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Sobre este blog

El caballo de Nietzsche es el espacio en eldiario.es para los derechos animales, permanentemente vulnerados por razón de su especie. Somos la voz de quienes no la tienen y nos comprometemos con su defensa. Porque los animales no humanos no son objetos sino individuos que sienten, como el caballo al que Nietzsche se abrazó llorando.

Editamos Ruth Toledano, Concha López y Lucía Arana (RRSS).

“He negociado por contrato que Pepe, mi perro adoptado, venga conmigo a los rodajes”

Nathalie Seseña en la gatera de la SPAP. Foto: Emilio Cuenca / elfotografodeperros.com

Ruth Toledano

Llegamos a la protectora una mañana tan gris y lluviosa que parecía que todo acompañara nuestra tristeza por los animales que viven allí, a la espera de un hogar que a veces tarda demasiado en llegar. No es la primera vez que Nathalie Seseña se enfrenta a un lugar como este, pero reconoce que el impacto es idéntico.

Siempre me produce impresión visitar una protectora. Es una sensación ambigua, porque por un lado te alegras de que esos animales hayan sido rescatados y tengan los cuidados mínimos veterinarios, de higiene, de alimentación, que de alguna manera alguien los esté protegiendo de la situación en la que estaban antes, pero por otro lado es desolador verlos encerrados, sin cariño. Cuando estás acostumbrada a ver cómo son los animales, la capacidad de amor que tienen, la capacidad para tantas cosas, verlos solos allí es muy triste.

Entramos en las gateras y de inmediato nos vemos rodeadas por un montón de gatos que buscan nuestras caricias, frotan sus lomos en nuestras piernas, ronronean, nos siguen, suben a nuestros regazos.

Con los gatos sorprende más porque parece que siempre necesitan más tiempo para acercarse, y estos enseguida han venido, creo que muy necesitados de afecto. Hay este error con los gatos, cuando se dice que son muy suyos. Yo los encuentro tan cariñosos como los perros. Convivo con tres gatos y un perro y están siempre igual de cerca. En la SPAP ha sido emocionante, no nos conocían de nada y se nos pusieron encima. Se te ponen los pelos de punta con esa confianza del animal abandonado.

Pepe es el perro adoptado por Nathalie, un pequeño chucho que irradia paz, sensatez, saber estar. Son inseparables.

De pequeña siempre tuve perros, fue mi primer deseo de infancia, y llevaba un par de años queriendo adoptar uno, pero con la vida que llevo por mi trabajo como actriz me resultaba un poco complicado. Como no sabía si sería posible, en el camino adopté dos gatas maravillosas. Descubrí la maravilla de convivir con gatos. Pero seguí con las ganas de tener un perro, hasta que apareciste tú, Ruth, y me enseñaste una foto de Pepe. Dudé mucho porque tenía que llevármelo a todas partes, pero al final tu generosidad y la de tu hermana Esther, que lo sacó de una perrera andaluza, hicieron que me decidiese. Ha sido uno de los regalos más bonitos de mi vida, este perro que va conmigo a todas partes, que su comportamiento es impecable.

La gente me pregunta cómo lo he educado, pero yo no lo eduqué, solo hablé con él. El día que vino conmigo a casa le dije, “mira, vas a llevar vida de artista, cada día vamos a ir a un sitio, vamos a estar con gente, y tendrás que comportante porque, si no, es que no podremos estar juntos”. Y hasta hoy. Pepe ha estado en el teatro, en velatorios, la gente alucinaría si supiera los lugares en los que ha estado Pepe. Y nadie se da cuenta de que hay un perro. Realmente es impresionante y para mí es facilísimo. Hacemos vida juntos, siempre. Entramos en restaurantes donde podemos estar los dos, vamos a los bares donde podemos ir los dos. Y forma parte de mi contrato de trabajo: ya que como actriz tengo ese privilegio, está negociado que pueda acompañarme a los rodajes.

Entonces no se puede entender a Nathalie Seseña sin Pepe, y viceversa.

Tenemos los dos una lucha muy particular. Yo le dije, “Pepe, tienes que enseñar a la gente que un perro puede estar en cualquier sitio”. Los que tenemos perro podemos transmitir esa posibilidad de que un perro educado puede estar absolutamente en todas partes. Considero que los dos somos responsables y él lo ha aprendido perfectamente y su comportamiento es impecable en todos los lugares. Si me echan de un sitio por entrar con Pepe, no vuelvo allí. Hay mucha labor que hacer aún, y eso que al menos en el Metro o en el tren las cosas están cambiando. Pero en los restaurantes aún no es como en Francia, donde los perros entran tranquilamente. Queda mucho, pero poco a poco“.

