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Sobre este blog

Pregunta: ¿Por qué autoentrevistas?

Respuesta: Porque al fin y al cabo todas las columnas de opinión son respuestas a unas preguntas que se han borrado.

P: Hable por usted, no por los demás.

R: Bueno, no sé si todas. Las mías sí. Cuando tengo que escribir una columna me hago preguntas, las contesto y luego borro la parte del entrevistador.

P: Y aquí ha decidido dejarla.

R: Sí, para darle voz a mi otro yo.

P: ¿Y no es un poco esquizofrénico eso de hacerse preguntas, contestarlas y llevarse la contraria?

R: Un poco, pero es la única manera que tengo de saber lo que pienso sobre las cosas. Y además no siempre estoy de acuerdo con mis opiniones.

Entrevista a Antonio Orejudo sobre la toma de plazas en España y en Ucrania

Antonio Orejudo

Pregunta. A la hora de hacerle esta entrevista el Parlamento ucraniano ha cesado a Yanukovich y parece ser que convocará elecciones el 25 de mayo. ¿Qué le parece?

Respuesta. Pues no tengo una opinión formada. No soy especialista en política internacional y me siento incapaz de valorar el cambio. Y más aún en el caso de un país tan complejo como Ucrania. Lo que sí le puedo decir es que admiro a toda esa gente que ha salido a la calle y ha resistido en la Plaza de la Independencia de Kiev, jugándose literalmente la vida. Eso sí que es tomar una plaza. Eso sí que es rodear el Parlamento hasta conseguir que se inicie un proceso constituyente.

P. ¿Está usted haciendo algún tipo de paralelismo entre la situación de España y la situación de Ucrania?

R. Sí.

P. ¿Y no le parece que esa comparación está un poco tomada por los pelos? Ni la historia, ni la situación económica y social de Ucrania se parece en nada a los problemas que tenemos en España. Usted mismo acaba de decir que Ucrania es un país complejo y que no se atreve a valorar el cambio que se ha producido.

R. El sábado pasado leí en El País un artículo de Orysia Lutsevich titulado “Los oligarcas mantienen el caos”, en el que esta investigadora sostenía que lo que estaba sucediendo en Ucrania era el resultado de un sistema corrupto y oligárquico que ha mantenido secuestrado el país desde hace más de 20 años, y que ahora por primera vez se sentía amenazado. Leyendo a Lutsevic denunciar la corrupción de su país y describir cómo la oligarquía ucraniana se había apoderado de la política, me parecía estar leyendo la reciente historia de España. ¿No era eso lo que denunciábamos cuando tomamos las plazas, cuando rodeamos el Congreso pidiendo el inicio de un proceso constituyente?

P. Yanukovich limitó la libertad de prensa, encarceló a los opositores y estaba dispuesto a liquidárselos a tiros. No creo que estemos hablando de lo mismo. En un país como Ucrania, el presidente tenía una mansión con campo de golf y un zoológico privado.

R. La única diferencia es formal. Yanukovich, que además de ser un sátrapa, debía de ser un ignorante, tenía las maneras groseras del nuevo rico. Aquí todo es mucho más educado, nuestros políticos y nuestra oligarquía son un poco menos ostentosos, menos cutres, pero el sistema que han construido está igualmente carcomido por la corrupción. ¡Si hasta un mindundi como Granados tenía su cuenta en Suiza! Aquí no cerramos periódicos a lo bestia, pero tres directores de tres grandes periódicos acaban de ser sustituidos para que las empresas editoras de esos diarios puedan llevarse mejor con el poder. Y aquí la policía todavía no dispara contra los manifestantes, pero el ministro ya se ha cubierto las espaldas con una durísima ley, por si las moscas.

P. ¿Quiere usted decir que no estamos tan comprometidos como los ucranianos?

R. Lo que no estamos es dispuestos a llegar tan lejos. Los ucranianos comprendieron muy pronto que sus reivindicaciones eran de tal envergadura y que la resistencia de la oligarquía iba a ser tan fuerte, que sólo alcanzarían sus metas si hacían frente a la violencia con violencia. Nosotros aquí hemos hecho lo contrario: hemos huido siempre de la confrontación y de las provocaciones, preocupados por las descalificación que sufrirían nuestras quejas si caíamos en la trampa. Por eso hemos exaltado nuestro buen rollo y nuestro ánimo festivo, y además hemos presumido de ello, hemos exhibido nuestras manifestaciones como ejemplos de madurez y civismo. Y eso es encomiable y está muy bien, pero hemos de tener muy claro que así no se cambia un régimen. Se puede parar un desahucio, pero no cambiar un régimen.

P. Eso suena a llamamiento a la violencia.

R. ¿Otra vez? Ya me ha dicho eso varias veces y siempre le he contestado lo mismo: no, no y no. Yo no estoy a favor de la violencia. Abomino la violencia y además me da miedo. Yo no estoy dispuesto a dar mi vida por la justicia, entérese de una vez. Puedo manifestarme, firmar y dar gritos. Pero no tengo ninguna intención de poner en riesgo mi vida. Si me enterara de que Rajoy tiene una mansión con campo de golf y zoológico privado, tampoco estaría dispuesto a morir para echarlo del Gobierno. Acudo siempre que me convocan, pero si hubiera francotiradores en las azoteas, no saldría a la calle.

P. O sea que somos muy cobardes.

R. Aquí hace 33 años hubo un golpe de estado, y ninguno de los que entonces teníamos uso de razón hicimos lo que tendríamos que haber hecho: rodear el Congreso para gritarles a los guardias que se largaran de allí. No salió nadie a la calle. Nos quedamos todos en casa, acojonados y con la radio puesta. Yo entonces tenía 18 años, una edad más que suficiente para haber salido a dar gritos en defensa de la democracia, pero me quedé en casa como un conejo.

P. Usted dice: sin violencia no se cambian las cosas, pero yo no estoy a favor de la violencia. ¿Qué sugiere?

R. Yo no sugiero nada. ¿Quién soy yo para sugerir? Yo sólo constato que el precio que hay que pagar por la regeneración de un sistema podrido como el ucraniano es de 82 muertos. Ese es el precio. Y digo que los ucranianos han decidido pagarlo. Y que nosotros, con un sistema no menos corrupto que el suyo, no.

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Pregunta: ¿Por qué autoentrevistas?

Respuesta: Porque al fin y al cabo todas las columnas de opinión son respuestas a unas preguntas que se han borrado.

P: Hable por usted, no por los demás.

R: Bueno, no sé si todas. Las mías sí. Cuando tengo que escribir una columna me hago preguntas, las contesto y luego borro la parte del entrevistador.

P: Y aquí ha decidido dejarla.

R: Sí, para darle voz a mi otro yo.

P: ¿Y no es un poco esquizofrénico eso de hacerse preguntas, contestarlas y llevarse la contraria?

R: Un poco, pero es la única manera que tengo de saber lo que pienso sobre las cosas. Y además no siempre estoy de acuerdo con mis opiniones.

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