La División, error histórico

El error no fue la ruptura de una unidad regional tan inexistente entonces como ahora. Explicaba en aquel trabajo lo que todavía pienso: el error histórico fue torpedear y desnaturalizar la ley Cabildos de 1912; la División de 1927, su consecuencia lógica y obligada por necesaria como estaban las cosas. El error fue, decía y sigo diciendo, no aprovechar el cheque en blanco de la ley de Cabildos, que abría la posibilidad de construir la unidad regional mediante la libre y voluntaria mancomunación de base contractual de unos cabildos dotados de autonomías insulares; se prefirió seguir el camino que hizo inevitable la División. Una vez constatada la falta de voluntad política para explorar la mejor solución teórica (los Cabildos), fue precisa la División para evitar males mayores.En este sentido, Agustín Millares Cantero ha ampliado la perspectiva de los análisis de aquellos hechos señalando que a favor de la División estuvieron las fuerzas progresistas de la época; seguramente hubieran querido otra cosa, pero a la fuerza ahorcan y no quedaba ya otra salida para tener la fiesta en paz.Algo parecido ocurrió cuando la polémica universitaria. Lo racional era que La Laguna se desdoblara y cubriera las necesidades de las demás islas, entre otras las muy apremiantes de Gran Canaria. Se negó a hacerlo y hubo que ir a por la creación de la Universidad de Las Palmas: no podía tolerarse que siguieran acumulándose generaciones de jóvenes sin acceso a la enseñanza universitaria, a la espera de que las autoridades académicas de La Laguna abandonaran su concepción dieciochesca del “privilegio” universitario y promovieran la organización universitaria ideal sobre el papel. Ocurrió de nuevo lo lógico y obligado. Algo deberíamos haber aprendido, pero no ha sido así. Por mucho que digan, el sistema autonómico reproduce en buena medida situaciones que creíamos superadas. Los viejos demonios vuelven a visitarnos y algo habrá de hacerse para que no nos coman por las patas.