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Ni contigo ni sin ti

Cristóbal D. Peñate

A Artur Mas lo condenan a dos años de inhabilitación por desobediencia y todos quieren tirarle la primera piedra por sirvergüenza. En cambio, a los defraudadores y ladrones de cuello blanco Rato y Blesa los condenan a varios años de prisión y el tribunal les permite seguir en la calle, como a Urdangarín, porque su conducta es intachable y cabal, una palabra que solo utilizan algunos jueces pedantes y el actor y galán octogenario Arturo Fernández. Y luego vienen los hipócritas de turno a decir que la justicia es igual para todos.

Menos mal que el caso del drag queen del carnaval de Las Palmas se ha desinflado después de que el fiscal no haya encontrado nada delictivo en su actuación. Solo ha apreciado mal gusto, pero este es un concepto muy subjetivo: lo que para unos es excelso, para otro es una chapuza. O viceversa.

A Mas no se le condena por prevaricación, solo por desobediencia, algo que le hace hinchar el pecho porque decirle a un catalán soberanista que desobedece al Gobierno central o al Tribunal Constitucional es como acusar a un culé de ser antimadridista. O viceversa. Para ellos es un orgullo que los enaltece.

La torpeza de los políticos y de los jueces con el movimiento independentista de Cataluña es de traca. Cada vez que habla Rajoy o condenan a un soberanista, los independentistas se multiplican en Cataluña. Un asunto que debió resolverse hace mucho tiempo con diálogo se ha enquistado en los tribunales como agua estancada.

Con Cataluña puede ocurrir lo mismo que con Escocia. Los escoceses querían independizarse del Reino Unido y Cameron, el anterior exprimer ministro, les amenazó con que si se iban del país también se irían de Europa. Finalmente se celebró el referendo permitido por el gobierno británico, algo que no admite el gobierno español en Cataluña, y por poco ganaron los unionistas.

La gran paradoja es que posteriormente el Reino Unido decidió marcharse de la UE mientras que Escocia votó mayoritariamente seguir en ella. Ahora son los británicos los que se quieren marchar, mientras que los escoceses quieren seguir.

Y España, como mira de reojo a Cataluña, echa pestes de la europeísta Escocia y el ministro de Exteriores le dice que si se desgaja del Reino Unido tendrá que hacer cola para volver a entrar. Y con Cataluña, tres cuartos de lo mismo. O sea, que si los gobiernos británico y español son más tontos, no nacen.

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