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China y el nuevo imperialismo por Jorge Suárez Casillas

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Bajo un sistema de gobierno polémico, autoritario y falto de plenas libertades, el Partido Comunista se ha erigido en pilar fundamental del desarrollo chino. Como único estamento capaz de poseer la capacidad de gobierno ha dado reiteradas muestras de vivir anclado en años muy anteriores en el Viejo Continente. Un pequeño grupo oligarca comanda los designios de un país con una masa social que representa un tanto por ciento muy alto de la población total del planeta. Hu Jin Tao, actual presidente, se enfrentó en fechas muy recientes al Congreso del Partido Comunista. En él se debatió acerca de los problemas más candentes de la actualidad del país asiático. La corrupción ha socavado parte del entramado político y es patente a día de hoy, que las diferencias entre la sociedad urbana y la campestre suponen un marco de desigualdad que nos recuerda a la vieja época del Antiguo Régimen europeo. El presidente chino prometió en una de sus comparecencias luchar contra ambas cuestiones. Las leyes para castigar la corrupción serían más severas y las desigualdades entre el campo y la ciudad se irían reduciendo, todo, para llegar a la futura elección del nuevo presidente con los deberes hechos y la sociedad en plenitud de condiciones para apoyar un régimen que pronto cumplirá 60 años.

La emergente economía china ha alcanzado trazos inimaginables, superando con creces los índices de crecimiento de otras naciones todopoderosas como Estados Unidos, Reino Unido, Francia o España (que mantiene un nivel de crecimiento bastante grande en estos momentos). Bien es cierto que hay bastantes problemas a nivel nacional, escasez de infraestructuras en algunos casos, cuasi alarmantes, pero su proyección internacional es tremendamente importante.

La zona de cultivos en China se ha visto dañada en los últimos tiempos por el auge del éxodo rural a las ciudades. Las zonas no urbanas viven, en general, rozando el umbral de la pobreza, las condiciones en particular, son desdeñables y es continuo el azote de fenómenos que mitigan el crecimiento de esta importantísima capa de la sociedad china. Según datos recientes, más de 300 millones de personas malviven con paupérrimos recursos que recuerdan en su contexto a la antigua sociedad clasista de los siglos XV y XVI. La escasez de mano de obra rural afecta al normal desarrollo de un país de estás condiciones. El auge del crecimiento de la natalidad y unos niveles de mortandad comunes, han llevado al país a vivir en una catastrófica situación de superpoblación. Los cultivos de soja (elemento esencial en la cocina del país oriental) no han podido alcanzar los niveles de autoabastecimiento que a duras penas arrastraban en los últimos años. La necesidad imperiosa de luchar por la pervivencia del régimen comunista para los dirigentes del Coloso asiático han llevado a tomar medidas de choque para erradicar una desigualdad entre ciudadanos que puede alterar el curso de la historia que los políticos tenían marcado. La apertura a la inversión privada en China marca un hito en la más reciente temporalidad del país, el Gobierno de Jin Tao ha aceptado que manos privadas entren a formar parte del negocio comercial y de inversión del país, crear empleo se ha convertido en una máxima inexorable para mantener el poder.

De igual manera el nivel de las importaciones chinas ha seguido subiendo escalones, a día e hoy, China necesita de elementos esenciales para la alimentación y el desarrollo industrial que no puede “elaborar” aún dentro de sus fronteras. Argentina se ha convertido en uno de los principales exportadores de soja del mundo, gracias a su relación comercial con China. Alguna región argentina, de hecho, vive, en gran parte, auspiciada por la renta per cápita que dejan las enormes compras de los chinos. El cultivo de soja se ha convertido en una de las principales fuentes de inyección económica en el país latino. En fechas recientes, emisarios de la nación de Mao han visitado el país argenta para seguir negociando nuevos desarrollos en su pacto comercial. Se da la circunstancia de que China ha encontrado un aliado en un país necesitado de reflotar una estructura económica tremendamente necesitada. Después del coloniales europeo (Imperialismo) con intervención militar armada de por medio, en África, luego de la expansión colonialista de los Estados Unidos por el centro y sur de América con títeres de por medio, llega la nueva fórmula para estrechar lazos entre naciones. China, con un excedente prolífico y emergente, tiene necesidades que no puede cubrir dentro de su tierra, y precisa de muchas acciones para ayudar a igualar la situación de cientos de millones de sus ciudadanos que permiten la supervivencia de un sistema político obsoleto, pero que arranca del dogma a los chinos con medidas progresistas que pretenden menoscabar el concepto de dictadura que tenemos en Europa de su sistema político.

China, inversiones de por medio, se asegura, de algún modo una posición cada vez más redundante en el marco internacional. Aumentando grosso modo el nivel de sus importaciones, éstas a su vez, otorgan al país beneficiado un importante caudal de su PIB, que ayuda a unas economías generalmente débiles. Ciertamente, se coloca en este caso, una relación contractual a todas luces. El dinero chino permite rodar a otras naciones, esas otras naciones están íntimamente ligadas al desarrollo chino, pues en primer término, supone también su propio crecimiento. ¿Qué nos deja?, paradójicamente, el más democrático de los movimientos imperialistas conocidos hasta la fecha. El Goliat financiero se asegura que su particular David trabaje con él codo con codo, bajo amenaza de utilizar la honda en el sentido inverso a la tradición.

* Jorge Suárez Casillas es miembro de las Juventudes Socialistas de la Agrupación Juan Negrín

Jorge Suárez Casillas *

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