Sangre española en Afganistán

Al contrario de lo que ocurre con la guerra de Irak, Afganistán es el epicentro desde donde se puede extender el terrorismo de raíz islamista. La permeabilidad de la frontera con Pakistán y la fragilidad institucional de este país islámico determinan el factor de peligrosidad sobre todo por su condición de potencia nuclear. Lo servicios de inteligencia norteamericanos sitúan a Osama Ben Laden en las montañas fronterizas entre Pakistán y Afganistán con una orografía que hace muy difícil el control militar de esas zonas.

La guerra de Afganistán discurre sin que las instituciones democráticas del país sean capaces de tomar la dirección de las operaciones ni desarrollar unas condiciones minimamente confiables de sus instituciones. Mientras, los mandos militares reclaman insistentemente mayores efectivos para poder garantizar el control de la situación y vislumbrar el final de la guerra.

El peso de las operaciones militares lo están llevando Estados Unidos e Inglaterra y en menor medida Holanda y Francia, siendo la presencia militar española de poco más de setecientos militares.

Ahora que estamos asistiendo a una carrera por aumentar la influencia de España en el mundo debemos considerar que el coste de esa proyección exterior tiene mucho que ver con el nivel de nuestros compromisos internacionales de defensa.

En el día en que hay que honrar la memoria de los militares españoles, el brigada Juan Andrés Suárez García y el cabo Rubén Alonso Ríos, asesinados ayer en Afganistán, es el momento adecuado para reflexionar que sus vidas forman parte de la grandeza que queremos alcanzar para nuestro país y que su sacrificio tiene que ver con nuestra seguridad y con la grandeza de España. Y empezar a sopesar el nivel de compromisos que nos generará la pretensión de entrar en el club de los países más influyentes de la tierra.

* Periodista y analista político de elplural.es

Carlos Carnicero*