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Espacio de opinión de Canarias Ahora

El centralismo madrileño y el espacio político de la unidad popular en Canarias

Ramón Pérez Almodóvar

El 27 de noviembre de 2004, hace casi once años, más de 80.000 personas salieron a las calles de Santa Cruz de Tenerife para manifestarse contra la corrupción y a favor de otro modelo de desarrollo, convocatoria realizada por el movimiento social Asamblea por Tenerife bajo el lema ¡Ya está bien! El éxito de la movilización fue mayor, si cabe, por la descarada ocultación que hicieron los medios de comunicación de Tenerife y Canarias, que boicotearon los intentos de la Asamblea por informar a la población de la isla, unas 900.000 personas.

En Asamblea por Tenerife confluimos personas sin afiliación política con otras militantes del PSOE, de IU, del PCE, del PCPC, de los independentistas APC y MUPC o de Los Verdes; de sindicatos como IC, CCOO, UGT, CGT y CNT; miembros de asociaciones vecinales, colectivos sociales, culturales y deportivos; profesionales independientes y destacadas personas del mundo académico.

Esa convocatoria no estuvo exenta de tensiones: un sector pretendía que solo fuera contra el megaproyecto de Puerto Industrial en Granadilla de Abona, mientras que otro, en el que me incluyo y que lideraba la Coordinadora de Pueblos y Barrios del área metropolitana, abogaba por incluir todas las luchas. De hecho, ante la magnitud de la manifestación (50.000 personas según la Policía Local, 20.000 según el diario El País), el ex presidente de la Autoridad Portuaria y otros dirigentes de ATI-CC argumentaron que era una manifestación contra todo, no solo contra el Puerto.

Sin embargo, lo que se produjo fue lo siguiente: los vecinos que se reunían en multitudinarias asambleas cada semana para articular acciones contra los Planes Generales de Ordenación Urbana de Santa Cruz y La Laguna entendieron que estos planes tenía estrecha relación con inútiles obras de infraestructura como la Vía Exterior, la Vía Cornisa, el cierre del Anillo Insular, el megapuerto industrial de Granadilla y la segunda pista del aeropuerto Tenerife Sur, entre otros proyectos diseñados en beneficio de unos pocos empresarios para llenar de asfalto y cemento un frágil ecosistema como la isla de Tenerife. Esos vecinos, entre los que había académicos más no iluminados, relacionaron todo, planes y megaobras, con un modelo económico depredador y antidemocrático, algo que ni siquiera al final consiguió interiorizar un sector del ecologismo que se opone a la tala de árboles pero no al modelo económico que la promueve y que cree que el capitalismo puede tener rostro humano.

Es decir, aquellas demandas, por separado, serían solo demandas democráticas, según Laclau, pero todas juntas constituían una cadena de equivalencias y lo que se expresó en las calles aquel 27 de noviembre de 2004 fue un pueblo, sí, demandando la democratización política y económica de Canarias.

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