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El caballo de Nietzsche es el espacio en eldiario.es para los derechos animales, permanentemente vulnerados por razón de su especie. Somos la voz de quienes no la tienen y nos comprometemos con su defensa. Porque los animales no humanos no son objetos sino individuos que sienten, como el caballo al que Nietzsche se abrazó llorando.

Editamos Ruth Toledano, Concha López y Lucía Arana (RRSS).

Carmen: drama de una vaca en cuatro actos

Carmen y Laura. Foto: Santuario Wings of Heart

Ruth Toledano

ACTO I. ¿Quién es Carmen?

Ella no es una vaca. Ella es la vaca Carmen. Podría ser una vaca de tantas, una vaca sin nombre. Pero esta vaca se llama Carmen.

Carmen fue doblemente víctima en una explotación ganadera, en Guadalajara. Primero, cuando su vida solo estaba destinada a ser inseminada y a parir para que le robaran sus hijos y su leche. Después, cuando el dueño de la explotación dejó de pagar a sus trabajadores y abandonó a los animales en una mugrienta finca. Varios de ellos murieron de hambre, hasta que una jueza ordenó el realojo del resto en un lugar seguro. Su salvación fue posible gracias a la denuncia de la asociación ANADEL, que peleó hasta conseguir la orden judicial para entrar en la propiedad y logró atraer la atención de los medios ante el drama de los supervivientes, que la jueza dejó bajo su tutela.

Carmen sobrevivió, también doblemente: al abandono y al matadero, donde habría sido enviada en cuanto no sirviera como máquina de producción. Pero nadie evitó que viera cómo agonizaban a su lado los animales con los que había convivido, al tiempo que ella misma padecía los dolores del hambre, la desesperación de la sed y el desconcierto de la soledad, el desamparo y la indefensión.

Por eso llegó aterrorizada al santuario Wings of Heart, en Madrid, donde Laura Luengo y Eduardo Terrer le ofrecieron una segunda oportunidad y un primer hogar. Al ser ya adulta y haber sufrido la explotación durante varios años, Carmen se sentía al principio insegura y desconfiada. Pero cuando se dio cuenta de que nada malo le podría ocurrir allí, empezó a disfrutar de su vida junto a su nueva familia, en especial los toros Javi y Manuel y la vaca brava Ruth.

Desde hace dos años, Carmen tiene nombre y la garantía de un futuro en el que su existencia es respetada. Mientras la esperanza de vida de una vaca destinada a la producción de leche y carne de ternera es de 5 o 6 años, hasta dejar de ser rentable y ser enviada al matadero, la de una vaca en libertad es de unos 20 años. Esa era la esperanza, esta vez sí verdadera, que Laura y Eduardo tenían para Carmen.

ACTO II. Ordenan llevar a Carmen al matadero

El pasado viernes 27 de enero pasó lo que los responsables de Wings of Heart, al igual que los del resto de los santuarios que existen en el Estado español, llevaban tiempo temiendo que pasara. Lo que Laura y Eduardo califican de pesadilla, y que tiene su origen en el obsoleto y cruel vacío administrativo en el que aún se encuentran los santuarios en España.

Los santuarios de animales son centros de rescate, en su gran mayoría de animales procedentes de la cadena de explotación para consumo humano: vacas, cerdos, ovejas, cabras, gallinas, pollos... Lo que se entiende por “animales de granja”, como lo era Carmen antes de ser rescatada por Wings of Heart. El último eslabón de su cadena vital es el matadero.

La Administración aún no contempla la posibilidad técnica de que estos animales no sean simples productos: una vaca es un tetrabrik de leche, un ternero es un filete, un cerdo es una salchicha, una cabra y una oveja son porciones de queso. La Administración aún no concibe que esos animales puedan disfrutar de su libertad y formar parte, con otros animales humanos y no humanos, de un grupo de convivencia en el respeto, el cariño y los cuidados.

En consecuencia, la Administración aplica en los santuarios la misma normativa sobre los animales que se aplica en las explotaciones ganaderas y en los mataderos. Aunque estén bajo su protección vitalicia y hayan sido salvados precisamente de la industria, esos animales son de igual modo considerados “de consumo” y todo control sobre ellos se rige por criterios de rentabilidad económica y de presunta salud pública.

