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Adán y el Paraíso

José A. Alemán / José A. Alemán

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El propio Adán Martín asoció su nombre y el Paraíso cuando prometió, al tomar posesión, que procuraría la felicidad de los canarios. Dado que la idea de ''felicidad'' está implícita en la de ''paraíso'', Adán también ironizaba a su costa; sin reparar en que hay ironías matadoras. Esto viene a cuento de la noticia de que los jueces y CC exigen el control de las filtraciones a los medios informativos, desde la Policía y los Juzgados, en los asuntos de corrupción. Creen que los periodistas no están en la calle sino sentados junto al teléfono con la play station puesta, a la espera de la llamada filtradora. Pero, tranquilos: no voy a hablarles del gremio sino a advertirles de que, en el fondo, unos y otros claman por una especie de ley del silencio, aunque sea por diferentes motivos.Ojos que no ven, corazón que no siente, reza el viejo refrán enaltecedor de la ignorancia, del no conocimiento, del no saber lo que ocurre, como esencia de la felicidad; o sea, del Paraíso que son las siete islas Canarias, según la sugerencia del pasodoble dichoso y la propaganda turística.El caso, a lo que iba, es que el intento de que la opinión pública no entre al conocimiento de lo que ocurre puede relacionarse con la felicidad paradisíaca que nos prometiera Adán. Dios, recuerden, prohibió a Adán que comiera del árbol significativamente llamado ''de la Ciencia del Bien y del Mal''; de hacerlo, adquiriría la sabiduría, el conocimiento, la capacidad de discernir y sería como Él. Adán comió y se convirtió en el primer represaliado. Para Hegel, su caída abrió al hombre la posibilidad acceder al conocimiento y lo privó al mismo tiempo del estado de inocencia propio de la condición animal. ''El Paraíso'', escribió, ''es un jardín donde sólo los animales pueden permanecer, pero no los hombres'' al perder la inocencia mediante la adquisición del conocimiento que conduce a la sabiduría con la simbólica mordida a la manzana.No creo que el pensamiento de Adán sea tan elaborado como el de Hegel. Tampoco Paulino tuvo presente, al pedir silencio, la concepción que del Paraíso tuviera el filósofo alemán. Sin embargo, se atiene a ella, al no conocimiento, para conseguir la felicidad; la de los políticos, claro, pues no busca hacernos felices a todos ocultándonos lo que ocurre para que no nos disgustemos y permanezcamos en la ignorancia. Es que te lo ponen a huevo, oye.

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