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Podemos - Canarias: los límites del silencio

José de León Hernández

Las Palmas de Gran Canaria —

Llevábamos décadas intentando construir una alternativa unitaria que pudiera reorientar el destino de este pueblo. La Unión del Pueblo Canario fue un hermoso antecedente. Su cometido era diseñar un modelo de sociedad para un largo recorrido. Un pueblo en construcción ante grandes desafíos históricos. Fue un sueño truncado: El enorme poder que aún persistía en el Estado, una socialdemocracia que ascendía al gobierno vaciando de contenido el ímpetu de la calle, políticos sin escrúpulos, el caciquismo local e insular nos fueron sumando en un largo letargo de consumismo desaforado que veía pasar los billetes mientras crecía la desigualdad, la miseria y la marginación, cayendo lo mejor de nuestro territorio. La izquierda también fue responsable. El sectarismo, las carencias democráticas, fueron minando aquella esperanza. Lejos de aprender de los errores, quienes tienen ahora el timón de PODEMOS en Canarias parece que quieren repetirlos.

El hastío de la política ante el saqueo institucionalizado, el secuestro de las reglas democráticas (como la injusta ley electoral canaria), no parecía tener respuestas. Sin embargo, fueron naciendo experiencias democráticas y populares en Canarias, como Alternativa Ciudadana en Lanzarote y Sí se Puede en Tenerife, que han contribuido también al éxito de PODEMOS en las islas. Pero fue la aparición del 15 M lo que nos devolvió de manera masiva la esperanza. Edades, culturas, diferencias, causas y propuestas se juntaron en las plazas para cambiar el mundo. Las viejas formas de hacer política, la impunidad de los grandes partidos y su inamovible alternancia se resquebrajaron y quedaron a la intemperie. PODEMOS es una expresión política que intenta canalizar parte de esa energía social. Es importante alcanzar las instituciones, pero, sobre todo, generar una gran marea de participación y democracia real.

Hemos vivido una intensa realidad en apenas cuatro años, para arrebatar los espacios del poder a sus eternos inquilinos. Esto ha supuesto un notable desgaste. La idea de controlar la organización condujo a no pocas carencias democráticas. Ha sido muy difícil afrontar un sinfín de elecciones internas y externas. Ese período se acaba y la dirección de PODEMOS en Canarias debe plantearse su renovación, democratizando el partido. Sin embargo lo que pretende es perpetuarse. En vez de actuar con generosidad, dando cabida a quienes pusieron su esperanza en este proyecto, se ha convertido en un reducto cerrado que impone el silencio. No se puede criticar en un partido que reclama la libertad de expresión, no se puede cuestionar decisiones que no se sabe qué órgano ha refrendado o, como una cansina letanía, vienen de Madrid, sin ningún debate democrático. Se reclama cumplir el código ético mientras se multiplicaban las expulsiones, los expedientes disciplinarios, en un clima de conspiración, inspirado en viejos manuales de omnipresentes fundadores; algo muy alejado del debate ideológico de PODEMOS. Se intimida con términos aprendidos de memoria, simplificando el discurso, de manera grotesca, para llevar a las masas a un inevitable destino: las puertas del palacio de invierno están al caer y lo demás es superfluo, la vanguardia está para orientarnos. Cuestionar esta receta conduce al escarnio y a ser presa del silencio.

Esa actitud genera graves errores políticos, como pretender cargarse los órganos insulares de PODEMOS, reconocidos estatutariamente, elegidos democráticamente. O se hace por sectarismo o no se entiende cómo se organiza política e institucionalmente la realidad canaria. Otro grave error es la despreocupación de la dirección de PODEMOS en las islas sobre la “cuestión canaria”. Lo más democrático y enriquecedor para PODEMOS sería tener un papel político e ideológico más activo desde Canarias, en el debate sobre el nuevo modelo de Estado. El que seamos de los pocos lugares donde no habrá un proceso de democratización interna de PODEMOS es sintomático. Parece que en Canarias no pasa nada. Pero sí que pasa y nos jugamos mucho. Por ejemplo: saber qué instrumento político y organizativo vamos a ofrecer a esas más de 200.000 personas que nos dieron su voto, algo impensable hasta hace poco, para no generar otro enorme fracaso, con las secuelas de desesperanza y frustración que traerá.

Lo que está en juego es un pacto de progreso en Gran Canaria, donde PODEMOS tiene un papel muy importante, que con todas sus limitaciones está suponiendo un proyecto de cambio político para las islas. El Cabildo de Gran Canaria representa el contrapunto institucional más importante al anticanario y antisocial pacto de gobierno en Canarias empeñado en destruir su territorio y dejar en manos de una parte del empresariado más agresivo las decisiones económicas e incluso políticas. Su oposición a la Ley del Suelo es un ejemplo. Confundir al enemigo no ayuda a un cambio en positivo para PODEMOS en Canarias. La actual dirección ya intentó boicotear el Pacto de Progreso del Cabildo, que fue refrendado por la mayoría de las personas inscritas, quienes demostraron una altura de miras mucho más amplia. Ahora, de manera antidemocrática, lo intentan dinamitar de nuevo, despreciando las cientos de acciones que se están haciendo en beneficio de una mayoría social en la isla. Y sin embargo, para el pacto en el Ayuntamiento de Las Palmas todo son bendiciones.

Lo ético es romper el silencio, por el bien de PODEMOS, que no es propiedad de nadie. PODEMOS sigue siendo un marco de referencia de un proyecto de cambio. Pero lo que está claro es que ASÍ NO PODEMOS. Hemos mandado infinidad de cartas sin respuesta, hemos intentado acercar posturas, colaborar… y el silencio por respuesta, o ataques públicos. PODEMOS por su filosofía democrática y unitaria, de integrar otras realidades organizativas, permite que haya personas y grupos que tomen la iniciativa de superar lo que la falta de transparencia y democracia interna no permiten. A pesar de que es difícil aguantar esta penosa situación, hay muchas personas que trabajan por cambiarla. Lo que está en juego no es una sigla o una marca, sino un proyecto político canario de cambio que ayude a canalizar las ansias de participación de este pueblo. Para ello se hace imprescindible disponer de espacios reales para conectar con la ciudadanía, para acoger a quienes faltan respetando sus identidades. Hay que hacer una apuesta clara por explorar todas aquellas posibilidades que desde la propia organización se permiten, pero también desde fuera, porque queda mucha gente por sumar. Sólo así podremos conseguir ese futuro que la mayoría de nuestra gente demanda.

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