El viernes 27 de enero un veterinario del Área de Ganadería de la Comunidad de Madrid hace una visita reglamentaria al santuario. Estas visitas suponen siempre un tremendo estrés para Laura y Eduardo, por las razones expuestas. Pero también, como denunciaba recientemente el santuario Gaia, de Girona, para unos animales que han pasado mucho miedo antes y pueden estar aún en el proceso de recobrar la confianza. Ser obligados a entrar en la manga veterinaria, ser manipulados y pinchados para unas pruebas innecesarias, puesto que nunca pasarán a la cadena de consumo, echa por tierra los avances conseguidos con ellos. Contaban el caso de Tina, que era toreada siendo una becerra de solo 7 meses, y al ser ahora sometida a esas pruebas grita, llora y queda entristecida, sin duda por revivir sus sufrimientos del pasado. Al proceder de este modo, la Administración demuestra falta de respeto y consideración por la labor de recuperación que realizan los santuarios.

¿Qué pasó ese día en Wings of Heart? El veterinario oficial, basándose en los resultados de una prueba en piel que da altas tasas de error, diagnostica que Carmen tiene tuberculosis y les hace entrega de una orden que les obliga a llevarla al matadero antes de 15 días. Entiéndase el contrasentido: llevar al matadero a una vaca que ha sido liberada del matadero.

Laura y Eduardo empiezan a mover todos los hilos posibles en la Comunidad de Madrid. Al fin y al cabo, y a pesar de la lucha que mantienen por cambiar su consideración administrativa de centro de explotación animal a centro de rescate, tienen con la institución la relación más cordial posible: incluso se han llegado a hacer cargo en Wings of Heart de animales decomisados e incautados en condiciones lamentables por la propia Comunidad.

Lo que el santuario Wings of Heart solicita es que se le practique a Carmen una segunda prueba. Pero lo impide la normativa, que sí contempla la posibilidad de realizar esa segunda prueba con carácter post mortem. Primero se mata y si después se demuestra que el animal no estaba enfermo, se indemniza a sus propietarios. Es la mecánica del negocio, la visión mercantilista de la vida, una kakfiana burocracia que, por supuesto, no concede a Carmen el derecho a ser tratada y curada, en el caso de estar enferma, puesto que solo la ve en términos de producto industrial.

Desesperados, Laura y Eduardo encargan por su cuenta una segunda prueba a su querida Carmen, asumiendo los riesgos de incumplir una prohibición: por increíble que parezca, está prohibido hacer un análisis de sangre no oficial a la vaca con la que convives. Esa segunda prueba, un análisis PCR mucho más fiable que los que hacen las administraciones, da negativo en tuberculosis.

Una prueba según la cual Carmen está sana. Una prueba que la ley no tiene en cuenta.

ACTO III. #SalvemosACarmen

“Yo salvo animales de ir al matadero. Antes muerta que enviar al matadero a un animal de este santuario, antes pasan por encima de mi cadáver, nunca lo voy a hacer”. Es el dramático llamamiento que pocos días después hace Laura a través de Facebook. Han decidido hacer pública la situación en la que se encuentra Carmen, “una vaca que tiene un nombre, que es alguien, que forma parte de nuestra familia, y a la que te dicen que tienes que meter en un camión para que la cuelguen de un gancho en el matadero”.

En el video que comparten explican que un santuario es una ONG destinada, precisamente, a salvar a los animales de esa cadena que no los considera individuos con derechos y capacidad de sentir. Denuncian que para el sistema Carmen solo sea “un trozo de carne”. Es más, denuncian las condiciones de insalubridad en las se encuentran en las explotaciones ganaderas animales que sí acaban pasando a la cadena de consumo. Es más, denuncian que si Carmen llega a ir al matadero su carne terminará también siendo consumida.

Las consecuencias de desobedecer la orden de llevar a Carmen al matadero pueden ser tan graves como el cierre del santuario, donde llevan cinco trabajando en la acogida de animales, una sanción de hasta 1.200.000 euros y la acusación de un delito contra la salud pública que puede acarrear penas de cárcel. Son las consecuencias de que no haya una normativa que regule la actividad de los santuarios de animales, donde se rescata y protege principalmente a esos animales “de granja”, lo que la ley actual considera solo animales “de producción”. Eduardo explica que si un primate o un cetáceo, que no está destinado al consumo humano, da positivo en tuberculosis en un centro de rescate, se le aísla, se le aplica un tratamiento y se le cura. “Es lo que hay que hacer con un animal enfermo. Porque cuando alguien se pone enfermo lo que hay que hacer es curarlo”, añade.

Pero la cuenta atrás sigue corriendo, y Wings of Heart decide lanzar una petición pública para salvar a Carmen, dirigida desde Change.org al consejero de Medio Ambiente, Administración Local y Ordenación del Territorio Comunidad de Madrid, Jaime González Taboada; al director de Agricultura y Ganadería de la Comunidad de Madrid, José Luis Sanz Vicente; a la responsable del Área de Ganadería de la Comunidad de Madrid, Rosa M. Díaz Suárez; y al director general de Sanidad de la Producción Agraria, Valentín Almansa de Lara.

