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“El nivel intelectual de los líderes de la Transición no tiene nada que ver con el actual”

Emilio Lacambra en el restaurante familiar.

Ana Sánchez Borroy

Zaragoza —

Emilio Lacambra (Zaragoza, 1944) nos espera fumando un cigarro, a las puertas del restaurante de su familia, Casa Emilio, un establecimiento que lleva más de 75 años ofreciendo algo más que una mesa donde comer. Allí se presentó el recién legalizado Partido Socialista de Aragón, la revista Andalán y los discos de José Antonio Labordeta.

Ahora, Emilio ya está jubilado; el restaurante lo regenta su hermano. Pero el compromiso continúa: cada noche, Casa Emilio sirve cenas de forma gratuita para ocho personas con problemas económicos. Y sigue siendo el mejor espacio para que Emilio Lacambra hable de política.

¿Qué le parece que algunos partidos hablen de una “nueva transición” en las elecciones de este domingo?

Es necesaria una nueva transición, porque hay que cambiar la Constitución. Los artículos más sociales nunca se han cumplido: el derecho al trabajo, a la vivienda… Habría que retocar también todos los artículos referidos a la organización del Estado. En ese sentido, sí es una nueva transición. Sin embargo, la de los años 70 fue completamente distinta, por el clima social y por el momento del que veníamos: una Dictadura sanguinaria. En el 75, un par de meses antes de que muriera Franco, fusilaron a cinco demócratas, a pesar de las protestas en todo el mundo. Además, en la Transición de la Dictadura a la Democracia hubo más de 800 asesinados: 300 fueron asesinados por ETA y el GRAPO, los otros 500, por la Policía y los paramilitares. Estos últimos 500 asesinatos de fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado quedaron impunes, absolutamente todos.

Y un ejemplo de cómo se reprimía un movimiento sindical en aquella época es lo que ocurrió en Vitoria, en el año 1976. Había una huelga en el sector de la construcción, estaban negociando un convenio colectivo y se reunió una asamblea de trabajadores en una iglesia, porque no tenían local. La policía rodeó la iglesia, tiró gases lacrimógenos por las ventanas y cuando los trabajadores abrieron la puerta para salir, dió la orden de disparar. Hubo tres muertos y 200 heridos de bala. Imaginar eso ahora es imposible. Por eso, cuando dicen que la Transición fue un acto de traición, pienso que no saben lo que se vivía en aquellos años. Fue una Transición de un estado fascista que salía intacto para iniciar un proceso democrático con unas fuerzas del orden formadas, en su mayor parte, por fascistas y asesinos que defendían la estructura del Estado en aquel momento. Por tanto, hablar de la Transición del 78 como un intento fallido no me parece bien. Se hizo en las circunstancias que se hizo y que se pudo hacer. En aquella época, en la oposición al Franquismo estábamos muy pocos.

Al lado de esas actuaciones, ¿la ley mordaza actual es una nadería?

La ley mordaza es una ley para reprimir, para evitar manifestaciones. Pero, al final, cuenta más la vida que una multa, seamos claros. El que no quiere pagar una multa, probablemente tiene razón, pero no es lo mismo que perder la vida.

¿Es excesivo, entonces, hablar de una “nueva transición”?

Cambiar la Constitución, hay que cambiarla. La situación que vive el país ahora exige un cambio bastante notable de muchos artículos. Podríamos hablar de un proceso constituyente, aunque no tenga nada que ver con el de los 70. Ahora tenemos una estructura organizativa de partidos, con órganos democráticos que funcionan plenamente.

¿Qué artículos cree que habría que cambiar?

Todos los referidos, por ejemplo, a la estructura y la jefatura del Estado. Habría que elegir el modelo de Estado que queremos: una república o una monarquía. En aquel momento, no se pudo hacer, porque ya vino impuesto por el pacto por la reforma política, que, aunque no fue un pacto firmado, fue aceptado por la mayoría de las fuerzas políticas que en aquel momento funcionaban en España, unos desde la legalidad y otros desde la ilegalidad. Si hoy se hiciera un referendum, probablemente, los españoles apoyarían la monarquía. Pero sí me parece que es un paso que tendríamos que dar y que este momento es bueno para hacerlo.

También habría que optar entre una estructura federal del Estado o mantener las autonomías. No están funcionando bien, aunque yo creo que se debe más bien a la torpeza de dos dirigentes que no han estado a la altura de las circunstancias: Artur Mas y Mariano Rajoy. Ha sido mala suerte que coincidieran dos gobernantes que son lo más torpe que hemos tenido tanto en la autonomía catalana como en el Gobierno de España. Y ha sido mala pata que Mas coincida con un Rajoy que gobierna con mayoría absoluta. Es el peor presidente que hemos tenido en este país. Va a superar en torpeza a José María Aznar, aunque él es un caso aparte por la implicación de España en la guerra de Irak, que nos ha traído unas consecuencias terribles. Pero, como gestor es horrible; de hecho, su forma de gobernar es huir de los problemas, no dar la cara.

