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Historia de una muela

Juan García Luján / Juan García Luján

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Así estaban las cosas cuando se me hinchó la boca y me empezó a dolerme la muela. Fui al dentista. Me dieron cita para la misma semana, pasé 48 horas admirando a la consejera de Sanidad y creyendo en el pacto sanitario. Me mandaron unos antibióticos y encargaron una radiografía. Dos semanas después me hice la radiografía y me llamaron del dentista. Después de ver la radiografía me dijo: “le voy a mandar al maxilofacial”, que es como un dentista que no sólo te abre la boca y te la mira, sino que te saca los dientes.

A los tres o cuatro meses me llamaron del Hospital Dr Negrín. Entré en la consulta del maxilofacial del Negrín pensando que me iba a quitar la muela malita. Pero el hombre no me abrió la boca, sólo abrío un sobre, sacó una radiografía, la miró y firmó el parte de intervención quirúrgica para extraer mi muela malita. “¿Cuándo me operarán?”, le pregunté. “Sólo puedo decirle que ha entrado usted en las listas de espera de Sanidad”. Recuerdo que la misma semana que me vio el maxilofacial o lector de radiografías también vi la primera ecografía de mi segundo hijo. Mientras esperaba la llamada para la muela engordaba la barriga de mi amada compañera. Tenía miedo de que me citaran para sacarme la muela el día del parto. Pero pasaron los nueve meses, llegaron las contracciones, el ingreso en el Materno y el chiquillo. Fui feliz testigo del parto. Recibí al bebé con mis brazos abiertos y con mi sonrisa que incluía mi muela malita.

Cambié de trabajo. Mari Mar Julios también. El pueblo prácticamente la mandó al paro, pero el sistema electoral la metió en el Parlamento dejando fuera a los candidatos de Nueva Canarias, que sacaron más del doble de votos. Nombraron consejera de Sanidad a Mercedes Roldós, en el programa de gobierno Roldós se recogía el Pacto por la Sanidad que la nueva consejera había detestado públicamente. Roldós incrementó el presupuesto para la sanidad privada y los gastos de protocolo, el mes de las elecciones generales presentó al personal de chaquetas verdes que un tribunal laboral declaró después ilegales. Y mi muela malita seguía esperando.

No sólo crecía el negocio de la sanidad privada sino que mi hijo seguía creciendo. Y le nacieron sus primeros dientes. Hace diez días le nació su sexto dientito, está guapísimo. Al día siguiente me llamaron por teléfono desde una clínica privada. Queremos sacarle su muela. Les pregunté incrédulo: ¿ustedes están seguros?, yo no uso la sanidad privada. Me respondieron que desde le Negrín les habían mandado en septiembre mi parte médico, y que este jueves me esperaba el odontólogo, que debe ser un ser superior a los dentistas (que te mandan al maxilofacial) y a los maxilofaciales (mirones de radiografías).

Ayer fui dispuesto a entregar mi muela a una clínica privada. El negocio es muy sencillo, con mis impuestos pago a unos políticos que destinan parte de ese dinero a los hospitales privados. Al final los dueños de estos centros se quedan con mis impuestos y con mi muela malita. Llegué a la clínica y firmé dos folios donde decía que me habían explicado con palabras entendibles que me iban a anestesiar y que se podría complicar el tema y podía morirme. En realidad no me explicaron nada, pero yo firmé después de añadir “he leído”. Pasé a la consulta y el odontólogo, un tipo simpático y con pinta profesional, me dijo que mi muela gozaba de buena salud. “¿Por qué se la quiere quitar?”, me preguntó con tono inquisitorial, como acusándome de ser un tipo con complejos físicos que no acepta sus muelas. Mire, yo ya ni me acuerdo, yo sólo sé que hace un año y medio un médico del Negrín vio esa radiografía que usted tiene ahí y me dijo que había que quitarme este cordal. Pues yo creo que le conviene dejársela, porque la muela no está picada y funciona.

Así que me marché a la radio con mi muela malita, que se puso sana después de un año y medio de paseo por varias consultas médicas. No sé si Roldós le pagará al hospital por la extracción que no existió o me pagará a mí por abandonar las listas de espera sin darle gastos. La historia de mi muela es una tontería al lado de la cantidad de gente que espera una cita por unos análisis, por una radiografía, por una intervención quirúrgica. Hace unos años llamaron a mi abuela para darle hora para el especialista, mi tía Fefa les dijo que fueran a buscarla al cementerio San Lázaro, donde descansaba en paz desde hacía unos meses. Tengo suerte, yo pude aguantar más tiempo que la viejita en la lista de espera y contarles la historia de mi muela.

Juan García Luján

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