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Menores e inmigración ¿Hay alguna esperanza?

Antonio Morales Méndez / Antonio Morales Méndez

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Se palpaban las ganas, ilusiones, esperanzas y muchos nervios sobre el césped del campo de fútbol de Las Crucitas. Al Agüimes le bastaba un empate para dejar la categoría, en la que milita desde hace años ? segunda- para ascender a la primera categoría Juvenil.

Al final de la primera parte, el San Pedro Mártir de Vecindario, se adelantó en el marcador arrojando un jarro de agua fría sobre aficionados, padres, directivos y jugadores. Todos los que estábamos en el campo empezamos a barruntar de nuevo la frustración del ascenso.

Así llegó el partido al descanso. A pocos minutos de la segunda parte una internada del agüimense Adrián consigue hacer llegar el balón hasta el segundo palo, desde donde una zancada prodigiosa de un joven de Malí, Simbo Tounkara, consigue el empate que a la postre daría el triunfo, el ascenso y el título de campeón al Unión Agüimes.

Hasta aquí les he trasladado un resumen del partido, pero yo no pretendía hacer una crónica deportiva al uso. Quiero ir más allá. Quiero destacar el valor de la integración en un municipio que en estos momentos tiene registrado en su censo un 12% de población inmigrante y que tiene grabado en su memoria histórica que un número muy importante de sus hombres y mujeres tuvo que emigrar en el siglo pasado, y en los anteriores, para poder conseguir el sustento de su familia.

Simbo, el joven negro africano, al que se abrazó el resto del equipo, es uno de los chicos que residen en un improvisado Centro de Menores localizado en el Ciatec del Polígono de Arinaga. Él, como muchos otros, tuvo que dejar su país a bordo de una paupérrima embarcación para llegar a este primer mundo de ilusiones y esperanzas frustradas. Aquí se ha integrado perfectamente, juega al fútbol con gente de su edad, va al Instituto y se siente reconocido. Lo mismo sucede con Youssef Ait Mimoune. Este chico marroquí ha venido a paliar la grave deficiencia de porteros que regularmente ha padecido el Juvenil del Agüimes. El también contribuyó al ascenso de su equipo.

Y lo mismo que sucede con Simbo y Youssef, pasa con otros 2 jugadores que entrenan con este juvenil y 9 en el cadete, así como 5 cadetes y 4 juveniles que juegan en el Jovero?Las Rosas; 4 cadetes y 4 juveniles en el Doramas del Cruce de Arinaga; 6 en el club de Fútbol Sala Agüimes y 3 en el club de Baloncesto de este municipio. Todos ellos se han integrado en los equipos de fútbol, fútbol sala y baloncesto, de esta Villa. Son valorados, queridos, integrados y representan la normalización de las relaciones entre jóvenes que desde culturas y realidades sociales y políticas distintas, se encuentran en un rincón de Canarias, van al colegio juntos, juegan al fútbol juntos y juntos, sin pretenderlo, dan una lección de convivencia intercultural sin la contaminación política partidista, xenófoba o racista que profundiza cada día en el desprecio y el miedo del que llega desde otros lugares huyendo de la guerra y de formar parte de esa terrible lista de 100 millones de personas que se calcula morirán de hambre en los próximos dos años.

Mientras, lloran y se desesperan de rabia, he sido testigo de ello, porque, por su edad no se les permite trabajar y enviar dinero a sus familiares, que, a veces, desde la otra orilla no entienden cómo sus hijos, los que se lanzaron al mar en pateras y cayucos, no les hacen llegar alguna ayuda, y se lo recriminan.

Mientras, viven hacinados en un centro que no se construyó para esto y sin llegar a comprender el por qué la Administración Central y la Autonómica no llegan a un acuerdo para trasladarlos a otros espacios y lugares que reúnan mejores condiciones.

Y lo peor de todo es que no saben todavía que al cumplir los dieciocho años ya no podrán estar en estos centros de menores y quedaran en la calle sin techo, y sin trabajo. A expensas de la marginación, la expulsión ?o la nada.

*Antonio Morales Méndez es alcalde de Agüimes.

Antonio Morales Méndez*

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