En esa primera foto que viste de Pepe él estaba igual que los perros de la protectora que hemos visitado: tras las rejas de una jaula, en una prisión que no merecía…

Igual. Pepe vino de una perrera en la que estaba en una condiciones muy duras, en Sevilla. Gracias a gente como tu hermana, que los rescata de ahí, los perros como Pepe tienen otra oportunidad. La imagen de mi Pepe, que estaba tras unos barrotes, con una cara de tristeza infinita, la tengo grabada en mi cerebro. Cuando voy ahora a una protectora lo veo a él así. Y pienso en lo que un animal se transforma cuando tiene una casa y una familia.

Habiendo tantísimos animales que lo necesitan, es fundamental que la gente se anime a adoptar.

Muchos de esos perros han vivido en familia y han sido abandonados porque esas personas no asumieron la responsabilidad que comporta. La gente debe saber que en los refugios hay animales de todas las razas, formas y tamaños. Un perro no es bolso, no es algo que puedas usar y tirar. Por eso no concibo la compra de un animal, bajo ningún concepto. Debería estar totalmente prohibido, no tendríamos que tener ese derecho, ni plateárnoslo. No se compra un ser humano, no se compra un animal. Obviamente

La gente compra animales como quien compra un jersey, de un tamaño, de un color, de la raza de moda. Es muy triste, porque además la mayoría no sabe lo que hay detrás, no sabe que hay perras explotadas, pariendo sin parar, destrozadas, hasta que las abandonan porque no pueden parir más. Todo el mercado que se pone en marcha para que tú tengas a tu miniatura monísima, el dineral que se mueve. Hace falta información. Y ser conscientes de que un perro o un gato no son un regalo temporal, que vas a compartir tu vida con él durante muchos años, en invierno, en verano, en vacaciones, estando enferma. Hay que ser responsable y tener un animal solo si vas a poder cuidarlo.

Y vigilar que no haya camadas indeseadas. Desde la protección animal se hacen campañas de esterilización para que esto no suceda, pues muchos de los animales que acaban después en los refugios proceden de esa irresponsabilidad de la cría descontrolada.

Es muy importante la esterilización porque hay muchos animales abandonados, no se pueden traer más. Incluso es irresponsable cuando la gente lo hace por un sentimiento romántico, de tener un descendiente del animal al que ama. Hay que controlar el nacimiento de los animales, habiendo tantos que no viven en condiciones adecuadas. Me parece muy bien que las protectoras exijan que quienes adoptan se comprometan a esterilizarlos. Tenemos esta idea terrible de la propiedad: tiene que ser mío, tiene que ser de mi perro, tiene que ser de mi sangre… Son términos que hay que modificar, tal y como está el mundo.

Los animales llamados de compañía no son los únicos que sufren. De hecho, tú has declarado ser vegetariana por razones éticas.

Sí. Yo ya tenía esta relación profunda de empatía con los animales pero me hice vegetariana en la India. Lo que vi allí me impresionó, sobre todo con las personas hinduistas. Vi un respeto por los animales que no conocía. He visto cómo eran reverenciados, he visto a gente muy pobre compartir su mendrugo de pan con un perro callejero moribundo. Hable con mucha gente allí y cambié.

En una estación de tren vi algo que me transformó, porque incluso a los más animalistas nos han producido cierto rechazo los insectos. En aquella estación, de noche, empezaron a aparecer cientos de cucarachas, de pronto, cada vez más, eran riadas por el andén. Yo estaba un poco tensa y vi algo que no olvidaré nunca. Había un hindú sentado en el suelo, a mi lado, y las cucarachas empezaron a acercarse a él. Yo tenía la imagen de lo que se ha hecho toda la vida aquí: coger el zapato y aplastarlas. Pero ese hindú empezó a dar pequeños golpecitos en el suelo con un dedo, sin tocarlas, sin atacarlas, y las cucarachas se apartaban. Me pareció revelador. En un país con tanta miseria los animales también sufren y tienen necesidades, pero están en la vida, forman parte de ella, no están separados, no tienen el miedo que tienen aquí. Entendí el respeto, entendí que cualquier ser merece ser respetado por el hecho de estar vivo. Y me hice vegetariana.

