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Blindaje de la democracia

Juan José Rodríguez Guerra / Juan José Rodríguez Guerra

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El proceso de democratización de nuestro país, entendiendo como tal la transición de una dictadura de casi cuarenta años a una democracia de corte occidental, se ha dado por concluido hace ya más de dos décadas. Desde entonces y hasta el momento presente, nos hemos dotado de unas instituciones reconocidas y aceptadas por la mayoría de nuestros ciudadanos, rigiéndose por criterios democráticos. Una generación y media de españoles han nacido y se han educado en democracia. El tiempo, obviamente, juega en favor de la misma y así será siempre que velemos por la pervivencia de los valores democráticos.Muchos son los factores que me permiten aseverar que vivimos en una democracia consolidada, entre otros destacar los siguientes:- Contamos con unas instituciones del Estado plenamente democráticas, incluso con el Ejército. Otrora símbolo de desestabilización, hoy es garante del orden constitucional, teniendo su punto de inflexión con la reforma Serra llevada a cabo en la primera legislatura del presidente Felipe González.- Tenemos unas elites políticas, sociales y económicas comprometidas con los valores democráticos. Ya lo demostraron en la transición donde se pactó con la vieja guardia franquista. Muchos de estos últimos hicieron su particular “conversión” a través de la entonces UCD y AP (que abocaron en el actual PP) o por los partidos nacionalistas (la mayoría representan la derecha local), contribuyendo a la legitimación de la democracia.Somos una sociedad bastante homogénea, tanto desde el punto de vista étnico como cultural y de cohesión territorial (ésta ha aumentado precisamente con la democracia), con una clase media muy extensa (dispuesta a no “perder” lo conseguido en aventuras que rompan el actual statu quo) y con una unidad nacional relativamente importante (los separatismos están muy localizados y tienen nulas posibilidades de éxito mientras no se modifique el Art.2 de la Constitución –harto improbable por el consenso existente entre las principales fuerzas políticas del país– que reconoce la indisolubilidad de la Nación española, rematado por el 1.2 que hace descansar la soberanía nacional en el pueblo español, lo cual blinda cualquier modificación en este sentido.- Nuestra pertenencia a la Unión Europea (aparte de otras organizaciones internacionales donde cada vez más tenemos mayor protagonismo), institución supranacional donde uno de los principales requisitos para pertenecer es el tener un sistema democrático (recogido en el Tratado de Roma de 1957), refuerza nuestra democracia, de lo contrario una salida sería bastante perniciosa para nuestros intereses económicos. El mundo financiero y empresarial difícilmente aceptaría esta situación.- Una asignatura en la que no terminamos de aprobar es la no existencia de una sociedad civil fuerte. Este es un déficit crónico de nuestra sociedad, motivado por esa exagerada tendencia del alma española a la individualidad, a moverse centrípetamente (en términos madariaganos). Pero no por ello hay que renunciar, sino todo lo contrario. En este sentido la instrucción y educación se antojan como antídotos. Ante la actual actitud del PP, cuestionando decisiones de los jueces y la aplicación estricta de la Ley vigente, no podemos permanecer impasibles. Hemos de ser los ciudadanos de bien los que tenemos que exigir que no se pierda el principio democrático de la negociación, del diálogo, incluso con aquellos que no estamos de acuerdo, si en dicha empresa nos garantizamos un futuro aún mejor, libre de terrorismo.No debemos perder de vista que vivir en democracia es un lujo, que debemos transmitir a las futuras generaciones, pero que también tiene debilidades, cabiendo la reversibilidad en caso muy extremos. Por ello, con tranquilidad y sin obsesionarse ni con ingenuidad, debemos “cuidarla” habida cuenta que siempre va a haber personas o grupos dispuestos a soliviantarla: de corte étnico, religioso, ideológico, económico... Los demócratas no podemos ser tolerantes con los intolerantes que pretenden hacer callar a los demás, ni con aquellos que haciendo uso del derecho a libertad de expresión atentan contra las minorías, los más débiles, etc. Ante estos comportamientos, la democracia tiene que ser fuerte y aplicar con toda energía las leyes que la salvaguardan.* Profesor universitario de Ciencia Política Juan José Rodríguez Guerra*

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