

Todas las organizaciones de la ciudad relacionadas con la bicicleta llevamos casi dos años dándole vueltas a la idea de hacer algo de forma colectiva, de buscar una excusa para juntarnos. Un festival, para toda la ciudad, con varios escenarios y diferentes temáticas, supone sumar un paso más en un proyecto que llevamos trabajando mucho tiempo: convertir a Zaragoza en una ciudad de bicis. Después de un tiempo en el que sólo había impulso social, la administración tomó la decisión hace siete u ocho años de apostar por la bicicleta sobre todo con infraestructuras: carriles bici, el sistema público de alquiler... La bicicleta dejaba de ser sólo un deporte para convertirse en una forma de movilidad. Pues bien, ahora, con el festival, queremos mostrar la bicicleta de otra manera, culturalmente, en nuevas disciplinas. También nos sirve para poner una pica en Flandes porque el año que viene tendremos en Zaragoza el Congreso Ibérico de la Bicicleta, que es el principal evento de la península en este ámbito. Lo que este año ha sido un festival podría convertirse el próximo en la programación cultural anexa al Congreso. Nuestra ambición es conseguir abrir una ventana al exterior de la ciudad para convertir Zaragoza en un referente de la bicicleta. Ya lo es en España, pero estamos a años luz de ciudades al otro lado de los Pirineos.

¿Queda mucho camino por recorrer en ese proyecto de convertir a Zaragoza en una “ciudad de bicis”?

Nos falta muchísimo por hacer; por ejemplo, no tenemos aparca-bicis cerrados, algo que en el resto de Europa es fundamental. Estamos todavía en lo que podríamos llamar el “estadio cero” del uso de la bicicleta: es un periodo en el que la gente tiene que decidir si utiliza la bicicleta o prefiere otros medios de transporte como el autobús o el coche. Por eso, es muy importante conseguir infraestructuras: aún hay que potenciar más todo lo que tenga que ver con desplazarse de manera más segura por la ciudad, para conseguir que el mayor número de gente posible se anime a ir en bici. Algunos ciclistas no necesitamos carriles bici; de hecho, esos carriles nos han creado obstáculos: las ciudades están pensadas para los coches y las calzadas suelen ocupar el camino más directo. Pero, ahora mismo, que todo el mundo circule en bici por las calzadas es imposible. Mi madre solo irá en bici por la ciudad si se siente segura y eso no va a ocurrir en la calzada, por muy pacificada que digan que está. Necesitamos que la gente se sienta segura y que las infraestructuras estén pensadas por personas que circulan en bici. Además, con más presencia de bicicletas conseguimos que la gente adquiera más cultura ciclista, que las asuma en el día a día, que se conviertan en un elemento cotidiano en la vida de las personas. Conozco gente que no utilizaba la bici en Zaragoza habitualmente, pero que se habituó a hacerlo durante su Erasmus y cuando volvió, ya era parte de su día a día. También pensamos que es una cuestión generacional: queda una generación o dos hasta que la bicicleta sea una realidad 100% en la ciudad.

Además del deporte y la movilidad, ¿qué otros usos planteáis para la bicicleta en Zaragoza?

Pensamos que Zaragoza tiene muchas posibilidades para el turismo en bicicleta: por su clima, por su orografía y también por las enormes posibilidades de excursiones en el área periurbana: zonas verdes como los Galachos, la Alfranca, el Soto de Cantalobos... No sería un maná, pero sí creemos que el turismo de bicicleta puede funcionar, tanto para mejorar la imagen de la ciudad, como para apoyar el desarrollo económico de los talleres y tiendas de bicicletas, del sector turístico, de congresos y también nuevos proyectos empresariales locales que se dedicaran a alquilar bicis, traslado de equipajes... El desarrollo que arrastra la bicicleta se ha demostrado, por ejemplo, con la construcción de la vía verde de la Val de Zafán, en el Matarraña, en Teruel; incluso se organizan congresos. En Europa, tenemos el ejemplo de Utrecht, que es una ciudad holandesa de unos 300.000 habitantes que ha albergado la salida del Tour de Francia. Copenhague, en Dinamarca, recibe a turistas que viajan allí sólo por comprobar cómo funciona el uso de la bicicleta.

