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El Prismático es el blog de opinión de elDiario.es/aragon. 

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La democracia rodeada en el Siglo XXI

Mariano Pinós

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El domingo al mediodía cientos de alcaldes, diputados, senadores y otros cargos electos de diversos partidos políticos firmaban una declaración. El texto llama al diálogo y al entendimiento como forma de resolver el conflicto entre Cataluña y el Estado. Al mismo tiempo, estaban asediados por cientos de violentos ultraderechistas que les aguardaban en las salidas para atacarles. Esa fue la imagen de ayer y esa es la foto fija de hoy: la España democrática que trata de abrirse paso entre los que quieren llevarnos a todos al desastre.

Comenzaba la mañana con noticias de Heraldo informando de que si unas banderas se habían retirado y vuelto a colocar; con un tweet del portavoz del PP en el Ayuntamiento de Zaragoza en el que denunciaba que los organizadores del acto -promovido por Unidos Podemos- habían retirado las banderas aragonesa y española de la entrada del pabellón Siglo XXI. Venía a decir lo mismo que un audio de una falsa trabajadora del pabellón que corrió como la pólvora el día de antes por grupos de whatsapp. Lo cierto es que esas banderas nunca estuvieron allí. Nunca están allí, salvo en determinados actos deportivos. Pero estamos en tiempos de postverdad, que la realidad no te estropee un buen linchamiento. Además los hechos del día era independientes de los movimientos en autobús que habían traído a muchos de los fascistas a Zaragoza.

A la llegada al pabellón, algunos invitados atravesaban los aún escasos paseíllos de exaltados que les insultaban. La más leve respuesta del insultado hacía que los pocos policías desplegados aconsejaran no “provocar” a los provocadores envueltos en rojigualdas de todos los formatos, con escudo monárquico, sin escudo, con emblema franquista…

Pero esas turbas no representan Zaragoza. Zaragoza estaba representada por su alcalde, que tomaba la palabra junto a muchos otros alcaldes y alcaldesas, como la de Barcelona, para clamar por el respeto a la democracia, contra una represión que se sitúa fuera de la Constitución. Había representantes de partidos muy distintos, con proyectos a veces antagónicos, de derechas y de izquierdas, pero todos con un denominador común: el diálogo y la política democrática para resolver los problemas. Los que no acudieron a la invitación tendrán que responder por qué no lo hicieron.

A medida que pasaba la mañana y llegaba el mediodía, los fascistas crecían y se envalentonaban, lanzando insultos, pegados a las puertas del pabellón. El acto continuaba imperturbable, pero la organización se inquietaba. El Delegado del Gobierno, Gustavo Alcalde, cuando decidió coger el teléfono, adujo que no tenía efectivos, que están todos en Cataluña. ¿Y qué solución dio? “Que no salga nadie. Que esperen”. Representantes políticos democráticos, que representan a mas de siete millones de ciudadanos, estaban atrapados ante la pasividad del Gobierno. Alguien quiso salir en coche. Golpearon el coche. La Presidenta de las Cortes de Aragón salió un momento para hablar con la policía. La jauría la insultó y recibió el impacto de una botella de agua llena. Mas tarde salieron otros dos invitados. Esta vez quien se llevó los puñetazos y los golpes con palos fueron los policías que trataba de proteger a esos dos y devolverlos dentro. Mientras tanto, el PP de Zaragoza seguía lanzando tweets haciéndose eco de las hazañas de los sitiadores, como colocar una bandera española en los mástiles.

Acabó el acto con la Declaración de Zaragoza. El manifiesto por la libertad, la fraternidad y la convivencia, en el que se pide una salida política, un acuerdo entre el Estado y la Generalitat para hacer posible un referéndum pactado. Todos los asistentes decidieron después salir por delante, por la puerta principal, con la cabeza alta. Los fascistas se habían ido aburriendo y marchándose, pero quedaban unos cuantos y muy nerviosos, con las cabezas recalentadas al sol. La policía les invitó amablemente –no hay ironía aquí- a irse al otro lado de la calle para dedicarles los más variados insultos y promesas de ejecución a los que se subían en microbuses para marcharse.

¿Y saben qué? Que todo lo que nos han contado estos años era mentira. Era todo un teatro. Todo sobreactuaciones cínicas. La democracia y el estado de derecho iban bien mientras les era funcional a algunos. Que la violencia era inadmisible en política antes, cuando los asediados eran los del PP. Ahora la violencia, pues bueno, mientras sea contra los de Podemos, pues tampoco pasa nada ¿no? Además, el PP de Zaragoza vino a decir que la culpa era de los convocantes, por provocar. Que todos esos nazis, ultras del Ligallo y gente de orden con coches de alta gama -dando vueltas sin parar alrededor del pabellón- y saludo fascista son españoles de bien “provocados”. Si hubiera sido una Presidenta de las Cortes del Partido Popular, ya se estaría hablando de terrorismo en todas las cadenas y cabeceras.

El PSOE aragonés ha cumplido también un papel protagonista, pese a su silencio. No cedió la Residencia Pignatelli para la realización del acto, que es lo mismo que prohibirlo en los espacios públicos que controla. Debería explicar si sigue respaldando al PP de modo inquebrantable en esta situación de represión y crispación nacionalista. Y el Delegado del Gobierno también debería dar alguna explicación, cuando no dimitir por permitir que se agreda a la segunda autoridad de Aragón por su desidia. Podrían haber sido muchos más los políticos de relevancia nacional agredidos. Digo yo que es un claro caso de incompetencia, si no ha sido otra cosa.

La España democrática ha lanzado un llamamiento a la fraternidad entre los pueblos de España en medio del estruendo de los que azuzan al odio entre españoles y catalanes, o entre españoles y españoles. No es tarde para hablar y nunca es tiempo de tolerar la represión por encima de la ley. Aquí hay dos bandos, pero no son españoles y catalanes. Están los demócratas y por otro lado, los reaccionarios, los corruptos y los fascistas.

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