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Democracia y crecimiento económico

Juani Alonso, Álvaro Gámez, Adriana Trujillo y Manuel Romero

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Desde hace ya algunos años uno de los principales objetivos de los gobiernos de muchos países es el crecimiento económico, entendiéndolo como el aumento de la renta o el valor de la producción de un país en un periodo de tiempo determinado. A diario se publican numerosas cifras sobre cuál es la situación actual de los países en términos de crecimiento y cuál es su previsión para los siguientes períodos. El pasado miércoles nos despertábamos con la noticia de que la Comisión Europea había subido la previsión para España hasta el 2.6%, sirviendo este hecho como base para la candidatura de Luis de Guindos como futuro vicepresidente del Banco Central Europeo.

Sin duda alguna la palabra que más resalta de la definición es “aumento” y esto se asocia a que con tasas más altas de crecimiento económico los países se encuentran en situaciones económicas más favorables y una mejora del bienestar para todos los ciudadanos. Esta proposición generaría diferentes preguntas, entre ellas: ¿crecimiento económico implica bienestar social? ¿Qué es lo que genera crecimiento económico, es decir, como podemos explicarlo? ¿Cómo influye el tipo de régimen político vigente en un país con su tasa de crecimiento?

John Gerring, junto con Phillip Bond, William Barndt y Carolina Moreno en su artículo “Democracy and Economic Growth” publicado en World Politics en 2005, han intentado dar respuesta a esta última pregunta basándose en fundamentos matemáticos y estadísticos, tratando de evaluar el papel que tiene la democracia en el crecimiento económico. La evidencia que encuentran es que los años de democracia y buenas prácticas de políticas públicas generan la formación de lo que denominan un stock de capital político, físico, humano y social. El capital político se traduce en el stock de herramientas y factores que garantizan la buena calidad de los sistemas gubernamentales (bajos niveles de corrupción, burocracia ágil, transparencia, etc.). Este stock crece con la continuidad del sistema democrático en el tiempo. El capital físico son los recursos materiales generados en la economía el capital humano se mide en términos de educación, sanidad pública y esperanza de vida de la población. El capital social es el conjunto de patrones de las relaciones sociales y de trabajo de los individuos. Es la acumulación del capital político, proporcionado por la persistencia de regímenes democráticos en los países, lo que permite acelerar el crecimiento económico y aumentar el stock de capital físico, humano y social.

Durante este proceso se espera que los ciudadanos entiendan la política como una tarea de la sociedad (demos-kratos, gobierno del pueblo) y que los gobernantes tomen conciencia de la importancia de sostener los efectos positivos de las políticas públicas en el largo plazo. Así, mientras se democratizan las instituciones y se acumula capital político, el país está destinado a crecer o mejorar en términos económicos (creciendo su stock de recursos o capital físico, humano y social).

También mejora en términos de bienestar al garantizarse con la democracia un mejor desarrollo del papel del gobierno en la economía. Las mejoras derivadas de la institucionalización, como los cambios en las leyes electorales, la estructura del poder político o los derechos de propiedad, permiten desarrollar políticas públicas más eficientes y permear la riqueza en la sociedad a largo plazo. Los resultados obtenidos fueron claros, la variable democracia tenía un efecto significativo y positivo sobre el crecimiento económico evaluado en el tiempo. Esto nos mostraba que la práctica de la democracia continuada en el tiempo reflejaba la posibilidad de llevar a cabo diversas políticas y evaluar cuales conducen a su crecimiento económico, en otras palabras, a base de ensayo y error aprender y conseguir mejores resultados económicos en el tiempo.

Vincular esta idea con la realidad conlleva a una correcta democracia, es decir, entender la democracia como la residencia del poder en los ciudadanos y esto se consigue con una correcta representación política. De este modo se garantizará que en las decisiones de políticas públicas se tengan en cuenta las preferencias de los individuos y se lleven a cabo políticas y proyectos que sean socialmente deseables.

Esto ocurre en la medida en que el sistema de gobierno implantado y el sistema electoral creado para su confrontación lo permitan y es aquí donde radica la importancia de la democracia como máxima expresión de la representación y la inclusión ciudadana. En definitiva, existe un rendimiento creciente en la eficacia de las políticas públicas ligado a un proceso de democratización continua de las instituciones, acercándose cada vez más al objetivo de alcanzar el máximo bienestar social posible compatible con un crecimiento económico sostenido en el largo plazo.

*Juani Alonso, Álvaro Gámez y Adriana Trujillo son estudiantes de Grado de Economía de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Manuel Romero es profesor titular de la citada universidad.

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