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Las calles de mi ciudad

Eduardo Serradilla Sanchis / Eduardo Serradilla Sanchis

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Sin embargo, desde que he regresado, he paseado por las calles, las plazas y alguna de sus avenidas y me he dado cuenta de cosas que, por lo general, pasan desapercibidas para quienes residen de manera permanente en esta ciudad.

Basta con recorrer la calle León y Castillo, desde el hotel Metropole, y continuar andando hasta el principio de la calle mayor de Triana para darse cuenta de un hecho más que palpable; es decir, la falta de criterio arquitectónico que domina una de las principales vías de comunicación de la ciudad.

Por un lado está la mescolanza de estilos, intercalando inmuebles de principios del siglo XX - incluso más antiguos- con edificios mucho más contemporáneos y que no guardan ninguna concordancia con el pasado.

En su mayoría, dichos edificios son mamotretos de cemento y cristal, los cuales estarían bien en cualquier otro lugar y no en una calle tan señorial como lo fue, antaño, la calle mayor de Triana.

Entre las nutridas muestras de mal gusto construidas en las pasadas décadas, hay una que me sorprende por su notable deterioro y su falta total de adecuación al marco en el que se encuentra. Dicho edificio, de cristal y aluminio, situado en la calle mayor de Triana, lleva décadas sin que nadie limpie sus ventanas, algunas de las cuales fueron remendadas antaño con unas maderas que hoy en día están ya podridas. Al final, cuando uno alza la vista y se fija en su fachada, se tiene la sensación de estar en medio de un barrio venido a menos y no a la mitad de una calle que se sigue vendiendo como uno de los grandes atractivos turísticos de la ciudad.

Lo paradójico del caso es que nadie, o casi nadie, repara en el lamentable estado de dicho edificio, estado que se puede extrapolar a muchas casas que se encuentran en el trayecto que les comentaba al empezar esta columna.

Puede que el problema resida en que las personas no suelen mirar hacia arriba, más bien todo lo contrario. Si lo hicieran, verían la podredumbre y suciedad que se acumula en buena parte de las fachadas de las casas que se disponen a ambos lados de la calle León y Castillo. En alguna, además de la suciedad se acumulan cables, rótulos y soportes oxidados de empresas o negocios tiempo atrás clausurados.

Ahora están queriendo solucionar parte del problema colocando mallas para evitar que todos esos elementos, especialmente los balcones, acaben protagonizando alguna tragedia, aunque es solo un remiendo que no esconde un problema mucho mayor.

Al final, ya sea por una causa o por otra, son pocas las casas que guardan la esencia del pasado, un eslogan que tan bien luce en los folletos turísticos que se reparten por el mundo, pero que, una vez aquí, no dejan de ser “papel mojado” ante la penosa realidad a la que un visitante debe enfrentarse.

Sé que las administraciones no tienen toda la responsabilidad, pues una parte recae en los propietarios de las viviendas y/ o edificios -muchos de los cuales no invierten ni un céntimo de euro en renovar las fachadas de las casas en las que viven- y tal y como están las cosas, es difícil rascar aún más el bolsillo.

No obstante, la suciedad y el abandono que demuestran muchos de los inmuebles que he podido ver durante estos últimos días, lleva varios años adornando la fachadas, por no decir décadas y, en esos tiempos, la crisis no era ese “monstruo grande” del que ahora todos tienen miedo.

Sería bueno que se empezara a tomar todo esto en consideración, justo cuando parece que todos los sectores implicados entonan su particular “mea culpa” y tratar de mejorar y adecentar el aspecto de nuestra ciudad, unificando criterios y evitando que no se construyan mamotretos antiestéticos como los que jalonan las calles más antiguas y emblemáticas de Las Palmas de Gran Canaria.

Así, por lo menos, lograríamos darle un aspecto mucho mejor a una ciudad que parece hecha con retazos y parches, en vez de con una conciencia clara de la imagen que se quiere dar.

Puede que entonces, proyectos como el aspirar a una capitalidad europea gozarían de una base mucho más sólida y robusta de la que ahora mismo puede aportar, visto lo visto.

Eduardo Serradilla Sanchis

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