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El Prismático es el blog de opinión de elDiario.es/aragon. 

Las opiniones que aquí se expresan son las de quienes firman los artículos y no responden necesariamente a las de la redacción del diario.

Razones de ser

Ángela Labordeta

Con Podemos todo es una incógnita, porque uno no sabe si van o vienen, si se quedan o se marchan, si son de derechas o de izquierdas, si apoyarán los presupuestos del Gobierno de Aragón para el año 2017 o no. Una de las razonas para no apoyarlos la basan en la decisión, a mi modo de ver equivocada, tomada por el Partido Socialista hace unas semanas de dar el Gobierno de España al Partido Popular, gobierno que tiene por esa y otras razones: la primera, porque lo han votado millones de españoles; la segunda, porque en diciembre Podemos le dio la espalda al Partido Socialista y no permitió la investidura de Pedro Sánchez y la tercera la acabo de enunciar: la reciente abstención del PSOE. Estas razones, tras un año de incertidumbre, dos procesos electorales, la aritmética y la incapacidad de unos y otros, han hecho que gobierne el Partido Popular, el partido de la corrupción, de los recortes, del caciquismo, de la falsedad y de la desigualdad; desigualdades que inevitablemente se producen a raíz de la terrible crisis financiera del año 2008 y de la radicalización del proyecto neoliberal, que, además de esta profunda desigualdad en la que vivimos inmersos, trajo la destrucción del estado del bienestar y de la clase media, con todas las connotaciones políticas, sociales y culturales que esto conlleva.

En ese escenario de crisis económica, de valores y de pensamientos, la política en Europa viene sufriendo una polarización que tiene como enemigo inicial la troika, es decir el Banco Central, la Comisión Europa y el Fondo Monetario Internacional, enemigo al que se sumó la crisis de los refugiados y que ha alimentado en países como Francia y Austria el crecimiento imparable de la ultraderecha. A estos enemigos se une una crisis de valores y una profunda crisis del sistema que ha dado lugar a la idea de que algo o alguien tiene que llegar para cambiar las cosas; para salvarnos. En Grecia vimos cómo Syriza defenestró políticamente al partido socialista griego y sin embargo ahora vemos cómo en las últimas encuestas se hunde, mientras la derecha de Nueva Democracia se consolida como primera fuerza; también vimos atónitos cómo la campaña del Brexit se orquestaba en torno al miedo, la xenofobia, la pérdida de calidad democrática e incluso la tan peligrosa identidad, elementos que también han sido utilizados por Donald Trump para llegar a hacerse con la presidencia de los Estados Unidos.

En España este malestar lo ha liderado Podemos a través del discurso del descontento que recogió de los movimientos del 15M y de una estética que huye de lo establecido, imponiendo términos que buscan el contraste para identificar e identificarse, pero sin embargo, y como escribió Antonio Gramsci, asistimos a un momento en el que “lo viejo se resiste a morir y lo nuevo no termina de nacer y en ese claroscuro aparecen los monstruos” y nadie sabe cuál es la hoja de ruta, porque todo es imprevisible y lo que ayer era válido hoy ya no sirve y ya no somos capaces de saber qué hacer ni qué decir ni cómo justificar lo injustificable, que acabamos justificando con palabras vacías y estrategias de utilidad partidista y que no miran por el bien de la sociedad.

Decía que Podemos Aragón esgrimirá un catálogo de excusas para no apoyar los presupuestos en Aragón para el año 2017 y hablará –así lo ha expresado ya Pablo Echenique- de cheques en blanco, de compromiso programático, de enmiendas y no sé cuantas cosas más que son ejemplos de inmadurez política y que solo buscan alimentar hasta el empacho el imaginario del descontento. Hasta ahí el guion de los hechos, pero cómo explicará Podemos que para salvar una estética, la de su antisistema en el que resulta muy difícil seguir creyendo, van a dejar a la deriva a la sociedad aragonesa. ¿Dónde quedará entonces la lucha contra la emergencia social? ¿Dónde la construcción de nuevo hospitales y centros de enseñanza? ¿Dónde el desarrollo de nuestros pueblos y ciudades? ¿Dónde la construcción de carreteras o el pago de peajes? ¿Dónde la esperanza de que algún día, quizá no muy lejano, la izquierda tome conciencia de su necesidad para avanzar en democracia, en justicia social y en igualdad?

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