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Cumbre climática: No tan histórico éxito

Teo Mesa

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Los 165 países asistentes a la cumbre del cambio climático en París, han firmado un primer protocolo unánime, para la reducción de gases de efecto invernadero a largo plazo. De histórico lo calificaron. Pero ese compromiso no les obliga ­legalmente a reducir de forma vinculante las emisiones. Es decir, no habrá ninguna sanción si se incumple esta responsabilidad. Solo deberán presentar cada cinco años, la cantidad de gases emitidos a la atmósfera (que como siempre, se trampeará). Por lo que el optimismo exultante no es para morirse de éxito. Al igual que el fracasado protocolo de Kioto, se incumplirá por no haber un convenio de vinculación jurídica.

Esto es imposible un acuerdo total porque no existe un principio ético y de respeto a la Naturaleza y toda la vida que en ella mora. De antemano y a sabiendas de lo que ha ocurrido en las anteriores convenciones sobre el cambio climático, no se iba a solucionar este nefando asunto de la reducción del dióxido de carbono (CO2) emitido al medioambiente, por la industria y los coches.

Ni siquiera hubo acuerdos sobre el Fondo Verde de 100.000 millones de dólares que comenzará a sufragarse desde el próximo año 2020. Compromiso que desde 2009, asumieron las potencias desarrolladas que destinarían esa cantidad total, para paliar los daños que se ocasionan a los países no desarrollados industrialmente o los más pobres de la Tierra, los cuales sufrirán los peores embates climáticos. Con este dinero ayudarán crecer en sus economías sin las perniciosas emisiones de CO2. Cifra que estará por cumplirse en su cuantía.

La llamada “diferenciación”, como se conoce los esfuerzos de a quienes debe corresponder mayores responsabilidades por la quema de combustibles fósiles en los países desarrollados. En este asunto hubo total desacuerdo entre la UE y la dura oposición negociadora de China. Fundamenta el país asiático que ellos son aún un país emergente industrialmente y quien debe asumir los compromisos son los que primariamente han contaminado la atmósfera desde la revolución industrial, como ha sido Europa en el siglo XVIII.

Los países petroleros han exigido la anulación del término “descarbonicazión” (otro nuevo vocablo climático), que conlleva la reducción paulatina, sin periodos de tiempo (y de futura prohibición) de los productos de quema de combustibles fósiles: gas, carbón y petróleo. Solo se enuncia, a modo de gentileza bondadosa: “la neutralidad en las emisiones de gases de efecto invernadero para 2050”. Todo un generoso propósito de los mercachifles que enferman la Naturaleza.

Como era lógico, e incoherente solidariamente, los EEUU no pueden firmar pacto alguno que sea impuesto por un tratado de la comunidad internacional. Esta firma le obligaría a reducir legalmente las emisiones de los gases. Por esta razón se niegan a firmar documento alguno donde exista una responsabilidad de vinculación jurídica en la reducción de gases de efecto invernadero. Solo se ha convenido en un compromiso de reducción a partir del año 2050, por parte del Estado norteamericano.

Aquella firma ante la comunidad internacional iría en contra su propio sino imperialista y hegemonista global. El Senado estadounidense, compuesto en su mayoría por la facción republicana, crucificaría al presidente Barak Obama. Poco les importa a EEUU emitir el 25% de gases de CO2, el segundo contaminante después de China, con un 30%.

Tampoco estos futuros recortes de emisiones para el año cincuenta —quizá sea demasiado tarde—, disgustan a los países productores de petróleo y a la misma China. La cumbre ha claudicado bochornosamente por las presiones de los países petroleros. Ante este muy interesado desacuerdo para la calidad del medioambiente y de la vida en la biodiversidad.

Supuestamente se pretende que para 2100 no se llegue a los 2 grados de aumento de la temperatura global. La ideal en esta alocada carrera del consumo industrial será que no llegue a 1,5 grados. Los expertos auguran que se llegará, por esta inconsciente irresponsabilidad de los dirigentes estatales, que se puede llegar a los fatídicos 3 grados de aumento. Temperatura que sería irreparablemente catastrófica.

No se expone en esta cumbre ni en las anteriores sobre el clima, que la solución global estará en el uso de las energías limpias: eólicas, solares y mareomotriz. Pero habrá que empezar por desarrollarlas con inversiones económicas y cambiar de forma paulatina todas las infraestructuras para la reconversión del uso de las renovables.

El clamor popular habido en días previos al cónclave climático en París —y durante la celebración, en la misma capital parisina—, por gran parte de la concienciada responsabilidad de tantas gentes para que se anulen definitivamente las emisiones de CO2, con manifestaciones mundiales en la proclamada Marcha Mundial por el Clima, no se le ha hecho puñetero caso.

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