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Vaya incordio de tecnología

Eduardo Serradilla Sanchis / Eduardo Serradilla Sanchis

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Y si para las personas normales las cosas están así, imaginen para los poderosos, aquellos que juegan a ser los titiriteros del mundo, merced a su posición de privilegio.

Antes, cuando las cosas eran más sencillas, cuando una carta tardaba varias semanas o meses en llegar a su destino se podía actuar a placer y con una sensación de impunidad que ahora ha desaparecido.

Primero fue el telégrafo, el teléfono y la radio. Después llegó la televisión, puerta abierta al mundo conocido y desconocido y, hace unas décadas, la red de redes, Internet.

Ahora, lo que sucede en cualquier parte del mundo, lo conocen miles de personas, a la misma vez y sin el reconfortante velo de la censura que tan bien sienta para evitar que las personas piensen.

Vivimos en la era de las comunicaciones, de los mensajes telefónicos, de la inmediatez de la información y la ruptura con quienes gustan del oscurantismo. No son pocos los que se resisten a los cambios, conocedores de que con ellos perderán su posición de privilegio. Sin embargo hay mareas que ni el mejor dique puede soportar y la era global de las comunicaciones ha llegado para quedarse.

Imagino que en estos mismos reparos - en relación con el incordio en el que se ha convertido la tecnología- estarán pensando las cabezas de los actuales responsables del estado cubano. Y lo estarán pensando, dado el aluvión de críticas recibidas tras negarle a Yoani Sánchez el permiso para volar hasta Madrid para recoger el premio Ortega y Gasset en la categoría de periodismo digital.

A la filóloga cubana, responsable del magnífico blog www.desdecuba.com/generaciony/ se le negó el permiso para acudir a la cita, pero de una manera muy diplomática. Realmente no me han dicho razones. Tampoco me han dicho que me prohibían la salida. Todo este tiempo la única respuesta ha sido: “ No hay respuesta, su caso se está analizando”. Pero sin dar la cara.

La actitud de su gobierno, el cual ha prometido, tras el cambio de guardia en su cúpula, una nueva era adaptada a las necesidades del siglo en el que vivimos, la explica muy bien la filóloga en su blog.

Esta incómoda infancia cívica, en la que necesito pedir permiso para casi todo, no acaba de convertirse en mayoría de edad. Antes eran mis padres los que vigilaban que no me tragara un tornillo o que metiera los dedos en el tomacorriente, ahora la supervisión viene por parte del Estado. Bajo la “protección” de este rígido tutor, no hay mucho espacio para jueguitos, ni para retozos; mucho menos para salir sólo.

Como un bebé en pañales me veo por estos días, mientras espero el permiso para viajar a Madrid para recoger el Premio Ortega y Gasset. La autorización para volar mañana sábado 3 de mayo ?día de la libertad de prensa- está “detenida” por una misteriosa Jefatura de Inmigración y Extranjería que no me da explicaciones. Para esa poderosa institución sigo siendo un lactante al que no se le dice que le van a poner una inyección.

¡Qué ganas tengo de crecer? de hacerme adulta y que me dejen salir y entrar de casa sin permiso!

El problema es que el razonamiento de Yoani Sánchez choca frontalmente con el paternalismo rígido, rancio y caduco en que se ha convertido la revolución cubana y el castrismo de las últimas décadas. Se trata de continuar con la demagogia y de tener todo atado y bien atado, no vaya a ser que alguien termine por darse cuenta de que las cosas, y el mundo, han cambiado desde los años cincuenta.

No obstante, la voz de Yoani Sánchez ha calado entre cientos de miles de personas porque destila sinceridad, aquello de lo que adolecen todos los regímenes totalitarios o aquellos gobiernos que se apoyan en sus mayorías parlamentarías para justificar cualquier tipo de atropellos.

Y eso es algo que se puede achacar a cualquier ideología, porque atentar contra la libertad y el futuro de las personas es algo moralmente censurable, venga de quién venga.

Si uno entra en el blog de la filóloga cubana, una disidente en toda regla ?según muchos-, lo único que se encuentra son las percepciones, comunes y corrientes, de una mujer que ve que hay muchas cosas que mejorar en su sociedad.

El pasado seis de mayo del presente año, Yoani Sánchez escribía en su blog un pequeño estudio comparativo sobre la calidad del pan en el último año ?ilustrado con dos imágenes-.

Para los escépticos de siempre, ésos que creen que las cosas no cambian, aquí les dejo unas fotos comparativas de mi pan del racionamiento de julio pasado y del que recibí hoy.

La diferencia fundamental entre el “espécimen” de arriba y el de abajo no es tan sólo en su apariencia. Entre ambos hay varios administradores de la panadería despedidos por desvío de recursos, un par de reuniones de rendición de cuentas con quejas sobre la calidad de ese producto, y un grado más de resignación ante el hecho de que, definitivamente, “hemos olvidado la receta del pan”.

Si uno lee después, algunos de los 2155 comentarios, verá como hay opiniones para todos los gustos, pero muchos están de acuerdo con las notables diferencias del mencionado pan, además de tener claro que se necesita un cambio de actitud tanto por parte de quienes viven en la isla como de todos aquellos que residen en el exilio.

La propia filóloga lo dice en una entrevista que se publicó en el diario El País, el día después de la entrega de los premios Ortega y Gasset Los cambios llegarán, pero no a través del guión del Gobierno. Su guión dará algo de sí, pero la gente tomará el resto.

La voz de Yoani Sánchez ha logrado que hasta la misma revista Time la incluya entre las cien personas más poderosas del planeta y sin necesidad de declarar guerras, invadir países o tergiversar la verdad. Ella responde en su blog con un lacónico ¿Qué hago yo aquí?, una muestra más de la sencillez que se ha convertido en la mejor imagen de marca de su trabajo.

Son unas palabras que poco tienen que ver con la demagogia, los interminables discursos de siete horas, y los golpes en el pecho para asegurarle al mundo que el estado cubano no retrocederá ni un centímetro ante los intentos de cambiar la situación. Como muy bien dice Sánchez, con guión así, poco se puede esperar del resultado final.

De lo que no hay duda es de la labor que los medios debemos ejercer en la búsqueda de la verdad y la objetividad frente a los abusos de quienes se escudan en eufemismos, tan vacíos como perniciosos para la misma sociedad. Y creo que el ejemplo de Yoani Sánchez es un espejo en donde todos los que trabajamos en esta profesión deberíamos mirarnos, por lo menos, alguna vez.

Después llegarán los de siempre, escondiendo la realidad, denigrándola para que sirva a sus oscuros y retorcidos intereses partidistas. Nada nuevo, aunque ahora no están solos y el gran hermano de Orwell, que todo lo ve, ha mutado en millares de ojos que ya no permanecen pasivos. Y si no me creen, visiten el blog de Yoani Sánchez y entenderán de lo que les hablo.

Eduardo Serradilla Sanchis

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