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Sigue la paranoia soriana

José A. Alemán / José A.Alemán

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A Soria no lo ha dotado Dios de ese talento y de ahí que le fallara el intento de convertir en “asesinato de imagen” (la suya) lo que en realidad ha sido un suicidio (el suyo). De la manía obsesiva contra él que atribuía a CANARIAS AHORA saltó a la denuncia de cacería por parte del periódico La Provincia que, de la noche a la mañana, pasó a ser “periódico del PSOE”; como ya lo era éste en el delirante bestiario soriano. Pero el truco es viejo, no debió satisfacerle el resultado y habla ahora, como digo, de un “asesinato de imagen” (la suya) que encuentra un precedente remoto en la “quema en estatua” de los reos huidos de la Inquisición. Con el adobo de su cristiana disposición a soportar que le injurien y calumnien.

Lo que sea menos plantearse, faltaría más, que es demasiado larga la estela de feos asuntos que le atañen para reducirlo todo a manía, a cacería o a asesinato, injurias y calumnias mediante. Una falta de autocrítica devenida en desconcierto porque me da que Soria confiaba en que se extendiera el manto del silencio sobre tantas barbaridades y no pudo ser. No puede meterse indefinidamente el polvo bajo las alfombras porque llega el momento en que abulta demasiado y se nota.

Nadie le advirtió o el no quiso escuchar que lo que no se sabe por un lado acaba sabiéndose por el otro. La verdad tiene un extraño poder de penetración, suele decir un amigo; bastó que alguien no lo tema y se mostrara dispuesto a soportar sus ruines tarascadas y venganzas para que le tiemble el tinglado.

Soria no comprende el tiempo histórico en que vive ni que una democracia, por imperfecta que sea, no tolera concepciones del poder como la suya. Los medios se han limitado a contar lo que había y los columnistas a valorar actos que ni son elogiables ni pueden ser silenciados. Esa es la cuestión. No hay asesinato de imagen sino que se ha difuminado la que de sí mismo proyectaba él destinando a ese cuidado fuertes cantidades de dineros públicos. Sus desagradables malcriadeces últimas (en las bambalinas del 59' televisivo, o en actos sociales donde se encontró con Guillermo García-Alcalde y Francisco Moreno) indican que no sabe estar en ámbitos donde no sirve el autoritarismo, la intimidación y los malos modos. Es un pez que en el agua nada a sus anchas devorando, mordiendo o enseñándole los dientes a sus congéneres; no un anfibio capaz de respirar con éxito fuera de ella. En cuanto sale de las cuatro paredes del PP o de las corporaciones se da el batacazo y apela entonces, habrán visto, a las leyes no escritas (¡manda huevos!) de la democracia; que serán las del conchabo y la banana, digo yo.

Nadie lo obligó a nada. No lo acosaron para que adoptara decisiones (no una, ni dos) hoy bajo la sospecha ni para que recurriera a la grosería. Fue a por lana y salió trasquilado al dar con gente que no le teme, como dije. Su concepción del poder (autoritaria, prepotente y arbitraria, de fascista reprimido) se fundamenta, insisto, en el miedo que le tengan de los demás y la carga un sentimiento de impunidad que desprecia las inteligencias ajenas y su capacidad de reacción. Su dificultad para entender y asimilar le produjo el desconcierto que digo y devino luego en esa especie de paranoia, con frecuentes advertencias chulescas a los supuestos “perseguidores” de que no conseguirán acabar con él. Se resiste a aceptar que fue él quien quemó su tiempo político y adopta actitudes de mal estudiante que atribuye los suspensos al odio de los profesores.

Dejo a un lado su incidencia negativa en el Gobierno y en el Parlamento porque, total, para qué. Éstos son lo que son y Soria no ha hecho sino agravar su percepción negativa por un altísimo porcentaje de canarios. Si asesinato hay, será, en todo caso, el del sistema autonómico que nos otorgaron y no merece la pena lamentarlo.

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