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“Las mujeres deberían parir dónde, cómo y con quién se sientan seguras”

Laura Sola, con una de sus pacientes, en los momentos previos al parto

Óscar F. Civieta

Zaragoza —

Parir en casa. Para algunas, una locura propia de tiempos pretéritos. Para otras, una elección tomada de manera responsable. Para muchas, algo desconocido. En 2013, último año con datos publicados al respecto, se produjeron en España alrededor de 800 partos en casa planificados –en total hubo 425.715–.  Son cifras que, porcentualmente, se mantienen bastante estables, aunque sujetas al descenso generalizado: según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), se ha pasado de 519.779 partos en 2008 a 408.384 en 2016.

En Aragón, Laura Sola, matrona, doula y asesora en lactancia materna, es la única que atiende partos en casa de manera exclusiva, es decir, que no lo compagina con un trabajo en el hospital. Tiene estudios de enfermería –con la especialidad de matrona– y se dedica a esto desde enero de 2016. Casi dos años en los que ha atendido alrededor de 40 partos. Cada uno de ellos puede costar entre 1.500 y 1.800 euros si no hay que desplazarse.

Ni intenta, dice, ni quiere convencer a nadie, solamente defiende “el derecho a elegir de las mujeres: a elegir dónde, cómo y con quién quieren parir. Otras personas no lo entienden, les parece una locura, de otra época”. La principal virtud del parto en casa, según la doula, es la no intervención: “Se evitan complicaciones yatrogénicas, que es el daño que se produce a partir de una intervención sanitaria. Se respeta la fisiología del cuerpo y del proceso de parto”.

Esa falta de intervención es, en gran medida, el motivo que esgrimen las parejas que acuden a esta matrona. Es el caso de Elena Castelló, la última paciente de Sola, que tuvo a su hija Vega el pasado 5 de octubre: todo salió a pedir de boca, explica con ella en brazos, “no me sentí invadida, sino acompañada. En un ambiente de confianza y muy tranquila. En ningún momento, ni el dolor fue insoportable ni tuve ganas de irme a ningún otro sitio”. Durante el parto, continúa, “no hubo desgarro ni necesidad de episiotomía o de puntos. El postparto fue perfecto: dos días después comí con mi familia y con la niña en un restaurante”.

Vega no se inmuta durante los 20 minutos de entrevista telefónica: “Desde que nació la tuve encima, no se la llevaron a ningún lado como en los hospitales. Y eso facilita la lactancia: ha cogido bien el pecho desde el principio. Laura vino el tercer día a sacarle sangre para la prueba del talón y en ningún momento la han separado de mí”.

Resalta también que en el parto en casa no se hace un pinzado prematuro del cordón umbilical, sino que se deja que pase toda la sangre y, en su caso, se cortó 45 minutos después del nacimiento. Además, apunta, “el cordón se cayó a los tres días, mucho antes de lo habitual en partos hospitalarios”.

La participación de Laura no se remite al día del parto: dentro del servicio de asistencia se incluyen visitas prenatales y postnatales. Además, realiza talleres tanto antes como después de dar a luz. Todo lo explica en su web: laurasolamatrona.com.

“Lo decidimos al séptimo mes de embarazo”

No hay un comportamiento generalizado. Sola explica que hay gente que lo tiene clarísimo “y ni siquiera pide información”. Pero también hay parejas que acuden a ella por curiosidad: “A veces vienen después de haber parido a su primer hijo para contarme que han tenido una mala experiencia y que, quizás, en el segundo cambien”. La matrona deja claro que es una decisión que ha de tomarse con mucha responsabilidad: “Yo en casa no tengo un sistema médico detrás. Les informo de que hay un riesgo”.

El caso de Elena no es de los más habituales, ya que ella y su pareja lo decidieron en el séptimo mes de embarazo. Cuenta que, como su marido tiene una discapacidad física y su apoyo durante el parto no iba a ser todo el necesario, contactaron con Laura con la intención de que esta también acudiera al hospital para acompañarles. Era el quinto mes y fue la primera toma de contacto con la doula.

Dos meses después, en una clase de preparación, vieron un vídeo de un parto convencional: “Era feo, con un trato muy impersonal, no era algo bonito”. Cuando salieron de esa clase, apunta Elena, “mi marido me propuso parir en casa y yo lo recibí encantada”.

“En el hospital no conoces a la persona que te trata, ni ella te conoce a ti”

Aunque se ha mejorado, los partos en casa siguen siendo un terreno desconocido para muchas mujeres. Quizás sea porque, como apunta Sola, “durante años se ha dado una información sesgada”.

Hay riesgos, evidentemente, “pero no se ha demostrado que estos sean mayores en casa que en un hospital”, advierte la matrona. En los mismos datos se fija la madre primeriza: “Mi marido y yo investigamos mucho, vimos documentales y analizamos estadísticas. Hay el mismo porcentaje de muerte perinatal en casa y en un hospital; no se reducen los riesgos”. Explica que en países como Bélgica u Holanda “se hacen más partos en casa y están cubiertos por la seguridad social”.

En un centro hospitalario, prosigue Elena, “no conoces a la persona que te trata, ni ella te conoce a ti. No tienes la confianza necesaria para disfrutar de una experiencia tan importante. De la otra forma, la persona que te atiende ya te conoce, a ti y tu casa. Es una forma de reducir el miedo”.

La doula recuerda que para ejercer esta profesión se requiere un registro sanitario, “exactamente igual que cualquier clínica”. En el contrato que con ella se firma, señala Elena, “se especifica qué situaciones suponen una emergencia –de irse corriendo al hospital– y cuáles puede resolver la matrona. Todo está perfectamente explicado, y a mí eso me daba mucha tranquilidad”.

Tres semanas después de haber dado a luz, Elena asegura que si tiene más repetirá: “Es el dinero mejor gastado de toda mi vida. Animaré a mis amigas a que, al menos, se lo planteen”.

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