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¿Transparencia?¿Dónde?

José Carlos Gil Marín / José Carlos Gil Marín

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Porque según el Índice de Trasparencia de las Comunidades Autónomas elaborado por Transparencia Internacional-España, Canarias ocupa el puesto número 14 de 17 en transparencia económico-financiera. En una escala de 1 a 100, la administración pública archipelágica no llega a 30 puntos. Se queda en 29,9. En cuanto a ordenación del territorio y urbanismo Canarias, empatada con Cantabria, sólo supera a Valencia. Es lo que hay con el actual Gobierno autonómico, que ahora nos vuelve a subir los impuestos a los ciudadanos canarios sin lograr de momento, un largo momento, bajar los números del paro.

Pues bien, hablemos un poco más de transparencia.

Hace unos meses, en la primera quincena de enero, una de las principales cadenas televisivas del Estado se hacía eco de un extraño mal olor que inundaba las calles de la ciudad castellanoleonesa de León. Los informativos de la cadena recogían en “prime time” la noticia sobre el extraño aroma de la ciudad medieval. Un fétido olor que desde hacía unos días se estaba haciendo famoso en todo el Estado gracias a la red. Y la extraña pestilencia fue calificada por grupos revolucionarios “on line” como la prueba evidente de la podredumbre del sistema que nos envolvía y envuelve. Es decir, de metáforas y sutilezas nada de nada. La Presidenta de la Diputación fue la más castigada por sus sueldos múltiples; incluso un vídeo encontrado en Youtube y protagonizado por presuntos miembros de “Anonymous”, movimiento reivindicativo antisistema que abogaba por ser la causa del pestilente olor. Nada, que ya lo dice el dicho, que “algo huele a podrido en Dinamarca”.

Pues bien, ¡qué coincidencia! Ahora que estamos aún en el contexto temporal del 14 de abril, y en la resaca de masacres regias de elefantes, conviene recordar que fue León en su fusión con el condado Castilla la cuna de la actual monarquía, que el león es un símbolo de la presunta majestad de los reyes, y que tampoco nos ha olido nada bien, más bien todo lo contrario, el recién sabido safari real contubérnico.

Mientras el Gobierno del PP se preocupa en endurecer los delitos de orden público contra la autoridad pública del Título XXII del Código Penal a la par que promete perdones fiscales a los defraudadores del fisco, la máxima autoridad no ejemplifica lo que debiera. Y se la quiere excusar de la ley de transparencia diciéndonos que la jefatura del Estado no es administración pública. ¿Pues si no es administración pública, entonces, como afirman juristas como Peces Barba, qué es?

En África uno de los pocos animales que le puede hacer frente al león es el elefante. Y salir indemne. Pero cuando no es humano el león. Hasta WWF, la organización ecologista que el Jefe del Estado español preside honoríficamente, exige responsabilidades regias por la incoherencia de un Jefe de Estado que entre el 20 de Noviembre de 1975 tras la muerte del dictador y hasta la entrada en vigor constitucional del 29 de diciembre de 1978, fue también dictador por la gracia de Franco.

Y, por cierto, y hablando de elefantes... ¿No recordamos la terminología del 23F? ¿No se recuerda la expresión “elefante blanco” que nunca se supo identificar? ¿O que nunca se quiso? Esto de matar elefantes en safaris africanos puede traer más de una funesta consecuencia.

Y ya que sale el 23, que siempre vuelve, que nunca se ha ido. El año pasado televisión española en el trigésimo aniversario de la intentona nos sorprendió con una grabación inédita de 33 minutos y 3 segundos de sus primeros momentos, que todos recordamos desde su afortunada superación, como trascendentales para nuestro futuro; y en ellos la heroicidad de Suárez. En uno de los instantes, poco antes de que el exPresidente del Gobierno se decide a encarar una vez más a los golpistas, un extraño hombre enchaquetado se sienta a su lado en la escalera del Congreso cercana a su escaño tras cruzar unas palabras y unos breves gestos con alguno de los guardias civiles golpistas, fumando un pitillo con total naturalidad; todo ello ante la indiferencia presidencial. ¿Quién era ese hombre de la escalera? ¿Qué sucede a partir del minuto 28 con 58 segundos, poco antes del intento de Suárez de reivindicar su autoridad, en los que se percibe un extraño montaje televisivo de un segundo y se pierde la señal pero se llega a ver antes la aparición de la nada de un segundo hombre de negro en la escalera? Aún quedan muchos elefantes blancos por desvelarse. Aún queda mucha democracia por construir.

Transparencia y democracia deberían ir de la mano. Pero no lo hacen.

Transparencia es la posibilidad de contar con un Estado en el que no haya secretos, en el que todo pudiera y debiera hacerse a la luz pública, y en el que el flujo de información fuese tal que la distancia entre esa estructura y los ciudadanos cada día fuera más pequeña. Es decir, un Estado más asequible y, a la postre, un Estado más democrático. Que todo poder público fuera transparente, implicaría que nada fuera secreto.

Norberto Bobbio nos dejó dicho en su obra de prospectiva política El futuro de la democracia que: “Es bien conocido que la democracia nació bajo la perspectiva de erradicar para siempre de la sociedad humana el poder invisible”. La actual crisis sistémica nos demuestra un día tras otro en sus procesos de toma de decisión que aún queda mucho por lograr tal utopía. ¿Es o no es verdad lo antedicho tras el final surrealista y esperpéntico del juicio al exprimer ministro islandés? También en Canarias hace falta aún mucho. Mas nunca es tarde si la dicha es buena.

José Carlos Gil Marín

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