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Historias de curas viciosos

Juan García Luján / Juan García Luján

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También en Boston el sacerdote católico Paul Shanley acabó sentado en el banquillo de los acusados. Shanley admitió que pertenecía a clubs donde se promovía el sexo entre adultos y niños menores de edad. El cura dijo que ayudó a niños a drogarse antes de que practicaran el sexo con adultos. En su diario personal, el sacerdote católico confesó que su vida “ no fue una lucha para elegir entre el bien y el mal, sino una elección entre el menor de los demonios”. Los sacerdotes John Geoghan y Paul Shanley no fueron los únicos que en el año 2002 protagonizaron casos de abusos sexuales de menores, pero sí fueron los más escandalosos por su reincidencia. ¿Cómo puede un cura llegar a abusar de 130 niños diferentes sin que se enteren sus padres ? La explicación es sencilla: siempre gozaron de la protección de su jefe. El cardenal de Boston, Benard Law, no tomó ninguna medida contra los sacerdotes pederastas a pesar de las distintas denuncias que realizaban los padres de sus víctimas. Cada vez que se producía una denuncia contra uno de sus sacerdotes Bernard Law trasladaba al cura denunciado a otra parroquia, y no advertía a los feligreses del posible peligro al que quedaban expuestos sus hijos. Cuando los padres se daban cuenta ya era demasiado tarde. A pesar de la actitud protectora de Bernard Law hacia los curas pederastas, el Vaticano no tomó ninguna medida contra el cardenal. Cuando el escándalo se publicó en los medios de comunicación y algunos curas fueron condenados a la cárcel, el Papa Juan Pablo II reaccionó con Bernard Law de la misma forma que él había actuado con los sacerdotes, lo trasladó a Roma y lo nombró Arcipreste de la Basílica Santa María Mayor. Bernard Law admitió su “error”, pero no renunció a su cargo. El 11 de abril de 2005 Bernard Law presidió una ceremonia religiosa en honor a Juan Pablo II mientras las familias de algunos niños que habían sufrido abusos sexuales por parte de los curas de Boston se manifestaban pacíficamente en las puertas del templo.

También en Estados Unidos el arzobispo de Los Ángeles, Roger Mahony y el obispo de San Diego, Robert Brom, tuvieron que explicar ante los tribunales civiles por qué protegieron a decenas de curas denunciados por abusar sexualmente de menores, los dirigentes eclesiásticos cambiaban a los sacerdotes de parroquia cada vez que eran denunciados. Mientras se producían los escándalos de los sacerdotes pederastas en Estados Unidos, en España, también en el año 2002 el sacerdote José Montero declaró a la revista Zero “ Doy gracias a Dios por ser gay, porque eso me ha proporcionado la capacidad de amar”. El cura reconocía que no cumplía el celibato. El obispado no tardó una semana en tomar medidas disciplinarias: el párroco fue apartado de todas las funciones que ejercía en la parroquia de Valverde del Camino.

La reacción represiva de la jerarquía católica española contra el sacerdote andaluz contrasta con la actitud permisiva de los obispos norteamericanos con los curas pederastas. Por supuesto que todos esos religiosos denunciados y condenados, siempre predicaron desde el púlpito los males de la homosexualidad. Los curas pederastas fueron protegidos por la jerarquía porque predicaban la doctrina oficial de la iglesia católica, esa que acaba de recordar el obispo de Tenerife, Bernardo Álvarez, en sus declaraciones al diario La Opinión : “ sólo un 6 % de los homosexuales se deben a cuestiones biológicas. No hay que confundir la homosexualidad como necesidad existencial de una persona con la que es practicada como vicio”. El obispo nivariense comparó a los homosexuales con los pederastas. Cuando la periodista reacciona ante tremenda barbaridad y aclara que los abusos sexuales a menores no son consentidos, el obispo responde que “ hay adolescentes de 13 años que son menores y están perfectamente de acuerdo y, además, deseándolo. Incluso si te descuidas te provocan”.

Habrá gente que piense que hay que respetar la libertad de los líderes religiosos de difundir su doctrina. Pero conviene recordar varias cosas: buena parte del dinero de la iglesia católica proviene de los impuestos que pagamos todos, las reformas del obispado de Tenerife también las pagaremos los ciudadanos canarios con nuestros impuestos. En Canarias no existe libertad de expresión para montar una emisora de radio o de televisión. Se trata de concesiones que da el ejecutivo canario. Y para la Televisión Digital Terrestre se han dado dos canales: uno para Antena 3 y otro que dependerá de este obispo homófobo y de sus jefes de Madrid. Por tanto, lo que hacen y dicen estos señores (o monseñores) nos influye aunque no queramos. Por último dos preguntas al obispo de Tenerife: el padre John Geoghan que abusó de 130 niños ¿fue provocado por esos menores?¿ y los curas pederastas abusan de los menores por razones biológicas o por vicio? Por favor, señor obispo, respóndame en el primer programa de la nueva Televisión Digital Terrestre que usted tendrá a su disposición gracias al gobierno canario.

Juan García Luján

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