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Cuando la austeridad pasa a ser adicción

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El azogue de la austeridad ha sobrepasado los límites de la moralidad desbordando el equilibrio social de nuestro país. Cuando desde fuentes próximas al Gobierno admiten que la política adecuada en estos momentos de depresión económica, social y humana, es aquella que “recaude tanto como sea posible” para suavizar el déficit, nos queda el resentimiento de haber tomado el camino opuesto a los intereses de la ciudadanía.

Los españoles sin duda, saben sufrir los varapalos que la historia les ha dado desde hace siglos; como también aprenden de los mismos y vuelven a caer una vez tras otra en apostar su futuro al que mejor vende la imagen pretendida por la ciudadanía. Lo que no cabe duda es que ahora ?casi siempre-, el tiempo viene a contrapelo del progreso y se aleja sin poder coger el vagón del crecimiento. El entorno económico en el que nos hemos instalado nos deriva a la situación de una emergencia social peligrosa, difícil de acceder a un puesto de trabajo que aminore en algo el desenfreno de las clases y las penalidades de los ciudadanos sin oportunidades a corto o medio plazo.

Con una política de reformas tan agresiva como la que el Sr. Rajoy lidera, carente de cualquier tipo de estímulos que complemente la desolada situación del mercado laboral y evidencie la falta de medidas compensatorias a los impuestos, España está en serio aviso ante cualquier eventual cambio de aires en países de la eurozona con una mayor envergadura de recursos ?Francia, Holanda, Alemania-. La austeridad es sinónimo de necesidad en estos momentos y viene acompañada de penurias, manos de obra barata para lograr competitividad, desigualdades sociales, incultura y sometimiento a los intereses de los más favorecidos. No hay que confundirse con el gasto elevado al que hasta ahora hemos estado inmersos en la bonanza de un cuento crédulo e inocente, del que fuimos participes por aliento político y generosidad de las entidades bancarias al servicio del Gobierno. Las estrategias políticas a las que los ciudadanos se ven indefensos demuestran una vez más su crudeza por motivos de agresividad de los que tienen el poder en sus manos ?Gobierno, oposición-; a pesar de ser erróneas mantienen invariables su trayectoria hacía el final de sus legislaturas, y será después, al acabar las mismas, cuando valoraremos de forma tardía el desbarajuste al que nos llevaron sus infundadas promesas.

Nos movemos por impulsos, como seres humanos dotados de inteligencia nos dejamos llevar por motivaciones en las que creemos un bien aparente y eso, nos deja desprotegidos ante la avalancha de palabrerías de los más astutos ?políticos- en llegar al momento y sitio adecuado. Esté ha sido el caminar de la sociedad en nuestro país que ha visto como el bipartidismo se servía de su poderosa maquinaria para estampar en la cara de los españoles el sello que más convenía. Hemos aprendido que sin inversión, no hay forma material de crecer y con ello, volver a recuperar la fiabilidad de los mercados no sólo en España, sino en el resto de Europa; está lamentable situación derivada de una mala política llevada a cabo por toda la clase dirigente de la eurozona, nos deja a merced de los países más dotados de liquidez y con una moneda descompensada en un corto periodo. Inaudito pero cierto, nos vemos en la embarazosa posición de ser uno de los países más versátiles del continente ?cultura, turismo, tecnología, sanidad- que ha caído en las redes de una deshonesta profusión de incompetentes indignos votados por mayoría.

El sumo privilegio del que una persona con aspiraciones y con un sentido del compromiso con los ciudadanos exultante puede gozar es el de representarles ?político- y defender sus intereses. Ahora, parece que toda esta amalgama de beneplácitos desinteresados se ha convertido en un mero “negocio” a la vista de los múltiples acontecimientos que surgen desde el fondo de las principales formaciones de esos mismos personajes. Los tiempos no han cambiado para bien ?no sólo políticamente -, los que gobiernan siguen manteniendo un manto de opacidad en sus maniobras y dejan por supuesta su honestidad por el mero hecho de lograr un número de votos suficientes; pero es bien diferente, el hecho en sí de llegar al lugar de supremacía que les haga llevar las riendas de la sociedad, debería de ser suficiente recompensa para “partirse el alama” por los ciudadanos, en lugar de quebrar su calidad de vida como han hecho hasta ahora.

Los sobres se llaman ahora “retribuciones por gastos de representación” , en ocasiones pagados por los partidos y en otras ?la mayoría- por los ciudadanos; “sueldos” desorbitados que nos dejan con la boca abierta en estos momentos de crisis y que en algunos casos, vienen de diferentes cajas de registro como le ocurre ?entre otros muchos miembros del Gobierno popular- a la líder del Partido Popular en Cataluña, con varios “ingresos” en su cuenta ?cobra de su grupo en el Senado, del Parlamento catalán, de su formación (PP) en Cataluña y del Ministerio de Trabajo- nada más ?ni menos- que una cantidad aproximada de 110000 euros, o lo que es lo mismo, una verdadera tomadura de pelo para las familias españolas faltas de cualquier tipo de recurso ?prestación, becas- que se llevan las manos a la cabeza ?y ellos a nuestra cartera- ante tanta insensatez.

Desde la clase política se está llevando a cabo una labor de supremacía del poder y de sumisión a sus intereses que llega a ser un insulto a la ciudadanía y que está abonando el terreno para dejar fuera de la mayoría absoluta a cualquier tipo de formación; algo que puede resultar una manera de progresar aconsejable para que hechos de este calado no permitan enturbiar la paz y el equilibrio social al que tenemos derecho.

Cuesta recordar lo que era el país hace apenas cinco años, e incluso adivinar las medidas internas que no tuvieron en cuenta para desembarazarse de una crisis latente que terminó con la hegemonía y el poder de su estructura económica. Los únicos líderes posibles que vuelvan a recobrar la confianza y devolverles los derechos perdidos, no cabe duda alguna que deben de ser los propios ciudadanos, convenidos de llevar a cabo una regeneración de la cabeza a los pies de un sistema político que ha fracasado de manera lamentable ?Ley Electoral p.e.-.

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