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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

El sendero de Los Cahorros

Senderismo Los Cahorros (2)

Pablo Gómez

Sierra Nevada cuenta con multitud de senderos y caminos con paisajes que varían dependiendo de la ruta elegida, en los que pasear hará que pierdas la noción del tiempo y te adentres a rincones con un encanto único. Para las épocas más calurosas, el senderista busca las suaves temperaturas en aquellos senderos que surcan por las altas cumbres, dejando para el rigor del invierno los senderos que deambulan por la baja y media montaña del macizo.

Los Cahorros están en la baja montaña, no superan los mil metros de altura sobre el nivel marítimo. Es muy visitado en la etapa primaveral, en pleno esplendor de floraciones y colores verdes, aunque el otoño y el invierno no son malas estaciones para poder admirar este hermoso paisaje.

El paraje de Los Cahorros pertenece al término municipal de Monachil, pueblo que aún hoy día mantiene sus costumbres intactas, pese a su cercanía con Granada. Este hermoso cañón de roca caliza está enclavado dentro de los límites del Parque Natural de Sierra Nevada, a su vez se haya muy cercano al Parque Nacional, el cual lo abraza.

Los Cahorros tienen leyenda, no en vano se cuenta que un noble terrateniente cedió los terrenos a los niños de Monachil, con la finalidad de que no se pudiese especular su venta y así protegerlos para el disfrute de todo amante de la naturaleza.

El río Monachil atraviesa Los Cahorros cobijado por un mar de almecinos, rompiendo el silencio en compañía del piar de las grajas y algún que otro salto como consecuencia de la orografía del terreno. Sus frías aguas son más abundantes con el deshielo y buscan de forma incesante su descanso en la desembocadura del río Genil.

Comenzando nuestro sendero

Para empezar nuestra caminata, y una vez llegados a Monachil, seguiremos las indicaciones que nos llevan a Los Cahorros. En el caso de que hayamos venido en vehículo, lo podemos dejar al final del carril de tierra, aunque si vas durante algún fin de semana de primavera o verano, lo mejor es dejarlo en la Era de Portachuelas, que se trata de una explanada situada unos cien metros más arriba de bar Puntarrón.

Una vez consigamos llegar al final de carril, veremos como un sendero estrecho se abre camino junto a un muro de bloques, es aquí donde comenzaremos a pasear. Pronto pasaremos junto a dos cipreses, para brevemente llegar a una zona en la que se halla un pequeño olivar. Continuamos recto buscando un hito de madera, que nos informa que seguimos el camino correcto.

Ahora andaremos junto a una acequia omitiendo una escalera que desciende en nuestro costado derecho, pronto daremos con un puente colgante que nos ayuda con paso desigual a alcanzar la vertiente derecha. El río Monachil suena y a su vez se hace protagonista en nuestra visita, sintiendo el frescor por su cercanía y el tronar de su descenso. Estamos rodeados de grandes paredes calizas de tipo dolomía, en las que no es nada raro encontrar escaladores danzando.

El sendero discurre subiendo unas escaleras, que son interrumpidas por muy poco trecho por un insignificante llano, para seguir nuestro sentido ascendente por otras escaleras. De nuevo nos enfrentaremos a otro puente colgante, poniendo nuevamente a prueba la agilidad y equilibrio del paseante.

Una vez pasado el puente, chocaremos con las ruinas de una casa, girando a nuestra derecha encontraremos otro enorme puente colgante de unos 80 metros. Se trata del más antiguo, de casi 100 años, el cual tras muchas remodelaciones tiene un aspecto sólido y seguro, evitando las desagradables sacudidas e inestabilidad del anterior.

Al otro lado del puente divisamos una caída de agua, otra la dejamos a nuestra derecha con origen de una acequia que atraviesa la roca. A partir de aquí entramos en un lugar más encañonado, caminando sobre un murete de hormigón y pasando junto una enorme pared de roca en la que existen algunas de las rutas de alta dificulta de esta zona de escalada. Continuamos y sorteamos por unos salientes de roca que amenazan con tirarnos al río, con destreza y habilidad lograremos pasar los mismos y tras una curva damos con la Cueva de Las Palomas.

El pintoresco paisaje de Los Cahorros impresiona al visitante conforme completamos el itinerario, observando vistas muy bellas. Este es el caso de la Cueva de Las Palomas, sorprende como el río pasa a través de este caos de roca, nos introducimos en el interior para cruzar hasta el otro lado del boquete, continuando entre desfiladeros con formas redondeadas modeladas por el paso del tiempo.

El camino continúa de manera evidente, aún pisamos el murete de hormigón y seguimos río arriba hasta que el paisaje se abre y abandonamos el muro para pisar por un sendero polvoriento que discurre entre matorrales. Damos con una pequeña caseta en la que consta una fuente en uno de sus lados, conocida por el nombre de Las Azuelas, a la izquierda y por otro puente colgante pasamos al lado opuesto, para seguir el sendero.

El sendero marcha sobre constantes cambios de desnivel y trazos curvos a un lado y otro, los tajos escasean más que pasos atrás, andamos del lado de la solana a la búsqueda de un nuevo cruce del río, continuando por el camino hasta dar con la central hidroeléctrica de La Vega, lugar donde daremos punto y final a nuestro itinerario.

El camino de vuelta

El regreso podemos hacerlo por el mismo camino por el que hemos subido, o bien situarnos pasos atrás y regresar por una pista que nace cercana a la fuente de Las Azuelas, para luego coger en su lado izquierdo un sendero que deambula más alto y nos ofrece vistas desde las grandes paredes de roca caliza.

De forma sinuosa sube y baja, pisando un terreno arenoso de color blanco en el que reflejan los rayos del sol. Continuaremos por el hasta llegar a una cortijada, pasando bajo ella continuamos por un descenso que se inicia junto a otro hito de madera. Desde aquí disfrutaremos de hermosas vistas de Los Cahorros, así como de la vega, del pueblo de Monachil o de Granada.

Continuaremos sin perder de vista las eras de nuestra izquierda, dirigiendo nuestro paso hacia ellas en un descenso prolongado y fatigoso. Una vez en las mismas, el camino baja y rodeado de olivos llegaremos al inicio de nuestro paseo acabando por un paisaje que nos resultará muy familiar.

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