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Participación contra incertidumbre

David Veloso Larraz / David Veloso Larraz

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La complejidad unida a la aceleración incide en la pérdida de referentes vitales ya que no encajan los esquemas del presente, las experiencias del pasado y la expectativas del futuro. El cambio arrastra todo para sí. Cambia la cultura y con ella las formas de vida, quedando numerosos grupos sociales ahogados en realidades irreales. Si nos centramos en la estructura social podemos observar estos aspectos. Los procesos de pauperización de amplias capas de la clase media y la exacerbada debilidad de la clase trabajadora no han minado todavía los discursos de movilidad social y oportunidades de la etapa del Estado del Bienestar. De esta forma, coexisten en el plano discursivo dos mundos sociales que no encajan entre sí, cuya traducción directa es el malestar social.

Todas las sociedades de la historia se han asentado en la rutina como defensa del destructor cambio. El cambio era una amenaza a las instituciones que representaban al poder, así como todo aquello que desafiaba el orden. Hoy en día, el cambio acelerado representa los pilares de la sociedad e incluso su principio axial y regla. La crisis (no solo financiera) no es más que un espejo de estas sociedades. Los cambios sociales desbordan los esquemas de interpretación.

De esta manera, se produce una situación de incapacidad para atajar los problemas, más cuando desde las instituciones el cambio se combate mediante la rigidez y recetas sectoriales. La crisis de las instituciones no ha conducido a una mutación total sino parcial de sus estructuras y funcionamiento. Solo las fachadas cambian, por lo que su descrédito aumenta a ritmos acelerados, resintiéndose como consecuencia directa las bases de la democracia. La demagogia es un síntoma de anacronismo e incapacidad, hablamos de sociedades del conocimiento, de la innovación e incluso avanzadas en una sociedad hiperfragmentada con tasas de desempleo cercanas al 30% y del 70% de ciudadanos mileuristas.

Estamos desbordados por la complejidad. La fragilidad de nuestra sociedad se ha incrementado con motivo de este cambio estructural. Por tanto, es necesario una forma de gobernabilidad participativa que desbloquee la inteligencia colectiva sujeta y constreñida por elites e intereses individuados. Para que esto fragüe hace falta una sociedad civil activa, algo de lo que Canarias adolece, y no precisamente por miserias sociales, pues estamos en la vanguardia del fracaso (escolar, sanitario, económico...). La era de la representación está colapsada.

*Licenciado en Sociología. Bitácora: http://socioanalisis.wordpress.com/ David Veloso Larraz*

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