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Euromezquindad

José H. Chela / José H. Chela

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Pero, una cosa es Europa y, otra muy distinta, la UE. Ese club mercantilista, hiperburocratizado, de kafkiana complejidad, de caprichosa composición e inextricable funcionamiento, cuyos objetivos parecen consistir en complicarnos la vida y hacernos la existencia cada vez más difícil a los urbanitas, al tiempo que en convencer a los europeos que aman el campo y el mar y que tratan de trabajar en tan tradicionales entornos de que cualquier esfuerzo por mejorar las cosas tropezará con la inflexibilidad de unas directrices y normativas establecidas para que desistan de su empeño. Si tienen viñas, habrá que arrancarlas, si tienen vacas se verán obligados a sacrificarlas, si plantan grano, nadie les ayudará, si quieren pescar, se lo prohibirán o comprarán el barco que habrá de ser vendido obligatoriamente… No me gusta la UE, que reparte fondos –fondos que no salen de un arca mágica, naturalmente- para hacer un montón de cosas que sirven mayormente para que los ayuntamientos presuman y para realizar cantidad de actividades (culturales por ejemplo) absolutamente estúpidas y sin sentido. De vez en cuando, en un determinado departamento de tal o cual institución crece la inquietud y la preocupación. - Pero, ¿qué les pasa? - Nada. Estamos pensando. Tenemos que gastarnos equismileuros (pongan la cifra que quieran los lectores) de los fondos Purrufuafuá de la UE –pongamos por caso- antes de dos meses, porque si no, los perdemos. Y para no perderlos, organizan cualquier machangada. Como eso pasa, al mismo tiempo, en miles de sitios de Europa, es imposible calcular el derroche exacto de dinero comunitario malgastado en chaflamejadas sin utilidad alguna. Pero, la UE, aparentemente generosa, es, en realidad y demasiadas veces, mezquina. España no ha hecho entrar en vigor todavía una norma comunitaria que impone ¡un canon por el préstamo de libros en las bibliotecas públicas! Algo absurdo e inimaginable. Lo recaudado iría, en teoría, a las sociedades de autores. Pero, los autores e intelectuales abominan de la medida. Les parece, como a cualquiera, disparatada. Las bibliotecas públicas han de ser eso, públicas y, como tal, gratuitas. Pero, si el Gobierno de Zapatero no instaura el dichoso canon, se verá obligado a pagar una multa a Bruselas. - Pues que la paguen y santas pascuas – propondrá aliviado el lector. No es tan sencillo. La sanción económica de marras, además de ser la multa más injusta del mundo –pero, no recurrible- tiene carácter diario y continuado: 300.000 euros diarios hasta que se entre por el aro. ¿Hay o no motivos para no sentirse, de vez en cuando, entusiásticamente europeo?

José H. Chela

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