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Ipad

José María García Linares / José María García Linares

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La Navidad está a la vuelta de la esquina. No, no estoy hablando de ninguna prostituta de Barcelona, de ésas que se persiguen ahora para que no las vea el Santo Padre cuando haga el honor de visitar una gran urbe, pero este no es el tema. Me refiero a los fastos navideños, cargados de excesos de todo signo. Ya se ven adornos, portavelas y espumillones. Ya está a la venta toda la felicidad posible, qué maravilla. Este año, sin embargo, esperaremos más que nunca a que la alegría baje un 50%, porque los bolsillos estarán en diciembre más pelados que otros años. Por ahí se hacen cálculos de lo que los funcionarios vamos a perder en la paga extraordinaria. Todo lo que nos quiten, se lo quitan al comercio, porque ya se sabe que más de la mitad de ese sueldo extra acababa en Zara, Cortefiel, Woman Secret y demás. El tijeretazo se notará ahora más que nunca, por muy ilegal que resulte ser, por mucho Tribunal Constitucional y todo lo demás. Desde luego que de lo que gastábamos en años anteriores no gastaremos ni la mitad. Qué ojo. Qué política económica tan bien estudiada.

Yo, por si acaso, he trincado mi Ipad ahora que puedo (financiado por mis padres, benditos sean) y he puesto pies en polvorosa. Hasta dónde llegará la Informática, si es que podemos seguir llamándola así y no 'la vida misma'. En poco más de lo que es el tamaño de una cuartilla, sin teclado, sin monitor y sin ratón, prácticamente cabe el mundo, o al menos este 'mundo nuevo' que las tecnologías han traído para sustituir al otro. Vas usando el dedo para pasar de un programa a otro, de una ventana a la siguiente, de un video a un texto. Algo así tuvieron que provocar los primeros libros cuando surgió la imprenta. Todo un universo en la palma de la mano, la sospecha de lo inabarcable conforme pasabas las páginas.

Algo así debió de sentir Sánchez Dragó no sólo cuando escribió sobre sus “zorritas” de 13 años, sino cuando descubrió que hay gente en España que, efectivamente, lee lo que él publica. Es lo que ocurre con la hoja impresa, que a diferencia de la digital, no se desvanece en el vació ni en las memorias saturadas. Un escaparate cualquiera seguirá señalando sus desaguisados lingüísticos y morales, que no literarios. Con lo que llegamos, así, a uno de los problemas fundamentales del mundo editorial español, que por encima de la calidad y el rigor de un texto se encuentra el nombre propio del autor convertido en franquicia. ¿Se leyó alguien de Planeta el manuscrito de este libro infecto? ¿Alguien de los que lo presentaron llegó a terminarlo? Da igual. Es conocido ergo se publica.

Total, que estoy deseando llegar a casa para conectar el Ipad y ponerme dedos a la obra. Prometo escribir alguna columna con el aparatito, a ver si queda igual. Mientras lo voy desenvolviendo en el asiento de atrás del coche, Santa Cruz se aleja, entrada ya la noche, con todo su señorío y su calidez, con su tranquilo mar y sus amplias avenidas. Ay, Santa Cruz? Parezco la Pradera con los Sabandeños.

José María García Linares

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