¿Confía en que lleguen a realizarse esos cambios constitucionales? Hemos escuchado promesas electorales de reformar la Constitución en otras campañas...

Depende de los resultados de estas elecciones, para un cambio constitucional hace falta el apoyo de tres quintas partes del Congreso de los Diputados y estoy de acuerdo con que sea así. Es probable que se cambie para la sucesión a la jefatura del Estado, dando entrada a las mujeres, que ahora no pueden reinar. Pero los cambios más profundos y más importantes, de la estructura del Estado… eso será complicado.

En todo caso, ¿comenzará una nueva época a partir de estas elecciones, por el fin del bipartidismo?

Yo creo que no. Mi opinión personal es que en estas elecciones se ha pretendido liquidar al grupo más radical que hay en el Parlamento español, que es Izquierda Unida y los comunistas. Ha habido un ataque directo a ellos; la actuación de parte de los grandes medios de comunicación nacionales ha sido ningunear a esa fuerza política. Vamos a sustituir el bipartidismo por otro bipartidismo. Esto, en la derecha no está mal, porque la derecha que gobierna ahora en España es comparable a la extrema derecha europea y Ciudadanos es una derecha más civilizada. Es exactamente igual, defiende los mismos intereses, pero de una forma más civilizada, sin los tics que tiene este gobierno. Por ejemplo, la ley mordaza es una ley que creo que Bruselas acabará exigiendo que se derogue.

¿Y en la izquierda?

Podemos es una fuerza muy interesante, aunque se está descafeinando conforme va pasando el tiempo. Para hacer un cambio importante desde la izquierda en este país necesita apoyarse en una mayoría social. No vale hacer política para ganar las elecciones. Las elecciones se ganan para gobernar y para cambiar. Del programa que Podemos presentó para las europeas han desaparecido las propuestas de más contenido social, las más de izquierdas: por ejemplo, las nacionalizaciones de sectores estratégicos. En España, el liberalismo ha arrasado con todo, pero en Europa la mayoría del estado se ha mantenido en estos sectores estratégicos incluso gobernando la derecha: Sarkozy no ha vendido la industria energética francesa, Berlusconi tampoco. Entonces, a Podemos, descafeinar el programa, les va a dar los votos de una mayoría social que probablemente no esté a favor del programa inicial. Sí por regenerar la política, es verdad, eso estamos deseándolo todos: echar a todos los ladrones, que se pudran en la cárcel y que devuelvan todo el dinero. Pero para hacer un cambio político importante en este país, el que necesita, probablemente no tengan la mayoría social con los resultados del día 20.

¿Qué le parece el cambio en las formas de comunicar de los políticos? Ha habido elecciones en las que ni siquiera hemos tenido ningún cara a cara...

Sí, es un cambio importante que se celebren debates que no son teledirigidos ni pactados. Se ha avanzado, es lógico, se tenía que avanzar. Y, por otra parte, se está produciendo también un cambio en las campañas electorales: todos los actos van dirigidos a generar noticias para los medios. Además, hay una campaña bastante importante en las redes sociales; eso va a jugar ya un papel muy importante. Y en el futuro aún más, yo diría que incluso más que los medios de comunicación.

¿Ha cambiado también el tipo de mensaje? ¿Ocurre como en las primeras campañas democráticas, que los políticos buscan más acercamiento a los ciudadanos?

Pero yo creo que este intento de acercamiento es más falso que Judas. Sobre todo, en el caso de Rajoy. No tiene sentido. Lleva cuatro años missing y, de repente, ahora empieza a aparecer por todos los sitios. Yo respeto a sus votantes, pero me parece que es impresentable. No puedes estar escondido en La Moncloa y luego acudir a un mercadillo a hacer no sé qué. Y hay otro aspecto muy importante: el nivel de los líderes de la transición de los 70 no tiene nada que ver con el de los de ahora. Y ya el nivel intelectual del parlamento del 77 tenía una diferencia abismal con el del 36. Igual es porque yo soy de izquierdas: pienso que Pablo Iglesias y Alberto Garzón tienen más trayectoria intelectual que Rajoy o Sánchez. Sánchez no es un mal líder, pero me parece más interesante el mensaje que están dando los otros dos: Iglesias, por su capacidad de comunicación y Garzón, porque es brillante conceptualmente. Rivera es un fenómeno mediático, atrae las cámaras y las fotos.

Usted, que es muy sensible con los más desfavorecidos, ¿no le preocupa que una parte de la ciudadanía quede al margen de estas campañas electorales en redes sociales? ¿O que haya excluidos por edad?

Sí, es preocupante, pero no hay solución porque los grandes medios están marginando la presencia de algunas fuerzas políticas y de algunas opiniones. No es solo Izquierda Unida o UPyD, es también el mundo libertario, por ejemplo. No me vale el argumento de que son sectores marginales porque, aunque no se presentan a elecciones, el sindicato CGT tiene bastante presencia en los comités de empresa.

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