La petición ‘Evitemos que la Comunidad de Madrid mate a la vaca Carmen’ logra 70.865 firmas en menos de 24 horas.

ACTO IV. La Comunidad de Madrid llama Carmen a Carmen

Laura y Eduardo consiguen una reunión con los responsables de la Comunidad de Madrid. El jueves 2 de febrero llegan a las dependencias de la Consejería de Medio Ambiente, en la Gran Vía madrileña, acompañados de la abogada animalista Arancha Sanz, reconocida por su brillante trabajo en importantes casos relacionados con la vulneración de los derechos de los animales en distintos ámbitos (en 2014 logró la primera sentencia en España que revoca una sanción administrativa impuesta injustamente a los ciudadanos por atender y esterilizar a los gatos de la calle, sentencia que condenó al Ayuntamiento de Madrid. También ha logrado que el Tribunal Superior de Justicia condene a la Comunidad de Madrid a iniciar el procedimiento sancionador contra los responsables de la película Blancanieves, en cuyo rodaje mataron a nueve toros).

Pero Laura, Eduardo y Arancha no están solos. La indignación por la injusticia que la Administración quiere cometer contra Carmen y, a través de ella, contra la labor que llevan a cabo todos los santuarios, ha crecido a lo largo de los agónicos días anteriores: no solo esas miles de firmas, también miles de compartidos en redes sociales, miles de comentarios de apoyo. El movimiento por la liberación animal alza su voz en defensa de quienes representan la esencia de su causa: esas personas que han entregado su vida para dedicarla a los refugiados de otras especies y esos individuos que han sido liberados del infierno del sistema. Muchas personas manifiestan su disposición a defender a Carmen y a tratar de impedir su traslado al matadero como se impide un desahucio: de manera presencial, bloqueando las salidas, encadenando los cuerpos. Esa fuerza no es otra que la fuerza de la solidaridad y la justicia, la fuerza del amor, la fuerza que movilizó a miles de personas en defensa de Excálibur, a quien no se pudo salvar frente a la cerrazón protocolaria y desalmada de la Administración. La que alienta a los tres cuando entran en el despacho de las autoridades ganaderas.

Cuenta Laura que entonces vio algo que la llenó de esperanza: sobre la mesa había un expediente que, en vez de llevar un simple número de crotal, en vez de poner “vaca” o “bovino”, tenía por título ‘Carmen. Wings of Heart’. La propia Comunidad de Madrid llamaba Carmen a Carmen.

A las 12:36 de la mañana, Laura, Eduardo y Arancha vuelven a grabar un vídeo en Facebook, en directo desde la puerta de la Consejería de Medio Ambiente. Contra todo pronóstico, sonríen los tres. Anuncian algo extremadamente importante para todos los animales que viven en los santuarios: los representantes de la Comunidad de Madrid han reconocido que Wings of Heart, como cualquier otro santuario, no es una explotación ganadera, que esos animales han sido rescatados de un grave sufrimiento y que no van a pasan en ningún caso a la cadena de consumo, por lo que pueden considerarse animales de compañía. Como tal, Carmen no tendrá que ir al matadero y se le aplicará un tratamiento contra la tuberculosis.

La noticia alimenta la esperanza, pues es un primer gran paso para el futuro de los santuarios, que solo piden respeto y dignidad para sus animales (“que no son animales de ni animales para”, señala Eduardo), y respeto para su labor. Un respeto que ha de reflejarse en una normativa que considere a los santuarios como centros de rescate o protectoras de animales de granja y que, por lo tanto, contemple que los protocolos administrativos no sean los mismos que para los animales que, de manera cruel e injusta, forman parte de la cadena de producción y consumo. Es una vieja reinvindicación de todos los santuarios, así como de la Fundación Alma Animal, que aglutina a varios de ellos.

A través de Carmen, de Laura, de Eduardo, de Arancha y de las decenas de miles de personas que se movilizaron, la Administración ha escuchado a una parte importante y creciente de la sociedad, aquella que cada vez está más interesada en el respeto por los derechos de los animales, también los de granja, y que es capaz de demostrar, como hacen los santuarios, que una vaca también puede ser, como un perro o un gato, nuestra familia. Carmen lo es para Laura y Eduardo. Demostrar que, en cualquier caso, una vaca tiene derecho a su propia vida, como la tienen un cerdo o una cabra. Demostrar, en definitiva, que es posible un mundo diferente, más justo y compasivo.

Ahora solo queda confiar en que las autoridades estén a la altura de su palabra.

Y muscular el ánimo recordando que Carmen no ha estado sola.

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