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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal
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El Congreso en Carnavales

Carlos Juma

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La artística ave gallinácea que da nombre al arte de entorpecer el encuentro de soluciones, y a la que se le da vueltas sin fin, se llama perdiz. Y perdidos andamos en estos tiempos de carnavales.

La insistencia del Sr. Sánchez, don Pedro, en negarse a entablar un diálogo mínimo con el vencedor en votos de las elecciones del 20D fue pura cabezonería; de tan alta mesura como las ansias de ser designado candidato a la presidencia del gobierno de España.

Ahora, por contra, le toca al diz que funcionante Presidente Sr. Rajoy negarse a practicar cualquier paso que permita alcanzar un acuerdo para la gobernabilidad de nuestra España. Ni siquiera callarse, que es oro.

Parece ser que la aritmética no fue asignatura de relieve en la formación académica de ambos candidatos ..Para farol tú, farol yo.

Y por si fuera poco, los desatinos con que nos han regado los oídos en los comicios pasados son paradigma del despropósito. No es vano que ahora pretendan los políticos desdecirse de aquellas frases lapidarias,- que por lapidarias escritas están sobre piedras-.

La memoria tiene el encono de recordarnos una y otra vez lo que se dijo y lo que no, y a fuer de ser sinceros, la población española goza de buena salud cognitiva hasta el punto de persistir en el empecinamiento de bandos que nos llevaron a una vergonzante guerra entre hermanos.

La altura de miras tiene el problema de provocar vértigo.

El arribo a las costas del Congreso de sangre nueva, joven, hace temblar los cimientos del conservadurismo. Y tiene su aquél, puede que hasta su razón pero la gerontocracia no cambia la sociedad, salvo que lleve el renovado espíritu del desafío y de la indignación.

El hartazgo de la situación actual con dimes y diretes calienta los motores de la inquina. No hay ni uno que se asome con razón, con la pausa precisa, que haga posible el gobierno de la nación.

A los ciudadanos no les faltan las ganas de enviar a los procelosos mares fecales tanta actitud pétrea, tan llena de truenos y relámpagos. No hay manera de que hagan llover sobre nuestras cabezas el agua clara de la lluvia refrescante.

Mucho me temo que, de haber debate de investidura, la gobernabilidad va a durar lo que un caramelo a las puertas de un colegio. Y si a esto le llaman Segunda Transición que baje alguien y lo vea.

Falla la generosidad, la aspiración al bien común y sobra la cerrazón. Ciertamente, no se puede estrechar una mano con el puño cerrado. Esta jaula de grillos no se puede acallar gritando más que todos ellos.

¿Es esta la madurez de nuestra democracia? Sólo se me ocurre mandarlos a todos, sin excepción, al carajo la vela; desde allá arriba se verá la situación de manera diferente.

¿Líneas rojas? Que risa, querida Marisa. La atracción que ejerce el poder es tan grande que son capaces de renunciar a todo por conseguir nada. En esas estamos.

Todos retrasan este período de tiempo porque a fin de cuentas lo que prevalece es el íntimo deseo de que vayamos de nuevo a las urnas. Y todos se están armando para la pelea de las urnas. Unos con su enfado comprensible, otros con el quehacer de haber gobernado aunque sea por poco tiempo.

Pero antes habrá que aclarar si lo que nos ofrecen es un pacto de las izquierdas contra la derecha o de la derecha contra las izquierdas, y dejarse de majaderías de sumas parciales o de número de votos. Hagan una oferta clara y que gobierne el que gane.

Mientras tanto, y parafraseando el proverbio africano estaremos de acuerdo en que cuando dos elefantes luchan quién sufre es la hierba. Aunque como decía el viejo canario socarrón, “mirándolo bien se ve mejor”. Y como no hay mal que por bien no venga, igual estamos mejor sin políticos, y para ejemplo, Bélgica.

Menudo carajal de baile de disfraces. Desde que la fealdad se cubrió con el ropaje de la hermosura y ésta con los harapos de la fealdad, no sabremos quién es quién. Sigamos en Carnavales por las siglas de las siglas, amén.

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