¿Cómo fue ese proceso?

Fui evolucionando. La desinformación es la clave y mucha gente elige estar desinformada. Pero creo que si la mayor parte de la gente que consume carne viera todo el proceso de un animal desde que nace hasta que te lo metes en la boca, muy poca gente sería capaz de comerlo. Por el nivel de sufrimiento, por cómo es alimentado, etc. La carne y todos los productos de origen animal proceden de una industria terrorífica, que se encarga de que no veamos esos procesos. La carne nos llega en un envase muy bonito que no tiene nada que ver con lo anterior, y le han puesto saborizantes para que resulte más atractiva. Te lo comes feliz.

Yo apelo cada vez más al consumo responsable, en la medida de lo posible, igual que cuando adquieres una camiseta. Aunque sea imposible controlarlo todo, al menos que nos planteemos cómo ha llegado ahí lo que estamos consumiendo, qué proceso ha tenido. Mucha gente no quiere saber, pero estoy convencida de que si pudiéramos ver esos procesos, por ejemplo el de la carne, muy pocos la comerían, poquísimos. Y menos todos los días, a todas horas, en todas partes, de una manera desorbitada y enloquecida.

La visibilidad que tenéis las personas de tu profesión ayuda mucho a que el mensaje a favor de los animales llegue más fácilmente al público. ¿Adviertes un cambio en las personas de tu entorno, crees que hay una mayor conciencia sobre sus derechos?

Creo que sí. Hay muchísimos actores que conviven con perros y gatos, y cada vez hay más gente que se implica más en la lucha por sus derechos. Aunque es verdad que aún veo que hay muchísima compra, compañeros que compran cachorros. Pero, incluso así, desde el momento en que entras en contacto con un perro o un gato, a convivir con él, te transformas, cambias tu cabeza. Cuando descubres esa maravilla, descubres también que todos los perros son iguales y ya no puedes volver a tener esa visión, por ejemplo, de las razas o las no razas. Conozco mucha gente que ha comprado una primera vez y me dice que adoptará al próximo. Como toda conciencia, va creciendo poco a poco. Yo lucho mucho con mis compañeros, a veces me dicen que soy muy pesada.

¿Qué opinión te merece la tauromaquia y los festejos populares donde se maltrata animales?

Es la prepotencia humana de creerse por encima de todo, especialmente de los animales. No puedo comprender cómo se puede llamar fiesta a algo donde se está torturando a un animal, donde un animal está sufriendo. Fiesta y tortura son dos palabras contradictorias. Me recuerda al circo romano, donde se torturaba animales pero también a otros humanos. No pudo concebir que alguien pueda divertirse con algo así. En fin, tenemos que evolucionar respecto a los derechos animales como hemos evolucionado con los derechos humanos. Espero que algún día la tortura de un animal sea impensable en cualquiera de sus formas. Y el uso de la violencia como espectáculo es un problema del hombre que tiene que resolver. Una violencia que solo puedo relacionar con la enfermedad.

Cuando dices “hombre”, ¿te refieres a la humanidad o al género masculino?

Me refiero a la humanidad. Pero es un hecho que en un 99% la violencia es ejercida por los hombres: los toreros son hombres, el mundo del toro es masculino, las guerras normalmente las hacen hombres, los abusos a menores los llevan a cabo hombres. Es una realidad: cuando piensas en la pederastia, en los asesinatos de mujeres, en el maltrato a animales, en la destrucción de la guerra, te salen hombres. La violencia es masculina. Igual los hombres se enfadan, pero no hay más que ver las estadísticas, son aplastantes.

Hay una profunda reflexión que hacer sobre esa necesidad de ser violentos y por qué las mujeres, en general, no necesitamos ese tipo de formas. Hay que repensar de dónde sale esa violencia masculina y por qué permanece y se fomenta, como, por ejemplo, en la tauromaquia. Hay que evolucionar, replantear los derechos, las libertades, lo que somos y lo que tenemos alrededor. Quiero creer que cada vez podemos ir más lejos en la conciencia de lo que es este planeta, que el conocimiento nos sirva para ser más conscientes y, por tanto, tener más respeto.

Nota de las editoras: Esta entrevista fue publicada en el último número de la revista de socios de la SPAP.

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