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Mi visión del asunto por José Antonio Déniz Cubas

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En las últimas semanas los tribunales han participado en el esclarecimiento de la trama que merodea sobre Las Teresitas, Anaga y su litoral desde que la rapacidad de unos especuladores acompañados en su vuelo por unos políticos alicortos decidieron modernizar una de las zonas de nuestro municipio de mayor valor ecológico y menos castigada por el hormigón y otros derivados de la economía que amenaza nuestras costas.

Si el título de esta columna trata de enlazar, modestamente, con el realismo sórdido de un relato homónimo de Truman Capote, tampoco hubiese desmerecido cualquier historia basada en las andanzas de Harry el Sucio. Tal es el laberinto burocrático y judicial que por obra de nuestro Ayuntamiento se ha ido tejiendo alrededor de una de las operaciones urbanísticas más descaradas en la historia de Canarias: el caso Las Teresitas.

La rapiña modernizadora de nuestros prohombres que amenaza a todo el entorno de San Andrés se disfrazaba hasta no hace mucho tiempo con polémicas sobre la posibilidad o no de construir en la zona del frente de playa. Hoy ya no, hoy sabemos que detrás de aquellos fuegos artificiales se escondían unas operaciones escandalosas destinadas a beneficiar a unos pocos. Y las maniobras de fogueo se convirtieron en el uso, sin complejos, de la artillería pesada, con fuego real, cuando a partir de 2001 se da legalidad a una operación urbanística de perfiles increíbles por escandalosos.

Los socialistas tinerfeños ya denunciaron a través de su Comité Insular, en octubre de 2001, que “el convenio negociado por Miguel Zerolo (CC) contiene unas condiciones de precio manifiestamente abusivas que va a ser satisfecho con cargo al remanente líquido de tesorería, es decir con cargo al ahorro acumulado con el esfuerzo de los contribuyentes santacruceros. Este precio supone el éxito de una operación con unos beneficios claramente injustificados. La noble lucha del pueblo de Santa Cruz por la recuperación de la playa no puede servir de pretexto para esta escandalosa operación inmobiliaria”.

Las sospechas han ido dando paso a las evidencias y en este momento nos encontramos con que el Ayuntamiento de Santa Cruz tiene que ser tutelado por la Justicia para llevar a cabo sus deberes más elementales. Pero a esta situación no se ha llegado porque sí ni por casualidad. El camino de la luz se abre porque primero tuvo que producirse la oscuridad.

Algo más de seis años que comenzó el gran enredo de Las Teresitas, aunque el alcalde Zerolo no quiera atribuirse todos los méritos y mire hacia atrás sin ira pero con pánico para que las salpicaduras alcancen a García Gómez (compañero de imputación por la Fiscalía Anticorrupción), Hermoso, tan silencioso él sobre este asunto; y el pelotón de alcaldes franquistas que nos llevaría hasta los años 50 del siglo pasado en que nuestra playa comenzó a bañar sentimientos depredatorios entre padres y abuelos de parte de quienes, hoy, siguen gobernando este desdichado peñasco.

Infinitas acciones judiciales, al menos, tratan y han tratado de enmendar los destrozos ecólogicos y sociales cometidos por algunos políticos acompañados de sus inseparables tutores económicos, que situaron, la política municipal, en la zona oscura de la vida santacrucera. Infinitas acciones judiciales surgidas de la sociedad civil que vio con asombro como en el seno de su propio Ayuntamiento se atentaba contra el paisaje y se daba la espalda a los intereses más elementales del paisanaje.

Pero esto no es una cuestión judicial, o, al menos, solamente judicial. Esta es una cuestión en la que concurren, en obsceno maridaje, el interés económico de unos pocos con la complacencia observada en algunos momentos por el total de concejales con representación en nuestro consistorio. Algunos de nuestros audaces empresarios acostumbrados al gomarreo fácil han encontrado en aquellos políticos educados en la escuela de la impunidad su más bendita media naranja. Juntos e insaciables, se disponen al festín nupcial: primero, Las Teresitas y su frente de playa, con sus prestamos sospechosos, la compraventa de un trozo de risco, el deslinde que podría acabar con la aventura, la peritación que nunca existió, la imputación de Anticorrupción; segundo, el valle de las Huertas y Montaña Morera, con la presión demográfica sobre el Parque Rural de Anaga y con el expolio a decenas de pequeños propietarios que han visto de la noche a la mañana como la sólida prosa administrativa de sus escrituras de propiedad se esfumaba entre los malabarismos jurídicos de unos cuantos picapleitos; tercer bocado, la construcción de una marina deportiva en terrenos vitales para el desarrollo portuario, con los preocupantes y explícitos indicios encontrados por el juez Garzón que investiga la trama de Fórum Filatélico. Y de postre, lo mejor: todo gratis, un bodorrio por todo lo alto, en la que la etiqueta no consigue disimular las vergüenzas de más de uno, con un comistraje cuyo menú abarca desde la Punta de los Órganos hasta la Dársena Pesquera, donde nada puede quedar fuera de un meticuloso y voraz provecho, impúdico y, por ahora, impune.

* Miembro de la Agrupación Socialista de Santa Cruz de Tenerife.

José Antonio Déniz Cubas*

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