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Salimos de cacería

Juan García Luján / Juan García Luján

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Llamé a colegas de otros medios, pero me dijeron que sus jefes les habían prohibido salir de cacería. El caudillito controla la lata de gofio en su despacho de la consejería de Hacienda, y durante su mandato repartirá los millones destinados a la propaganda y otros capítulos entre los que silencien las investigaciones sobre pescas furtivas y se abstengan de publicar vídeos de mentirosos cazados en el pleno del Parlamento. Son las cosas de la coyuntura, no es que uno sienta que trabaja en la Biblia, pero si tienes una rendija de libertad que no controla el caudillito hay que aprovecharla.

No tuve que llamar a Carlos, ni a Alexis, ni a Feluco ni a Herminia, ni a Federico, ellos se apuntan a una cacería de halcones sin tener que invitarlos. Cuando llegamos al pinar de Tamadaba hacía mucho frío. Para hacer fuego Carlos sacó unos folios que resulta que eran unas fotocopias del contrato laboral de Manolo, un diputado herreño que está en la comisión de ecologistas del Parlamento. Manolo es un tipo muy interesante, cuando todavía no había Constitución (esa que celebraron el viernes nuestros diputados autonómicos con canapés, caviar y dietas de 20 y 30 mil pesetillas) ya Manolo presidía organizaciones que defendían a los patrones. Son sus dos pasiones: el Medioambiente de los campos de golf y la patronal nórdica. ¡Qué fuego más rico hicimos con la copia del contrato de Manolo!

Estábamos cantando la polka “Yo no me sonrojo de nada” que Paulino había compuesto en un almuerzo en Madrid, cuando Carlos señaló al cielo y dijo: “Miren allí va un halcón”. Herminia replicó “Eso es una paloma Carlos”. Y Sosa, en plan morrúo, insistió “que no, que es un halcón, vamos a disparar”. Feluco dijo “yo creo que es una gaviota, y yo sé de lo que hablo que llevo décadas viendo gaviotas en las Canteras”. Pedro comentó que él no disparaba hasta que en el sumario se reconociera si era halcón, gaviota o paloma. Teresa dijo: “yo creo que no debe ser una paloma porque parece que lleva un pescado podrido en el pico”. Me fijé en el pájaro y grité “el pescado es un salmón, lo juro, yo he estado varias veces en los fiordos nórdicos y sé de lo que habló”. Entonces Carlos abrió más los ojos y dijo: “pues ya está, si es un salmón no puede ser una paloma ni una gaviota, además ese pescado está podrido. Yo voy a disparar ya?” .

Y Carlos disparó, pero esta vez no lo hizo sólo con munición de Top Secret, esta vez entregó copias de las balas en la fiscalía Anticorrupción y en el TSJC (tribunal especial para gente con inmunidad ¿o se dice impunidad?). Y el halcón cayó herido contra un pino que estaba carbonizado por el incendio de aquel fatídico verano de 2005. El halcón herido abrió el pico, escupió el salmón, y voló hacia nosotros y empezó a picarnos, a escupir tinta de calamar contra tinta de periodistas, a sacar sus pezuñas, a atacarnos con la desesperación de un animal que ha sido dragón y que da los últimos coletazos. No me gustan las cacerías, son muy violentas, pero hay algunas aves depredadoras que machacan mucho nuestro medio ambiente, que llevan años ensuciando nuestra naturaleza con sus trampas y sus mentiras y arruinando todos los hábitats que han controlado. El caudillito es uno de los más penosos ejemplos de estas aves depredadoras, que después de tantas fechorías continúa amenazando a los cronistas que se atreven a contar sus agresiones. Por eso es de agradecer que existan cazadores que se atrevieron a disparar los primeros perdigones desde que reconocieron a la fiera, en aquellos tiempos difíciles que el halcón tenía el poder de un dragón.

Juan García Luján

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