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El caballo de Nietzsche es el espacio en eldiario.es para los derechos animales, permanentemente vulnerados por razón de su especie. Somos la voz de quienes no la tienen y nos comprometemos con su defensa. Porque los animales no humanos no son objetos sino individuos que sienten, como el caballo al que Nietzsche se abrazó llorando.

Editamos Ruth Toledano, Concha López y Lucía Arana (RRSS).

La realidad del planeta de los simios

Foto: Proyecto Gran Simio (PGS)

Pedro Pozas Terrados

  • El presidente internacional de Proyecto Gran Simio reflexiona sobre la imagen violenta que estas películas presentan de los grandes simios, quienes en la realidad son víctimas de la violencia humana

Una vez más, El planeta de los simios, en su tercera entrega moderna (La guerra del planeta de los simios), nos adentra en un mundo violento donde tanto los primates como los humanos primates se lían a tiros para conquistar la verdad de cada cual, y muestra todo lo malo que el ser humano lleva en la sangre: el horror y la guerra contra todo homínido que no caiga rendido bajo los pies del Homo sapiens.

Se ha perdido una oportunidad para demostrar que el ser humano puede convivir perfectamente con otras especies parecidas a él mismo y mostrar en las pantallas de cine que existen otros caminos no violentos como el respeto, la empatía, la conservación de ecosistemas y otras acciones que parece que hemos olvidado poner en práctica.

Los grandes simios están desapareciendo de una forma veloz y precipitada por la pérdida de su hábitat, la caza furtiva, el aceleramiento del cambio climático, ocasionado por nuestras sociedades industrializadas, por la corrupción sin medida de muchos gobiernos y por el olvido completo de que los grandes simios son también homínidos que tienen derecho a seguir evolucionando, a seguir existiendo, a tener sus derechos básicos y a vivir en sus ecosistemas tropicales junto a otras especies que también tienen ese derecho, como el nuestro, a la vida y a evolucionar.

Pero nuestra arrogancia no permite proteger nada que sea vivo y los políticos de todos los países son responsables directos de lo que está ocurriendo no sólo con el cambio climático sino con la extinción masiva de especies y la destrucción de la biodiversidad planetaria.

Sin embargo, el cine, con esta nueva película en la que muchos jóvenes solo verán a unos chimpancés violentos que quieren aniquilar a los humanos, presenta nuevamente a una especie diferente a la nuestra, a unos grandes simios violentos que se alzan en guerra con nuestra sociedad y a los que hay que exterminar sea como sea, independientemente de que después existan argumentos emotivos y momentos de empatía con el opresor.

Con esta imagen violenta se está haciendo un flaco favor a lo que realmente está ocurriendo, donde gobiernos y multinacionales se emplean con saña para destruir nuestro planeta, no respetando con dignidad a las especies que tienen todo su derecho a seguir viviendo.

¿Planeta de los simios? Pese a quien le pese, nosotros, los superhéroes de la cúspide piramidal de las especies, somos también grandes simios, somos simios irrespetuosos con el planeta, primates que hemos evolucionado. Habremos podido llegar a construir autopistas y toda clase de maquinaria destructiva, pero no hemos evolucionado casi nada en nuestra empatía hacia la vida, en ser responsables del respeto, tan importante, para con nuestra propia morada, la Tierra.

No somos capaces de parar las guerras o de unirnos para combatir el hambre, somos responsables de las mayores atrocidades que cometemos contra nuestra propia especie, responsables de que estemos al borde de un precipicio al no respetar el planeta, responsables del aumento de la temperatura y de las grandes hambrunas que están ocurriendo en muchos lugares del mundo.

Y resulta que, como no somos capaces de ser sapiens, tenemos que mostrar a nuestra juventud, aunque sea de forma ficticia, que esos otros homínidos no humanos –a los que mantenemos en prisión, a los que los hemos sacado de su hábitat y hemos encerrado en espacios reducidos sólo para nuestro disfrute y para reírnos de ellos, a los que debido a nuestro parecido con ellos los estamos utilizando en centros de experimentación médica sin ninguna garantía ni derechos– son los malos de la película, son los que intentan matarnos, cuando es todo lo contrario y las poblaciones de grandes simios están desapareciendo por culpa de nuestra indignidad.

Sé que sólo es una película de entretenimiento, un film en el que, ante la poca imaginación de los guionistas, tienen que recurrir a reposiciones para ese entretenimiento añadiendo efectos especiales para modernizarlo. Sé también que sólo se busca el beneficio, que sea un éxito para poder de esa forma subvencionar la producción y obtener réditos. Pero el cine debe de ir más allá, debe llevar la cultura a sus guiones, la esperanza, la denuncia, la enseñanza de rectificar a tiempo, los peligros que conlleva la ignorancia.

El ver a unos grandes simios (que precisamente tenemos cautivos en zoológicos o encerrados en centros de experimentación, y a quienes destruimos sus poblaciones y sus casas) cogiendo unas armas producidas por los humanos y haciéndonos la guerra, es sinceramente estúpido y una forma de deformar la verdad y la realidad en la que nuestros hermanos evolutivos están sufriendo.

Es por todo ello por lo que rechazo rotundamente estos argumentos de las modernas versiones de El planeta de los simios.

Nuestra especie jamás ha consentido que otra especie homínida pudiera compartir la Tierra. Fue exterminando grupo por grupo a esos otros homínidos Neandertales con los que compartía hábitat. Se quedó sola... Y comenzó a exterminarse a sí misma y al resto de las especies. Los grandes simios, con quienes tenemos un ancestro común, son los únicos homínidos no humanos vivos que quedan, y por ello los estamos eliminando.

Espero que nuestros jóvenes vean más allá que sus adultos y no se queden con ese chimpancé César que se ha hecho capitán de los grandes simios y ferozmente quiere matar al humano. Espero que se queden con la imagen de ese otro chimpancé encerrado en una jaula, que extiende su mano señalando a la puerta para poder ser libre. Que se queden con los ojos del bonobo, del orangután, del gorila o del chimpancé que solo busca vivir en paz en su casa, en su selva. Que se queden con que este mundo está al borde de sufrir grandes calamidades por culpa de muchos de  nuestros políticos y de las multinacionales que solo buscan destruir los recursos naturales para beneficio propio.

Que se queden con el César que ha sido arrancado de su familia, a la que han asesinado, y llevado a un lugar donde, recluido entre rejas en un espacio minúsculo, le practican tortura psicológica, quitándole su derecho a ser libre, y sólo para distracción o disfrute de unos humanos que no tienen empatía ni corazón.

Empatía que parece estar perdiendo la sociedad humana y, con ella, la dignidad de una especie que se cree superior al sentido mismo de la vida.

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