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Elecciones en el bosque del Fauno por José A. Younis Hernández

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Si en la política no hay política; si en la información periodística no hay información, ¿de qué asombrarse si la argumentación y el debate intelectual también han abandonado a la universidad?: la vida intelectual sin vida intelectual. La universidad contra la universidad. La sociedad contra la sociedad.El clima de hastío no procede de que haya sociedad sin sociedad, sino de que haya sociedad contra sociedad. La lógica no es preguntar, hablar y argumentar, la lógica es por qué no piensas en mí, por qué no eres como yo. Ya no es ponerse en el “lugar de” o ser “solidario con”. Así fue que una alumna, ante la huelga de los profesores universitarios de hace un par de años me recriminó “¿es que ustedes los profesores no piensan en los alumnos?”. Piensa en mí cuando sufras, cuando llores también piensa en mí, dice la letra de una canción de Luz Casal. Ella no sufría por mí, sufría por ella. Si hay huelga, si hay descontento social, si hay abusos de poder, si hay manipulación de sentimientos, eso no importa, importo yo, yo y los míos. ¿Por qué no preguntar por las causas o por lo menos exigir que se explique las razones del descontento, de la huelga o de cualquier otro descontento en general? Porque nuestro alumnado universitario es una criatura fundida a la imagen y semejanza de lo que hay y no hay en la universidad: hay el no pensar colectivo y hay el pensar individual; es decir: no hay política, no hay comunidad, no hay “ciudadanía universitaria”. Hay docilidad del pensamiento domesticado que percibe cualquier reivindicación no como una oportunidad del para qué y el por qué, sino como una oportunidad para postularse como víctima moralmente superior. Cualquier conflicto es un conflicto entre grupos con intereses contrapuestos, dentro de la universidad o donde sea, más que expresión de la sociedad y los poderes que nos enfrentan. Las causas no interesan.Ya están aquí, llegaron ya las elecciones al gobierno de la universidad. Como ya ha sucedido, los alumnos votarán en poca cantidad. Y las candidaturas harán lo posible por ganarse sus votos, pero ganar votos sin hacer política, es decir, sin debate profundo de ideas, de concepciones y de valores institucionales convenientes. ¿Habrá, como ya ocurrió, comercio de votos? El mercadeo de gratificaciones fue una opción válida cuando un grupo de alumnos, hoy colocados y situados en puestos de trabajo dentro de la universidad, dijeron públicamente en la prensa el sábado, 21 de marzo de 1998: “Proyecto Universitario propone el voto conjunto del alumnado a uno de los candidatos a Rector”. Y que “el grupo está dispuesto a negociar con los aspirantes al gobierno de la ULPGC”. ¿Se dan cuenta?, dicen que se trata de negociar, ¿negociar? No debatir, no argumentar, sino negociar. Jolines con el idioma. Ya sabemos, a día de hoy, qué recibieron a cambio como premio, y, uno de ellos, acusado por la justicia espera su destino. Así se hace política y así, desde la incomodidad de la impostura, recordemos de nuevo a mi alumna, símbolo del estudiando como producto ideológico guisado en la sartén de la propia universidad, cuando pide que se piense en ella, que sufre y llora. Las encuestas sobre juventud, desgraciadamente, cuentan que comparativamente son los jóvenes conservadores los que acuden a cualquier urna a dar su voto, más interesados en preservar sus privilegios o en ganar posiciones sociales cada vez más competidas en la carrera de obstáculos que les ha tocado. Por eso no es de extrañar que prefieran hacer su agosto que hacer política. No se trata de ideas e ideales, sino de materia y materiales. No hay más pretensiones que las que circulan alrededor de sus propias cinturas, de sus propios egos o de sus propios bolsillos. Y esa es la herencia que la universidad, más unos profesores que otros, está cultivando. Un antiguo y apreciado profesor lagunero, decía que hay quienes enseñan y hay quienes hacen dinámica de grupo. Ahora, muchos estudiantes creen que los que enseñamos conceptos y ofrecemos un mapa de la realidad social y sus actores somos aburridos, que la preparación de la emancipación, la conciencia de sí y del nosotros nos va mejor con coca-cola y técnicas de habilidad social para medrar. Hay quienes se dedican a cultivar el entretenimiento y las técnicas superficiales para no lastimar las tiernas mentes de sus pupilos, no sea que piensen y paran con dolor las ideas que les haga cambiar su visión del lugar que ocupan en este mundo. Una política sin política, no cohesiona sentimientos de comunidad universitaria porque no se basa en la razón colectiva, sino en la razón del mercadeo, del yo te doy si tú me das. En este contexto, no se tratan problemas, la existencia objetiva de asuntos por resolver. Se tratan posiciones, gratificaciones, cadenas de recompensas para ver dónde quedo yo y dónde quedas tú. Se ha apagado el deseo de emancipación a través del cambio social utilizando como instrumento la lucha política. En su lugar, se ha encendido el cambio para no cambiar, la política como negociación para no hacer política. Y el nuevo instrumento es: “vamos a negociar, ¿qué me das si yo te doy?”. Así están las cosas. José A. Younis Hernández

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