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Ahora, el cine

José H. Chela / José H. Chela

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Pasó hace nada con la Ley Antialcohol, que puso en pie de guerra al sector vitivinícola de todo el país –un país de cultura y gastronomía mediterráneas- y a buena parte de los medios de comunicación, porque la norma prevista, y retirada de momento y sin sonrojo tras la bronca, les tocaba las muy sensibles narices de la publicidad. Ahora ocurre con la Ley del Cine, que ha soliviantado los ánimos de los exhibidores y hasta los de los actores (menuda historia esta otra, por cierto). El caso es que el gremio de las salas de proyección protesta, entre otras cosas –la columna no da para más- porque en el proyecto legal se mantienen las cuotas para proteger la industria cinematográfica nacional y comunitaria, como ustedes saben. Una peli española o europea por cada tres made in USA, para entendernos. Esa obligatoriedad hace que los cines, cuando toca título español, recauden menos de lo normal y redunde en perjuicio del negocio. Ciertamente, todos los países europeos protegen su cine como un bien cultural incapaz de competir por sí sólo con la potencia americana. Pero, no se puede subvencionar todo por igual y meter en el mismo saco subvencionador las obras de arte del cine español, que las hay, y la bazofia de todo tipo, que es mucho más abundante. En cuanto a los actores, se quejan, desde una perspectiva moral (sic), porque el proyecto no contempla la creatividad de su labor. Je, oigan. Buena parte del cine español actual sufre de una calidad deleznable y asusta al espectador potencial gracias, precisamente, al pésimo trabajo interpretativo de sus protagonistas. Pero, en cualquier caso, lo que se deduce de todas estas situaciones –la del vino y la del cine- es que el Gobierno haría bien si, antes de meterle mano a una nueva ley, se lo pensara un poquito, dialogara con expertos en la materia y consultara a los representantes de los sectores posiblemente afectados. Se ahorrarían disgustos y nos evitarían perplejidades.

José H. Chela

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