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Pepa Aurora, sueños para una añepa por Faustino García Márquez*

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Necesitamos que sigas embrujando a nuestros niños con tus poesías, con las historias de morenas, gacelas, camellos, escarabajos, cangrejos y cigarras, tan diferentes de los cuentos de nuestra generación, que hablaban de brujas verrugosas que ordenaban arrancarles el corazón a desventuradas niñas, cuando no las envenenaban con manzanas, que engordaban a las criaturas para comérselas, que dejaban tieso y dormido a todo un país, sin necesidad de televisión, por no haberlas invitado al bautizo de una princesa medio bobática y algo drogata, que no paraba de pincharse con las agujas. Nos hablaban de niños minúsculos que se perdían en espantosos bosques y de malvados gatos con botas que engañaban, una vez más, a un pobre ogro de izquierdas, le bajaban el sueldo y terminaban tragándoselo con una reforma laboral.

No es raro, por tanto, que de esa generación aterrorizada saliera Pepa Aurora, para librar a nuestros hijos y nietos de tanta pesadilla. Nada tiene de particular que esta generación asustada nuestra se deje llevar a ratos por la magua, esa enfermedad del alma que padecemos los canarios casi desde siempre, causada por los sueños que no veremos realizados, por las esperanzas que no veremos cumplidas. Y entonces, maguados de cinco siglos, nos damos a pensar que también nosotros, los niños grandes, los niños viejos, necesitamos de tus historias. Necesitamos que nos cuentes que nuestros nietos van a vivir felices en un mundo mejor del que les estamos dejando, del que estamos dejando que otros destruyan para ellos. Necesitamos que nos cuentes que ellos no van a vivir la pesadilla de un mundo gobernado por delincuentes mafiosos disfrazados de mercados, aplastado por el miedo y la insolidaridad, machacado por autopistas y trenes y teleféricos y puertos y aeropuertos, un mundo de identidades arrancadas y barrancos alicatados, un mundo de deformes marionetas corruptas que intentan torpes juegos malabares con las palabras y las mentiras, el talento y el cemento, las protecciones y las desprotecciones, el empleo y el desempleo. Necesitamos que nos cuentes que nuestros nietos viejos soñarán con nosotros, soñarán nuestros sueños jóvenes. Soñarán que hacíamos temblar de nuevo los barrancos entre cantos de amor y libertad. Soñarán que construíamos un mundo nuevo y nuestro, un mundo igual y de todos. Necesitamos que nos digas que ellos van a poder ser libres en una tierra libre, que van a vivir en armonía con sus islas, que van a recuperar paisajes perdidos, que van a poder tomar sus propias decisiones.

Pero no nos hagas caso, Pepa Aurora, solo es un ataque de magua. Sigue con los niños, con nuestros niños. Nosotros no nos vamos a rendir, no nos podemos dar por vencidos. Con la imaginación, que tú consideras un arma imprescindible para sobrevivir en el mundo actual, y con el optimismo de la voluntad, ganaremos al pesimismo de la razón. Queremos y podemos seguir imaginando mundos, construyendo realidades. Sabemos que no tenemos derecho a renunciar a sueños que no son nuestros, sino de ellos, de los que vienen detrás, de los que te escuchan, de los que se encantan contigo. Y seguiremos soñando y convenciendo y luchando, por ellos. Esta no es una noche de tristezas, sino de alegría, de fuerza y de magia. La voluntad, la fuerza y la magia que representa y condensa la añepa que hoy te entrega Solidaridad Canaria. Es una noche de bellas brujas buenas, de bondadosos ogros republicanos y de hermosos sueños recordados, revividos, renovados.

Por eso estamos aquí, cerca del baladero donde unas mujeres, que unos llamaron monjas y otros quemaron brujas, contaban historias a los niños y a los grandes. Aquí, cerca de donde las harimaguadas hipnotizaban a nuestros abuelos con historias de diosas lunas y de dioses soles, de tierras lejanas y de tiempos añorados, de guanartemes y guayres, de baifas y perinquenes, de tajinastes y guaydiles. Aquí mismo, donde todavía resuenan en el aire las palabras que ya no entendemos, las alegrías que no compartimos, las historias que nunca llegamos a escuchar. Aquí, justo aquí, teníamos que encontrarte hoy, Pepa Aurora, y aquí queremos escucharte de nuevo, harimaguada, en esta noche mágica y calurosa, llena de sueños reafirmados.

Texto leído por el autor durante el homenaje y la entrega de la Añepa de Solidaridad Canaria a la maestra y escritora Pepa Aurora.

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