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Llámame tonto

Cristóbal D. Peñate

Ana Oramas puede presumir desde este martes de ser la diputada más valorada entre los portavoces del Congreso de los Diputados, según el último barómetro del Centro de Investigaciones Sociológicas. Sin embargo, tampoco puede ir con la cabeza muy alta ya que suspende como el resto aunque con mejor nota, con un suspenso alto, pero cate al fin y al cabo.

Es curioso que Oramas sea la portavoz mejor valorada cuando no la conoce ni el 10% de los encuestados, o sea, ni tan siquiera uno de cada diez españoles. El grado de conocimiento es de un 9,3% mientras que la encuesta le otorga una nota de un 4,36, por lo que solo la aprobaría el típico profesor pasota de suficiente general.

No siempre es bueno ser la política más valorada. Eso ya le pasó a Rosa Díez hace unos pocos años, cuando le ganaba holgadamente en valoración al presidente Rajoy y a su rival y sin embargo enemigo Albert Rivera. Poco después de ser la más valorada tiró la toalla, su partido UPyD se hizo añicos y ella salió por la puerta de atrás de la política gimiendo y llorando. Ciudadanos se le subió a la joroba.

Lo que quiero decir es que ser más valorado no es patente de corso para salir henchido de las Cortes, ni siquiera para ser optimista. Puede ser el principio de tu final. Cuando la gente te adora y te adula siempre tienes que pedir una segunda opinión, como cuando te diagnostican una enfermedad rara.

Lo primero que dijo la diputada de Coalición Canaria a la Televisión Canaria (a quién si no) es que el barómetro del CIS le daba “mucho ánimo para seguir poniendo sensatez en la política nacional”. Se ve que no tiene abuela. El problema de estos reconocimientos públicos es que te lo crees y, por consiguiente, lo puedes mandar todo al carajo en un santiamén.

Ya en su día Rajoy le exhortó a Díez que a ella la valorarían más pero que la mayoría seguía votando por él. Algo parecido a lo que decía Suárez a sus potenciales votantes cuando dejó UCD y montó el CDS: “Quiéranme menos y vótenme más”. O lo que es lo mismo: llámame tonto pero dame pan.

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