¿Qué otro tipo de proyectos de desarrollo económico local pueden desarrollarse de la mano de la bicicleta?

Son proyectos asociados a los nuevos modelos urbanísticos de ciudad: una ciudad calmada, sostenible, con pacificación del tráfico, peatonalización de los cascos históricos... Un ejemplo serían las experiencias que se llaman de “repartos de última milla”. En Barcelona llevan ya aproximadamente dos años con repartos en triciclos eléctricos en una zona del casco peatonalizada: hay una plataforma donde llegan las furgonetas, se cargan los paquetes en los triciclos y se hacen los repartos. El próximo Plan de Movilidad Sostenible debería desarrollar esta opción; además, Zaragoza tiene uno de los cascos históricos más grandes de España. Otra de las experiencias que funciona es la educación y promoción de la bicicleta, un campo en el que La Ciclería tiene relevancia no sólo a nivel local, sino en toda España. Estamos trabajando coordinados con cooperativas y con empresas de economía social y solidaria de otras ciudades para generar, por ejemplo, metodologías de aprendizaje.

¿Qué más se puede incluir dentro de la cultura ciclista?

Es una cultura muy amplia y abstracta. Por ejemplo, a raíz de las mensajerías, las bicicletas a piñón fijo, que se utilizaban tradicionalmente en los velódromos, ahora han dado el salto a lo urbano. Otro caso muy diferente serían Las Bielas Salvajes, uno de los colectivos más potentes de toda España de mujeres ciclistas de bicicleta urbana no deportiva: es una organización que utiliza la bicicleta como herramienta de visibilización de la mujer. En los últimos tiempos, una novedad es el bici-polo; Zaragoza acogió el año pasado el campeonato de Europa de esta disciplina y Zaragoza Bike Polo también ha conseguido convertirse en un colectivo muy importante, que ahora es la puerta de entrada de la gente más joven al mundo de la bicicleta, del mismo modo que hace unos años lo era Pedalea. Todo esto son ejemplos de cómo la cultura ciclista ha ido ganando terreno. En el Festival también hemos mostrado las experiencias de editoriales que se están dedicando a editar libros sólo sobre bicicletas, hay revistas temáticas como Volata Magazine o Tandem Magazine… Y hemos conocido el trabajo de Elisabeth García, una periodista que está impulsando con UNICEF la selección femenina de ciclismo de Afganistán.

¿La bici también se ha abierto a otras ideologías más allá del ecologismo?

Sí, la bicicleta siempre había estado unida en el sentido ideológico a los ecologistas o los hippies. Con la normalización de su uso, ha pasado a ser más transversal en cuanto a las ideologías de las personas que la utilizan. Me parece muy interesante este cambio porque suele hacerse siempre una analogía de la bici a la izquierda ideológica. En muchos casos es real; también porque la derecha la ha abandonado para apostar por el coche y el motor. Sin embargo, en Huesca quien ha hecho la ciudad más amable y peatonal, enfrentándose a determinados sectores, fue Ana Alós, que es del PP. En Vitoria, que también es una ciudad referente en España, la apuesta por la bicicleta la inició un alcalde del PSOE, pero quien ha seguido desarrollando esas políticas de apoyo a la bicicleta durante muchos años ha sido el PP. En España, parece que las políticas de unos, aunque sean buenas, ya no pueden servir para sus oponentes políticos. Es muy bueno que se vaya normalizando el uso de la bici más allá de las ideologías. Y el mejor termómetro es, simplemente, que la gente pruebe: se dan cuenta de que ganan autonomía, agilidad... la bici incluso te pone más contento, mucho más que si vas solo en el coche en un atasco.

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