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Trump y los malos conocidos

Francisco J. Sánchez La O

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Y ganó Trump y nadie se lo cree todavía. Parece que la Hillary no era rival para tumbarlo. Ni era rival ella ni la política que representaba. Así lo interpretó la población y lo manifestó la mayoría de votantes norteamericanos, buena parte de ellos trabajadores y población pobre, sectores sociales de los más resentidos por la crisis económica. Una multitud en la que el candidato Trump escarbó para buscar los apoyos suficientes mediante promesas y engaños, y articulando una estrategia política que la ultraderecha ha empleado en distintos territorios y momentos históricos precedidos de crisis y depresión económica, precariedad laboral y social. Momentos históricos en los que se pierde la fe en el futuro, y supuestamente “todo funciona mal, excepto el miedo”. Donde se ve el embrión de un “monstruo” y se deja desarrollar (véase “el huevo de la serpiente”, Ingmar Bergman, 1977).

Una estrategia que en el aspecto propagandístico se basa en ocultar la naturaleza del problema, su origen y sus causantes. Echar la culpa a sectores sociales, etnias, ideologías de izquierda, creencias, pueblos, naciones o países, etc. Esas tácticas siempre le han funcionado bien a la ultraderecha. Ya la usaron con éxito los fascistas que dieron el golpe de estado en España, y también la usó Mussolini y Hitler y otros tantos sectores de ultraderecha siempre respaldados económicamente por fuerzas del capital nacional y multinacional. Este poder económico opta por apoyar, o dejar hacer, a estas corrientes ultraderechistas como antídoto para contrarrestar a las alternativas políticas que cuestionan el sistema capitalista y ofrecen –al contrario de dichas corrientes ultraderechistas– una alternativa de cambio y progreso no violenta ni belicista, ni racista. Así, el establishment norteamericano, optó por dejar a Sanders en el banquillo y echar la moneda al aire entre Trump (cruz) y Clinton (supuestamente cara). Una irresponsabilidad histórica como otras anteriores. Recuérdese como surgió el fascismo en Europa (“Novecento”, B. Bertolucci, 1976) y cómo se permitió que se fortaleciera con el pretexto de que acabara con los bolcheviques soviéticos y del resto de Europa. Y como las llamadas potencias democráticas occidentales, después de la derrota del fascismo (fin de la 2ª guerra mundial) permitieron la continuidad de las dictaduras fascistas de Portugal y España. Una decisión irresponsable que permitió la continuidad de la represión contra familias republicanas y de izquierdas, de asesinatos, encarcelamientos y otros tantos crímenes que han quedado impunes.

No sabemos lo que al final hará D. Trump, si aplicará todas las medias anunciadas en sus discursos. Ya se verá. No obstante, tendrá que ser muy malo para ponerse a la altura de otros presidentes norteamericanos que lo han precedido, muchos de ellos responsables de invasiones, guerras, bombardeos sanquinarios, golpes de estados, asesinatos y otras tantas barbaridades humanas.

Dicho esto, la victoria de Trump no deja de ser una sorpresa, como lo fue la victoria del Brexit y el No al proceso de paz en Colombia, y que mucha gente lo reciba como una mala noticia, es al menos un consuelo. Especialmente para millones de personas que defienden la libertad, la democracia y los derechos humanos como garantía de convivencia pacífica.

Pero lo realmente sorprendente de este acontecimiento es que aquí en España, la derecha y sus votantes, también se sorprendan de la victoria de Trump conociendo la realidad española.

Y es que en este país se sigue apoyando al “malo conocido” a pesar de sus políticas antisociales y de sus tramas corruptas, de sus mentiras y engaños. A pesar de que –como cualquier delincuente– esté sentado en el banquillo de los acusados y de los encarcelados. A pesar de usar los instrumentos del Estado para acusar y difamar a sus adversarios políticos. A pesar de despreciar la memoria histórica de las personas que murieron defendiendo la libertad y la democracia frente al fascismo católico-franquista. De avivar el enfrentamiento entre los pueblos de España y despreciar cualquier alternativa de convivencia territorial. A pesar de haber levantado murallas fronterizas más crueles que las prometidas por Trump. A pesar de haber apoyado guerras e intervenciones militares. Y a pesar de vaciar progresivamente el fondo de reserva para las pensiones y anunciar que seguirá aplicando la misma política y las mismas medidas antisociales. Pues sí, a pesar del conocimiento de esa realidad, lo realmente sorprendente es que se apoye por diversos y amplios sectores de la población su continuidad, anteponiendo el miedo y el odio a la cordura y la justicia. Claro está que los medios de comunicación tienen cuota de responsabilidad sobre el respaldo social al gobierno del “malo conocido”. El tratamiento difamatorio y continuado sobre PODEMOS, y sobre el “golpe de estado” en el PSOE son muestra de tal evidencia.

Es probable que en poco tiempo la realidad política española cambie y que la Administración de Justicia opere con plena independencia y sea realmente un baluarte del Estado social, democrático y de derecho que promulgamos. Y que sus órganos judiciales (tribunales y CGPJ) dejen de ser un aparato instrumentalizado por un gobierno corrupto.

Sí, es probable que cambie esa realidad política y judicial. Cambiará inexorablemente cuando el relevo a esa política de contubernios, corrupción y recortes sociales se vea venir como algo normal. Como algo imprescindible, y por tanto se le deje llegar sin sobresaltos y sin temores. Mientras tanto, en este país, mucha gente se seguirá sorprendiendo de que en China el cielo esté contaminado, y aquí en España, esa misma gente acepte beber agua turbia y tragar todo lo demás.

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